The Objective
Félix de Azúa

Esperpentos

«Que la universidad es una de las instituciones más corruptas del muy corrupto sistema productivo español lo saben todos los que han asistido a una oposición»

Opinión
17 comentarios
Esperpentos

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hay un par de piezas estupendas sobre la bohemia de Madrid, como dos cuadros de Gutiérrez Solana que avergüenzan al Reina Sofía, ahora en el Museo de Historia de la Ciudad, en Madrid. Aquella época, a finales del Ochocientos y comienzos del siglo XX, fue realmente un criadero de gente estrafalaria, disparatada y ruinosa que con tanta fidelidad describieron Valle Inclán, Cansinos y Baroja, quizás porque fueron parte de esa tropa durante una temporada. Pero la bohemia madrileña no se acabó con la guerra del 14, sigue viva, sólo que ahora, cien años más tarde, dramatiza sin el menor talento y vestida por sastres caros. Quiero decir que se ha trasladado a la Moncloa, sede del caos socialista.

Una de las más extraordinarias bohemias de la actualidad es la señora Montero, conocida como la ministra de Hacienda y vicepresidenta del Gobierno. Es tan disparatada que ni siquiera merece que le dediquemos más espacio, sólo hay que oírla gritar el canto de su tribu, los m’opongo del África subsahariana (¡gracias, Manu Gálvez!), para comprender que la pobre mujer necesita ayuda. Pero hoy nos da pie a citarla por ese juicio suyo sumarísimo sobre las universidades privadas que puso en marcha el hombre a quien le escribieron la tesis doctoral para una universidad privada, el otro friki de la Moncloa, el doctor Sánchez.

Hace ya bastantes años trabajaba yo de profesor en la Escuela Técnica de Arquitectura de Barcelona. Formaba equipo con el gran Eugenio Trías y otro personaje cuyo nombre voy a ocultar porque le tengo cariño a su familia. El caso es que este profesor no daba ni una clase debido a que se dedicaba en cuerpo y alma a la política nacional catalana. Eran los años de los Juegos Olímpicos que desataron los mitos del supremacismo catalán entre los socialistas de Barcelona. Soportamos a nuestro colega y lo encubrimos (ahí ya cometimos una corrupción), hasta que al llegar los exámenes finales dejó a los pobres alumnos, que eran centenares, esperando en el aula durante horas. No se presentó y los desdichados hubieron de volver en septiembre.

Eugenio y yo decidimos ir al rectorado a exponer el asunto para que nos designaran otro profesor para el siguiente curso, pero hete aquí que entonces ostentaba el rectorado otro héroe del catalanismo, hombre famoso por sus estudios sobre microeconomía y provisto de un microcerebro. Se puso muy nervioso cuando le expusimos el motivo de la visita. Se revolvió en el asiento como un jabalí y finalmente nos gritó que él tenía como principio supremo no inmiscuirse en la vida de los personajes con repercusión pública, así que ya podíamos ir cogiendo la puerta.

«El grado de desánimo y abatimiento de los profesores es agobiante y se entiende dada la desidia del Gobierno y su odio a la enseñanza»

Que la universidad es una de las instituciones más corruptas del muy corrupto sistema productivo español es cosa que saben todos los que han asistido alguna vez a una oposición. Y eso después de Franco, naturalmente. Aún recuerdo la oposición de un cura con sotana en cierta ciudad castellana, el cual acudió con tres guardaespaldas y lo primero que hizo fue poner una pistola encima del pupitre. ¡Y era un examen de Filosofía! Por cierto, le suspendimos. Eran tiempos que exigían coraje.

Quedan a salvo de la decadencia algunas Escuelas Técnicas, como la de Arquitectura de Madrid, donde hace pocas semanas he conocido un profesorado fuera de lo común y un alumnado sobresaliente, pero en general el grado de desánimo y abatimiento de los profesores es agobiante y se entiende dada la desidia e ineficacia del Gobierno y su odio a la enseñanza.

Oír el otro día a la señora M’opongo chillar que las universidades privadas son el mayor enemigo de la clase trabajadora parecía una escena de Luces de bohemia. Y eso que sólo seguía la estela del gánster número uno cuando dijo que las universidades privadas eran «chiringuitos» donde se compraban títulos. ¡Lo sabrá él, que compró el suyo en una universidad privada! O su mujer, parroquiana de la Complutense madrileña. La bohemia sigue viva, solo que ahora es millonaria.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D