The Objective
Francisco Sierra

Esconderse en Pekín

«Tres palabras han sido la única reacción del presidente de un Gobierno democrático a una investigación policial en la que aparece el nombre de su esposa»

Opinión
Esconderse en Pekín

Ilustración de Alejandra Svriz.

Nuestro presidente de Gobierno lleva años acostumbrado a esconder sus mentiras o escándalos con nuevas mentiras y escándalos que tapan a los anteriores, a la espera de que nuevas mentiras y escándalos tapen a los presentes. Ha conseguido así el ciclo perfecto de la miseria política que le permite seguir gobernando mientras cabalga en el poder con sus socios de gobierno o parlamentarios, sin mostrar nunca la más mínima muestra de responsabilidad política ni ética por esas mentiras o escándalos.

Tampoco sus socios independentistas o de la extrema izquierda dan muestra de ninguna preocupación ética por su complicidad en este juego perverso. Ellos que son adictos a continuas exigencias de moralidad y responsabilidad política para con todos, menos para con ellos mismos, tampoco lo son con ese socio que mantienen vivo en la Moncloa porque les da todo lo que le exigen. Es indigno también el silencio que demuestran con cada nueva información de los ya múltiples casos de corrupción que rodean a Sánchez. Esa extrema izquierda y ese independentismo, que se rasgan las vestiduras histéricamente con todo, prefieren seguir en el sillón del Gobierno y son incapaces de balbucear algo digno frente a casos como el de Ábalos, Koldo, David Sánchez o el de Begoña Gómez. No les conviene. Prefieren mantener políticamente vivo a Sánchez, aunque sea en coma democrático, para poder sacarle más sangre tanto de las arcas públicas como de las competencias constitucionales.

Desde hace más de dos mil años, ante la más mínima duda de corrupción o de falta de limpieza en el uso del poder, se recuerda siempre lo que el griego Plutarco le atribuyó en sus Vidas paralelas a Julio César. Aquella máxima de que «la mujer del César no solo debe ser honrada, sino parecerlo». Desde Roma se considera que la percepción pública del dirigente es tan importante como la realidad de su conducta. Eso en esta España nuestra en la que gobierna Pedro Sánchez se ha superado con creces. Aquí y ahora, no solo no es lo que parece, sino que la esposa de nuestro máximo dirigente político está investigada por presuntos delitos de tráfico de influencias, corrupción en el sector privado, apropiación indebida del software de la Complutense e intrusismo. 

Les reto a que encuentren un solo país democrático en el que la mujer del presidente de Gobierno hubiera sido imputada y que la única reacción real de ese presidente hubiera sido cogerse un permiso de cinco días para hacerse el mártir ante los suyos, antes de que la ciudadanía conociera la imputación judicial. Cinco días que terminó con un show en el que intentó implicar incluso al rey para decirle que seguía en el cargo. Luego hizo lo de siempre: mentirnos. Nos mintió en las fechas, no asumió ninguna responsabilidad política, negó todo sin explicar nada y volvió a mentir diciendo que colaborarían con la Justicia. 

«Una investigación que en cualquier país supondría la dimisión inmediata del presidente por responsabilidad política y moral»

La realidad es que no contestaron a ninguna de las preguntas del juez instructor, a lo que ciertamente tienen todo el derecho, pero que no es precisamente lo que muchos esperábamos por colaboración. Para Sánchez colaborar debe ser callar y luego querellarse contra el propio juez. No es extraño teniendo en cuenta sus deseos profundos de controlar siempre al poder judicial. Un poder judicial que, a pesar de ataques, insultos y zancadillas, sigue funcionando y cumpliendo con su deber. Eso sí, soportando estoicamente el ataque casi diario y vergonzoso de cargos y militantes socialistas, de los socios de gobierno y socios parlamentarios, e incluso del aparato mediático de Moncloa. 

Ahora el nombre de Begoña Gómez ha vuelto a estar presente, por activa y pasiva, en el informe de la UCO sobre la investigación del caso Koldo que en realidad debería ya llamarse caso Ábalos. Su nombre aparece cuando recogen una conversación de 2020 en la que Víctor de Aldama, «el gran conseguidor», menciona que Javier Hidalgo, ex-CEO de Air Europa, estaba buscando alternativas para el rescate de su compañía y «acababa de llamar a Begoña». Sugiere el informe, de estas palabras, que la mujer del presidente podría haber ayudado a Hidalgo a desbloquear las negociaciones de Air Europa con el gobierno para las ayudas pedidas. Los dos se conocían y se habían reunido en varias ocasiones porque la compañía aérea financiaba el África Center, en el Instituto de Empresa, que dirigía la propia Begoña Gómez. Para la UCO parece que sí pudiera haber sospechas de la posible vinculación de Begoña Gómez en el rescate de la compañía por decisión del gobierno que preside su marido. Concretamente con la participación estelar del exministro de Transportes, José Luis Ábalos, el que fuera su número dos en el PSOE y su hombre de confianza en el Gobierno. 

Conocido el informe de la UCO, Sánchez sigue sin decir nada. Una investigación que en cualquier país supondría la dimisión inmediata del presidente por responsabilidad política y moral. O la convocatoria inmediata de elecciones. O al menos una rueda de prensa con preguntas libres de los periodistas en las que respondiera a lo que se le preguntan. O como mínimo una declaración institucional, aunque no hubiera preguntas. Un mínimo de dignidad y de transparencia es lo que falta.

Sánchez ha aprovechado de nuevo la actualidad para esconderse. Esta vez detrás de la mayor crisis del orden internacional de las últimas décadas provocada por un matón caprichoso como Donald Trump. Sus guerras arancelarias con todo el mundo se han aplazado noventa días, excepto con China, donde el dictador comunista Xi Jinping no parece amilanarse. En medio de este duelo apareció por Pekín Pedro Sánchez en un viaje que, aunque estuviera programado, se sabía que podría ser en un momento explosivo por la locura comercial que Trump anunció para el 2 de abril. Un Sánchez al que el Gobierno norteamericano ha avisado con cortarle el cuello a España y al que el Gobierno chino usa como justificación mundial. Qué mejor sitio y panorama para esconderse y no comentar nada del demoledor informe de la UCO.

Desde Pekín, uno de los sitios menos transparentes del planeta, Sánchez a pesar de todo fue preguntado por lo que dice la investigación policial sobre si su mujer había participado en el rescate de Air Europa. Y sólo dijo: «No. En absoluto». Tres palabras han sido la única reacción del presidente de un Gobierno democrático a una investigación policial en la que aparece el nombre de su propia esposa. Tres palabras. Y ninguna respuesta más. Ni sobre Begoña, ni sobre Ábalos. 

Un dirigente democrático, con un mínimo de dignidad ética, no puede, ni debe por el bien del país que gobierna, seguir chapoteando entre los barros de los numerosos escándalos que le rodean y manchan sin dar ningún tipo de explicaciones. La crisis internacional es tremenda, pero no debe ser usada para esconderse de su responsabilidad. El silencio persiste y la indignidad también. Y eso nos hace más débiles. A todos.

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