Negociaciones en Ginebra
«Gracias a Zapatero, sabemos que Puigdemont considera que la identidad nacional catalana solo se conseguirá con la independencia o con algo muy parecido»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Ginebra es una ciudad de financieros, diplomáticos y espías. También es hoy una ciudad considerada como políticamente neutral, un lugar propicio para acordar y pactar sin ser molestado. Allí nació Rousseau y se exilió Voltaire. Tiempo atrás fue gobernada por el feroz Calvino y se ejecutó a Miguel Servet por desobediente. Hoy es una ciudad limpia, tranquila y cómoda, dicen que aburrida pero muy agradable.
Desde hace más de un año ahí se celebran las reuniones entre un expresidente de la Generalitat de Cataluña huido de la justicia y el partido mayoritario del Gobierno español. El secretario de organización del PSOE Santos Cerdán, en nombre del presidente Sánchez, se entrevista con Puigdemont, el presidente huido que representa a Junts, un partido con siete votos en el Congreso.
Parece que también asiste un mediador profesional de nacionalidad salvadoreña para dar la impresión de que se trata de un encuentro entre dos estados independientes, España y Cataluña. Para una parte son importantes los siete votos, para la otra la imagen de que ya es el embrión de un Estado independiente, esta estética vacía de los catalanes que criticaba Unamuno.
Pero La Vanguardia del pasado domingo nos dio una noticia que hasta ahora no pasaba de ser un rumor: el que lleva la batuta de las negociaciones no es Cerdán -segundo de Sánchez en el PSOE y gran amigo de Ábalos y Koldo- sino José Luis Rodríguez Zapatero. Lo explicó este con toda franqueza en una entrevista con Enric Juliana: “Sí, a estas alturas, creo que ya lo puedo a admitir (…). Puedo decirle que hemos hablado mucho [con Puigdemont] estos últimos meses. Y le diré más. Creo que entre ambos ha cuajado una relación de confianza, quizá algo más que una relación de confianza. No se debe menospreciar a Puigdemont, ni políticamente, ni intelectualmente“. Si lo dice un gran político e intelectual como Zapatero no puede ponerse en duda.
Podríamos pensar que el diálogo entre ambos quizás versara sobre las condiciones de la vuelta del expresidente catalán, aunque ello se sitúa dentro del ámbito judicial y no del ejecutivo. Pero como suceden cosas tan raras y contrarias a las normas jurídicas, ya nada nos puede extrañar en esta democracia menguante. Pero no, la cuestión es mucho más grave y la desvela Zapatero con toda sinceridad. Dice así el expresidente español:
“Hay un diálogo de fondo con Junts per Catalunya, hay un diálogo de fondo con Carles Puigdemont, que no se refiere al día a día de la legislatura, que no se ciñe a esta o aquella votación en el Congreso de los Diputados, que va más allá de lo coyuntural, y que busca una solución de fondo a la cuestión de Catalunya. Es un diálogo que recorre esta legislatura y que creo que deberá proseguir en la próxima. A estas alturas creo que no tiene sentido negar o disimular mi implicación en ese diálogo”.
A estas alturas… ¿a qué alturas? Por el contexto sólo cabe una interpretación: se está cerca de alcanzar acuerdos de gran relevancia, no menudencias coyunturales del “día a día”. Y el indiscreto Zapatero no se resiste a revelarlos: “puedo decirle que hay un hilo conductor que es el reconocimiento de la identidad nacional de Catalunya”. Acabáramos. Nada menos que la identidad nacional de Cataluña es el hilo conductor de las negociaciones. Ya sabemos que Puigdemont considera que esta identidad nacional solo se conseguirá con la independencia o con algo muy parecido.
Venga a hablar y hablar, quizás paseando alrededor del apacible lago Lemán, deslizando piedras planas por la superficie del agua para pensar y repensar, para lograr que se solucione el grave problema de la identidad nacional de Cataluña, este tema sencillo y claro, tan obvio y elemental, que deben dirimir dos amigos que no tienen ningún mandato del pueblo de Cataluña ni del resto de España. Corre el rumor de que el mediador salvadoreño se aburre tanto con sus elucubraciones que casi siempre los deja solos, que se enrollen entre ellos mientras él se toma una cerveza en la terraza de un bar si el sol calienta un poco.
Dejémonos de bromas. El asunto es serio por varias razones, entra ellas por el menosprecio que supone para la democracia española. Cada vez está más claro que nuestras instituciones políticas sirven de muy poco. El Congreso es un mero decorado que ni debate ni decide nada, aparte del “día a día” al que Zapatero se refiere tan desdeñosamente. Lo importante, lo “de fondo”, se debate en secreto y, en este caso, fuera de nuestras fronteras, en Ginebra.
También podría ser adecuada la ciudad-balneario de Evian, al otro lado del Lemán, a 41 kilómetro de Ginebra pero del lado francés, donde los emisarios de De Gaulle negociaron en 1962 la independencia de Argelia. ¿No se le ha ocurrido esta idea al mediador? Al menos justificaría el sueldo. Pero podemos estar tranquilos: Zapatero es un seguro ganador, tanto en España, como en Venezuela, como en China. Inteligente y astuto, ahora volverá a demostrarlo. Entonces acuerdos de Evian, ahora acuerdos de Ginebra.