La decisión de Puigdemont
«Puigdemont sabe que la otrora oronda vaca lechera del sanchismo ha mudado en una suerte de cabra escuálida y sin leche en sus ubres, imposible de ser ordeñado»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Yo creo que a estas alturas del cuento, incluso Carles Puigdemont estará comenzando a tener claro que a pesar de las promesas de Sánchez, los viajes a Suiza del incansable Cerdán, el mediador internacional prepago y los toques de atención en el congreso culminados en la mayor serie de votaciones palmadas por un gobierno, presupuestos generales incluidos, desde la implosión de la UCD no va a tener nada sencillo plantarse en España -perdón, en Catalunya- antes del verano, como era su deseo.
A Puigdemont ya le pesa Waterloo, la lluvia perpetua, la grasienta gastronomía belga, la soledad, el frío, el insomnio de las noches febriles recordando en bucle el momento en el que declaró la independencia, la traición de ERC, los engaños de Sánchez, la constancia de que Aliança Catalana le está comiendo la tostada y sobre todo el convencimiento constatado encuesta tras encuesta de que Salvador Illa se está consolidando a base de resucitar un pujolismo de baja intensidad que le está permitiendo ocupar todo el espacio del catalanismo sin necesidad de dar pelea alguna.
Puigdemont también sabe que la otrora oronda vaca lechera del sanchismo ha mudado en una suerte de cabra escuálida y sin leche en sus ubres, un engendro imposible de ser ordeñado y del que ya es imposible extraer concesiones que él pueda vender como éxitos propios.
Puigdemont comienza a ser consciente de que así no puede seguir y comienza a acariciar la idea de que, a lo mejor, su vida personal y su proyecto político pueden mejorar radicalmente si tras las próximas elecciones llega al poder la derecha española, un gobierno al que poder atizar, insultar, un gobierno contra el que montar manifestaciones, un gobierno de pulserita con la bandera española contra el que -piensa- sería mucho más sencillo volver a encender las hogueras de la independencia.
Un gobierno que solo puede llegar a fraguarse si Sánchez anticipase las elecciones, algo que no parece demasiado sencillo, pero que con la estrategia adecuada y el concurso de Pablo Iglesias, que está seguro que ha llegado a una conclusión similar en su objetivo de acabar con Yolanda Díaz, no es del todo imposible.
Entre ambos -piensa- no sería demasiado complicado convertir lo que queda de legislatura en un infierno para Sánchez, impidiendo aprobar leyes, convalidar decretos y aprobar los presupuestos, entre ambos podrían lograr una pinza en la que mientras Junts vota junto al PP para reventar las leyes más ideológicas del gobierno, Podemos hace de martillo de herejes desde el otro lado destrozando la reputación de Sumar y del PSOE.
Tiene que pensarlo bien, hablarlo con su consell y meter a Pablo Iglesias en la operación, pero ya está casi seguro es hora de volver al tablero de juego.
Por favor, no lo saquen de su error.