THE OBJECTIVE
Manuel Fernández Ordóñez

No nos enteramos de nada, estamos muertos en vida

«El liberalismo es el verdadero enemigo de las posiciones totalitarias, del fascismo y del socialismo. Por eso ambas ideologías lo desprecian y lo odian»

Opinión
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No nos enteramos de nada, estamos muertos en vida

Ilustración: Alejandra Svriz.

Escribe Jano García en su último ensayo El triunfo de la estupidez (Plaza & Janés, 2025) que la masa es estúpida. Postula que los seres humanos, de manera individual, poseen un raciocinio que fácilmente desaparece cuando se unen en turba, en masa. No le falta razón. La colectividad hace cosas y consiente cosas que no haría ni consentiría de manera individual. La masa es manipulable, es maleable, es manejable. Y el control del lenguaje y las emociones es la forma de ejercer ese control.

Cuando se domina el significado de las palabras, se controla la sociedad. Cuando permitimos la desconexión entre las palabras y lo que estas realmente significan, estamos perdidos. Tomemos como ejemplo, el término «fascista«. Esta palabra tiene un significado original muy claro y preciso. El fascismo era una doctrina política con una acotación muy clara que se caracterizaba por un autoritarismo que propugnaba el nacionalismo, una profunda exaltación de los estamentos militares, un gran corporativismo, el enaltecimiento de un líder concreto y la eliminación de la oposición. Se caracterizaba también por ser profundamente liberticida y, por tanto, antiliberal (volveremos sobre esto en un momento).

Hoy en día, el término fascista está totalmente desprovisto de su significado original. Uno puede ser un demócrata ejemplar, propugnar la división de poderes, creer en la libre circulación de personas y capitales o ser antinacionalista y ser calificado como facha de manera habitual. Facha ya no significa nada y significa todo, al mismo tiempo. Significa todo aquello que alguien odia, todo aquello que alguien desprecia. Se trata de una palabra comodín cuyo único objetivo es denostar al oponente ideológico y desproveerlo de cualquier legitimidad moral y humana, incluso. Es una palabra que únicamente denota la indigencia mental y la pereza intelectual del interlocutor que la emplea, que cree innecesario profundizar en sus argumentos porque con decir «facha» ya está todo dicho. Algo propio de imbéciles.

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Sucede lo mismo con el término «neo-liberal». Otro ejemplo paradigmático de la pereza intelectual del que lo emplea. Obviamente, no aprecia las diferencias entre el liberalismo clásico y el del siglo XX, no sabría explicar las discrepancias ente el laissez-fare y la Escuela Austríaca, probablemente no sabría argumentar ninguna de las características fundamentales de Von Mises, Hayek o Rothbard. De hecho, probablemente jamás haya escuchado sus nombres ni haya leído nada de estos autores, pero no dudaría, ni por un instante, en calificarlos como «fachas». Un liberal fascista sería algo así como un colchonero del Real Madrid.

«No hay doctrina más totalitaria que el estatismo intervencionista. Esa máquina de crear pobreza que se fundamenta en erradicar la dignidad fundamental del ser humano: la libertad»

En este caldo de cultivo de la pestilencia intelectual nos movemos en la actualidad. Términos utilizados por millones de personas que desconocen su significado. Masa borreguil, manipulada por unas élites minoritarias, que es lanzada contra todo y contra todos a golpe de eslogan facilón, que es lo único que son capaces de entender. Unas élites que comprendieron a la perfección que únicamente pueden operar en un clima de división, de polarización y trinchera. Por eso no van a parar nunca de dividir y enfrentar, porque solo pueden sobrevivir en la nauseabunda ponzoña a la que nos arrastran cada día.

El liberalismo es el verdadero enemigo de las posiciones totalitarias, el verdadero enemigo del fascismo y del socialismo. Por eso ambas ideologías lo desprecian y lo odian, por defender la verdadera dignidad del individuo. Las doctrinas estatalistas no quieren individuos libres, quieren siervos dependientes de la caridad y limosna del Estado. Quieren rehenes manipulables que les permitan mantenerse en el poder con base en el miedo de sus siervos a perder la dosis de limosna mensual.

Por eso es tan importante el significado de las palabras y por eso se empeñan tanto en crear una confusión continua, un mundo distópico de tintes profundamente irracionales. De ese modo pueden decir que cualquiera que les lleva la contraria es una facha, que cualquier que postule bajar los impuestos es un facha, que cualquiera que lleve una bandera de España es un facha, que cualquier empresario es un facha e incluso que Donald Trump es un «neo-liberal». Y lo dicen el mismo día en que el John Wayne de la Casa Blanca impone la mayor aberración arancelaria de la historia de los Estados Unidos. Trump es al neo-liberalismo lo que Santiago Carillo fue al franquismo.

No hay doctrina más totalitaria que el estatismo intervencionista. Esa máquina de crear pobreza que se fundamenta en erradicar la dignidad fundamental del ser humano: la libertad. Ese aparato corrupto que se alimenta del parasitismo fiscal para luego gastarse nuestro dinero en putas, cocaína, enchufar a sobrinas/esposas/hermanos, cobrar sobresueldos y mordidas o invadir todas y cada una de las instituciones del Estado. Estamos asistiendo en directo a un liberticidio como no habíamos visto en décadas. Y lo hacemos mientras la masa servil, más polarizada, abyecta e imbécil que nunca, es capaz de justificar hasta el más pueril de los argumentos. No nos enteramos de nada, estamos muertos en vida.

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