THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

Saturno devorando a su hijo

«Sánchez, como Saturno, no ceja ni un minuto en su lucha por mantener el poder a costa de lo que sea. Ahora está dispuesto a devorar a Prisa»

Opinión
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Saturno devorando a su hijo

'Saturno devorando a su hijo', de Francisco de Goya. | Museo del Prado

Pocos cuadros en el Museo del Prado me han generado siempre tanta inquietud como Saturno devorando a su hijo de Francisco de Goya. El genial aragonés, que cuando lo pintó estaba sumido en esa etapa negra llena de violencia, destrucción y pesimismo, nos golpea con la mayor violencia posible pintando a un padre devorando a sus hijos. Nada más sangriento y más antinatural. 

Un Saturno, Cronos en la mitología griega, que usurpó el poder a su padre, Urano, pero al que una profecía le avisó de que sería a su vez derrocado por uno de sus hijos. Para evitarlo, Saturno decidió devorar a cada uno de sus hijos al nacer. Pero no lo pudo hacer con todos, le engañaron cuando nació Zeus que fue criado en secreto. Zeus, al crecer, tal y como vaticinaba la profecía, derrocó a su padre y liberó a sus hermanos del estómago de Saturno. El mito de Saturno ha quedado como el símbolo del terror y de la violencia a la que se puede llegar por miedo a perder el poder.

Saturno era un aficionado. Su miedo a perder el poder es una niñería al lado del pánico esquizofrénico de Pedro Sánchez ante el riesgo de que alguien lo desaloje de esa Moncloa a la que llegó tras una moción de censura contra Mariano Rajoy. Una moción en la que el brazo dialéctico armado fue el portavoz socialista, y por entonces número dos del PSOE, José Luis Ábalos, y su argumento, la lucha contra la corrupción. Ni Ovidio en sus Metamorfosis encontraría un personaje con una transformación más radical que la del exministro de Transportes.

Sánchez, desde que llegó al poder, ha devorado también a muchos de sus hijos. Como Saturno, cualquier idea, creencia, prejuicio o promesa que pudiera suponer un problema para su poder, fue devorada. En estos años se zampó sus promesas sobre Podemos, indultos, amnistías, Puigdemont, pactos con Bildu, independencia judicial, igualdad de los españoles ante la ley o la financiación, o cualquier otra chiquillería ética que pudiera cuestionar su poder sin tener siete votos para hacerlo.

Llegan ahora noticias desde París que pueden suponer que Saturno esté dispuesto a devorar uno de sus hijos más queridos, el grupo editorial Prisa. La historia viene de lejos. Como ya pasara con José Luis Rodríguez Zapatero, un grupo de gurús cercanos al socialismo han convencido a Pedro Sánchez de la imprescindibilidad de crear, tener y controlar, un nuevo canal de televisión para mayor gloria del «sanchismo». Si no fuera suficiente con el control informativo de la radio y de la televisión pública, Sánchez, que también tiene la cercanía y apoyo de otros diarios, radios y canales privados, entre ellos la potencia de fuego del diario El País y de la Cadena SER, quiere otro canal de televisión. No le debía parecer suficiente a José Miguel Contreras, que ha trabajado en Prisa, con el objetivo de lanzar desde allí ese canal para el que el gobierno ya ha encontrado y reservado la frecuencia. 

No contaban con la negativa numantina del presidente del grupo, Joseph Oughoulian. No hace falta ser un gran experto para saber del altísimo coste y riesgo que tiene lanzar desde cero un canal de televisión. Se vio con las últimas licencias de TDT. Ahora es mayor todavía el riesgo en plena revolución de cambios de hábito del consumo audiovisual. Conseguir audiencia no es tan fácil como creen esos gurús de Sánchez. Y ellos lo saben de primera mano porque LaSexta fue un auténtico agujero negro de perdidas hasta que fue absorbida y gestionada por Antena 3. También lo sabe el accionista mayoritario de Prisa que dejaba bien claro que ese canal, al que incluso llegó a apodar como «TelePedro», pondría en riesgo el futuro del grupo editorial que sigue soportando una enorme deuda. Su decisión estaba tomada y por eso forzó la salida del grupo de los dos principales directivos partidarios de la «TelePedro». 

Sánchez, como Saturno, no ceja ni un minuto en su lucha por mantener el poder a costa de lo que sea. Ahora está dispuesto a devorar a Prisa. Quiere el control absoluto de El País y de la SER y no le molesta que se vea que va a intervenir una vez más en una empresa privada para hacerse con su control. Ya lo ha hecho en Telefónica. Con la excusa de la entrada del socio saudí, el inquilino de la Moncloa se hizo con el 10% del capital y se comió al presidente de Telefónica en la mismísima Moncloa. Para que no queden dudas y que todos sepan cómo se ejecuta a los que puedan interponerse en su camino. Que no parezca un accidente.

Con el control de la operadora en manos de una persona muy cercana al PSC, aumentaba en múltiples variables la capacidad de presión. No han tardado ni un mes en ejercerlas. Publicaba el semanario francés Le Point que Óscar López, el que ejerce y habla como si fuera el antiguo ministro de Información, y el nuevo presidente de Telefónica, Marc Murtra, se habían reunido con el director general de Vivendi, grupo empresarial francés. No fue casual, aunque lo diga López. Fueron a presionar para que vendiera su participación en Prisa a accionistas afines a Moncloa. Si no lo hacía, Sánchez se comería a Vivendi primero y después a El País. Telefónica quitaría a Havas Media, agencia publicitaria perteneciente al grupo francés, la cuenta publicitaria de Telefónica que gestiona desde hace años, y dejaría además a cero la publicidad de este grupo en los medios de Prisa.

Este Gobierno, que para defenderse de todas las noticias sobre la corrupción se ha dedicado a crear bulos que cuestionan la independencia de la titularidad de los medios y el reparto de la publicidad institucional, es el mismo que amenaza a todos. Lo hace tanto para la propiedad del medio como de la inversión de la publicidad de una empresa que es una de los mayores anunciantes privados de España. Saben hacerlo y lo hacen con las inversiones publicitarias de las empresas públicas.

Lo que no esperaba Saturno, ni Sánchez, ni López, ni ningún lector de El País es que su presidente, Joseph Oughourlian, se defendiera con una columna en su propio diario en la que llega a comparar a Sánchez con los métodos dictatoriales de Franco de hace 50 años. 

Este párrafo pasará ya a la historia de España: «En este contexto, sería inaceptable que, cuando estamos recordando que hace ya 50 años murió el dictador Francisco Franco, alguien cayera en la tentación de tratar de adueñarse de un medio de comunicación independiente desde el poder, bien directamente, bien utilizando alguna empresa estatal como instrumento». 

Ser comparado con Franco. Eso sí que no se lo esperaba Sánchez. Que en El País se le acusara de querer actuar como Franco. Esto no lo superan ni los griegos.

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