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Jorge Vilches

Cómo quemar a Marisú Montero

«El sistema es sencillo. La imposibilidad de abarcar las tareas encomendadas por Sánchez hace que fracase en todas. Es el asesinato político por saturación»

Opinión
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Cómo quemar a Marisú Montero

Ilustración de Alejandra Svriz

Pedro quiso castigar a Marisú Montero porque supo que en sus cinco días de reflexión, en abril de 2024, la andaluza estuvo valorando ser la sucesora. Ahí Chiqui no calculó bien. No tuvo en cuenta que el presidente no quiere pretendientes a su trono, sino súbditos, y menos aún desea dejar mártires. Echar en esos días a la vicepresidenta era dejarla viva, con la reputación intacta, dispuesta a ser la persona de recambio si Sánchez tropezaba o se iba. Hasta entonces, Marisú tenía el perfil querido por la militancia y sus medios afines. Era la encarnación del feminismo socialista beligerante contra “los ultras”, pero comprensivo con los indepes. Vamos, un sanchismo sin Sánchez.

El número 1 adoptó entonces una solución definitiva, tan diabólica como magistral: quemarla como política para siempre dándole más responsabilidades de las que puede gestionar con eficacia. Es el asesinato político por saturación. El propósito de este procedimiento es abortar cualquier proyecto de sustitución o recambio de Pedro convirtiendo a Marisú en sinónimo del fracaso. 

El sistema es sencillo. La imposibilidad de abarcar las tareas encomendadas por Sánchez hace que Marisú fracase en todos los puestos: el Ministerio de Hacienda, la secretaría del partido y las elecciones andaluzas. El plan es a fuego lento. Una vez pierda frente a Moreno Bonilla en 2026, las otras dos facetas caerán por su propio peso. La responsabilidad de que no haya nuevos presupuestos es suya, por lo que Sánchez puede presentar la necesidad de superar el fracaso con una cara nueva al frente de Hacienda. Dos derrotas consecutivas o paralelas -andaluza y ministerial- son suficientes para que el presidente la aparte del mando interno del PSOE.

Es cierto que Sánchez se la juega en esta maniobra porque Montero puede ganar en Andalucía con una carambola, pero el sanchismo es puro riesgo, como si fuera la ruleta rusa de la política. Si gana, además, Sánchez no pierde, como ha ocurrido con Salvador Illa, que es el títere más grande del armario de Moncloa. Se puede controlar a Marisú desde Madrid y con el PSOE. No hay problema.

Mientras tanto, en el ministerio y en la campaña andaluza Marisú actúa para agradar a Sánchez. Busca impacto, pero sus salidas de tono para tener presencia se suman como errores, ya sea la negación de la presunción de inocencia como sus comentarios sobre la universidad privada. Marisú sale en público engañada, creyendo que esas sandeces y algún “chiste”, como lo de “Mopongo”, puede hacer que los andaluces olviden que defiende los privilegios catalanes sobre los de esa región.

“Marisú obtendrá un fiasco político donde quiso un triunfo personal, que es la forma más astuta de quitarse a un adversario de encima”

Llegados aquí no sé si ese asesoramiento estratégico a Marisú es real, de buena fe, o está dirigido por Moncloa para facilitar su carbonización. Recordemos que a Sánchez no le importan mucho los resultados autonómicos mientras a nivel nacional le salgan las cuentas.

El caso me parece de esos que merecen la pena guardar para los manuales del buen dictador o del príncipe canalla. No recuerdo una situación similar en la que un presidente liquide a alguien que pretende su puesto cargando su espalda con tareas tan pesadas que acaban fracturando su columna para siempre. “¿No querías poder? Pues toma más del que puedes abarcar con los recursos que te doy, y fracasa”, parece que pensó Sánchez. Marisú obtendrá un fiasco político donde quiso encontrar su triunfo personal, que es la forma más astuta de quitarse a un adversario de encima. Solo falta que el presidente, viendo a Montero ahogándose, diga “si necesita algo, que lo pida”.

Adenda para espíritus sensibles. Marisú no se quedará sin empleo público, siguiendo la costumbre del PSOE. Véase el caso de Susana Díaz. Podrá vegetar como portavoz socialista en el Parlamento de Andalucía si pierde las elecciones, y si se tercia, senadora por designación asamblearia andaluza en un retiro dorado con todos los lujos.

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