El vínculo de Pablo Iglesias con Núcleo Nacional
«Iglesias y NN hacen el más absoluto ridículo al revestir sus proyectos empresariales con un discurso ideológico revolucionario»

Svriz
Parecería la gente más contraria, el fundador de Podemos Pablo Iglesias y el nuevo grupúsculo neo-nazi Núcleo Nacional: unos tan progres y otros tan fachas, unos demócratas y otros totalitarios, unos de fronteras abiertas y otros de deportaciones masivas. Habrá algún liberal despistado al que sí le parezcan parecidos porque “los dos son socialistas”, “los dos están contra la OTAN e Israel” o algún disparate semejante. Las semejanzas son otras: ambos han intentado aprovecharse políticamente de una protesta que no tenía que ver con ellos (el 15M y Ferraz). Ambos sirven al PSOE para reforzar su poder azuzando el miedo a los dos extremos. Ambos juguetean con ser patriotas pero muestran desprecio por elementos fundamentales de la cultura española y acompañan cualquier mención al país con innecesarias y bobaliconas loas a “Europa”. Ambos se creen los verdaderos salvadores frente a una amenaza fantasma: Núcleo Nacional contra la conspiración judeo-masónica-bolchevique; Pablo Iglesias contra “la internacional fascista” en la que caben ya hasta los periodistas Soto Ivars y Víctor Lenore.
Y esta semana les une haber lanzado sendas campañas con un curioso contenido en común: Iglesias hace una colecta para que la gente pague una ampliación de su taberna Garibaldi, mientras que Núcleo Nacional publica una video-arenga llamando a los suyos a montar empresas. Tanta lucha anti-sistema de la ultraizquierda y la ultraderecha para acabar en la hostelería, uno de los sectores más “sistémicos” -con honrosas excepciones-: el gran pilar español del trabajo precario (que tanto horrorizaba a Iglesias) y de la importación de mano de obra barata inmigrante (que tanto horroriza a Núcleo Nacional).
Podemitas y nazis creen que ellos lo harán diferente (porque otra cosa que ambos tienen en común es la idea adanista y narcisista de ser “hombres nuevos”, mejores que los demás y por encima del bien y del mal). Están a salvo de la degradación humana que causa la ley del mercado, porque ellos tienen una ideología, que además es la correcta. Pero hay serias dudas, en vista de las quejas del sindicato CNT sobre condiciones laborales, salariales y horarias mediocres en la Garibaldi. Y en vista de quién hacía el trabajo esclavo de los nazis en los años 40 y aún a día de hoy quién limpia las casas y cuida a la familia y trabaja los campos de los más fachas de España.
Rojos y fachas están en su derecho, por supuesto, de devolver el martillo al taller y la hoz al trigal, o el yugo al corral y las flechas al carcaj, para ponerse a servir cervecitas. O servirlas con delantal de hoces y martillos y yugos y flechas, porque el capitalismo todo lo aguanta y todo lo integra. Pero hacen el más absoluto ridículo Iglesias y NN al revestir sus proyectos empresariales con un discurso ideológico revolucionario. La taberna Garibaldi pide dinero en nombre de “ganar un espacio antifascista”, cuando lo más “antifascista” que se ha hecho allí es tirarle el micrófono al pobre inútil de Vito Quiles. Hablan también de “resistir la censura del alcalde de Madrid y las amenazas de escuadristas como Desokupa”, cuando el mayor ataque que han sufrido son unas pintadas que, encima, no eran de fascistas sino de un colectivo anarquista indignado con que la burguesía de Galapagar usase en vano el nombre del histórico guerrillero Durruti para bautizar un cóctel.
«No hay nada revolucionario de por sí en montar una empresa, sea un gimnasio de NN o la taberna Garibaldi. Revolucionario, en todo caso, sería que en esa empresa se pagasen los sueldos bien por encima del convenio mínimo»
Pero los de Núcleo Nacional se llevan la palma de la vergüenza ajena: “tenemos que emprender, hoy en día montar empresas es un acto revolucionario”. Ya los nazis de los años 30 eran unos verdaderos papanatas que se tragaban los más ridículos mitos de su época: el mito de la nación homogénea, el mito de la sangre limpia, el mito de la guerra purificadora, el mito de la voluntad idealista, el mito de la ciencia occidental y tantas otras morrallas modernistas. Pero sus sucesores neonazis están en un escalón aún inferior: el mito del emprendimiento. Para ser macho hay que montar un negocio y ser tu propio jefe; uno es pobre porque quiere y no se esfuerza lo suficiente; para hacerse rico basta empezar en tu garaje. Sorprende que los nazis hayan absorbido la retórica de coach liberal-libertario, estafador de cripto-monedas y demás tecno-gurús de pacotilla, pero al fin y al cabo es un desarrollo del mito protestante de la riqueza como virtud que ya atravesaba todo el nazismo histórico. Además de que crypto-bros y neonazis han de competir por un mismo caladero de jóvenes alienados, clases medias empobrecidas y varones frustrados.
Por supuesto que prefiero que mucha gente tenga muchas empresas antes que un mundo de pocos millonarios que poseen los grandes monopolios. Pero no hay nada revolucionario de por sí en montar una empresa, sea un gimnasio de NN o la taberna Garibaldi. Revolucionario, en todo caso, sería que en esa empresa se pagasen los sueldos bien por encima del convenio mínimo, que se facilitase a los empleados sindicarse, que la empresa se constituyese como una cooperativa o que los trabajadores participasen de la propiedad del negocio y de su dirección. No son ideas específicamente socialistas, sino pura Doctrina Social de la Iglesia. Lástima que a unos el cristianismo no les importa nada y a otros les importa -cosa peor- solo para enfadar a los primeros con estéticas de las Cruzadas o la cruz del Valle de los Caídos.
Termina el portavoz de NN: “Dar trabajo a camaradas es un acto revolucionario”. Extraer la plusvalía de un señor que piensa lo mismo que tú sobre el plan Kalergi no es necesariamente revolucionario, no. Revolucionario sería, repito, darles un trabajo digno, pero todos los casos que he conocido de empresas que fingen tener un vínculo ideológico, amistoso, de valores, familiar, o cualquier cosa más allá de la simple relación entre empleador y asalariado, lo que tienen en común es otra cosa muy distinta: la explotación más descarada. Todo en nombre de la solidaridad de grupo, que curiosamente solo va en una dirección: ser “camaradas” puede servir para que el jefe-camarada te pida horas extra gratis, pero nunca para que el empleado-camarada pida una paga extra. El casero-camarada sí puede pedirle al inquilino-camarada que entienda que le subirá el alquiler, pero el inquilino-camarada nunca puede apelar a su ideología para retrasarse en el pago. La retórica de la empresa “que es como una familia” o “tiene unos valores comunes” no solo no es revolucionaria, sino que es la más reaccionaria de todo el capitalismo.
Y estas cosas ocurren porque ni la progresía ni los fascismos han entendido nunca las dinámicas desiguales profundas del capitalismo, que intentan esconder como suciedad bajo la alfombra, bien bajo una alfombra arcoíris o una rojigualda, según el jefe-camarada llevase coleta o cabeza rapada. Esta es la otra gran característica en común entre los de Iglesias y los de Núcleo Nacional: ambos montarán cien tabernas, gimnasios, locales y canales para dar la murga con fascismo o antifascismo, hombres deconstruidos u hombres proveedores y pueblos indígenas o razas autóctonas; todo con tal de no reconocer que ya han fracasado rotundamente a la hora de proponer ninguna alternativa al capitalismo, más allá de ser el departamento de igualdad en un mercado woke o la guardia de seguridad en un mercado autoritario. Por eso la Historia reciclará restos tan distintos en un mismo contenedor.