Mario Vargas Llosa
“Todos los que, como él, creemos que la mejor defensa de la libertad y la prosperidad son las políticas liberales, tenemos que estarle eternamente agradecidos”

El escritor Mario Vargas Llosa junto a la exministra de Cultura Esperanza Aguirre. | Cedida
Mario Vargas Llosa ha sido uno de los escritores más importantes de la literatura española. Sus novelas y sus ensayos literarios son de tal categoría que no es de extrañar que hayan sido reconocidos con todos los más altos galardones, desde el Premio Príncipe de Asturias y el Cervantes de España a su ingreso en la Académie Française, con el Premio Nobel de Literatura como expresión universal de la grandeza de su obra.
Al mismo tiempo, Mario Vargas Llosa va a pasar a la historia también por ser uno de los intelectuales que con más profundidad y sentido de la responsabilidad ha sabido expresar la evolución de su pensamiento y de su compromiso político.
Desde su primera juventud hasta el final de su vida, ha querido estar comprometido en la lucha para lograr cada vez más libertad y más prosperidad en todo el mundo, empezando por sus dos patrias, Perú y España. Por eso, en los años sesenta fue atraído, como les pasó a muchos intelectuales, por la Cuba de Fidel Castro. Pero su espíritu profundamente rebelde e independiente y su honestidad intelectual le llevaron a reconocer que la libertad y la prosperidad son absolutamente incompatibles con el comunismo. Y que, por el contrario, el liberalismo, esa doctrina tan criticada y denostada por los gurúes del establishment, es, sin duda, la base más sólida sobre la que construir un proyecto político.
Esto ha hecho que pocos pensadores hayan descrito de manera más brillante las grandes líneas teóricas y prácticas del liberalismo. De ahí que todos los que, como él, creemos que la mejor defensa de la libertad y la prosperidad son las políticas liberales, tenemos que estarle eternamente agradecidos. Y muy especialmente por todos esos miles de artículos en los que siempre se mostró beligerante en la defensa de unos valores para él irrenunciables: el Estado de derecho, los derechos humanos, la democracia, la tolerancia, la propiedad privada, la economía de mercado y todo lo que ayuda a defender el valor más importante de la civilización occidental: la libertad.
Como muestra de su coraje a la hora de comprometerse políticamente, además de su candidatura a la presidencia del Perú en 1990, recuerdo especialmente su presencia y sus palabras en la impresionante manifestación que tuvo lugar en Barcelona el 8 de octubre de 2017 en protesta por el golpe de Estado de los independentistas.
“Toda su obra, la estrictamente literaria junto a la ensayística, la periodística y la política, van a seguir vivas para siempre”
A la hora de su muerte, somos muchísimos los que estamos expresando nuestra tristeza, junto a nuestra admiración y nuestro agradecimiento. Estoy segura de que su obra, toda su obra, la estrictamente literaria junto a la ensayística, la periodística y la política, van a seguir vivas para siempre.
Además de la grandeza y la importancia de su obra y de su trayectoria pública, tengo la inmensa suerte de haber sido muy buena amiga suya. Le conocí personalmente en mayo de 1993 en una cena en casa de la familia de Miguel Ángel Cortés. Allí se habló de la inminente apertura del Teatro Real como teatro de la ópera. Yo era entonces concejal de Cultura y teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Madrid, que estaba siendo criticada por mi negativa a aportar una cantidad fija de dinero anual como hacían el Ministerio y la Comunidad de Madrid. Yo dije algo así como: “A mí me parece injusto que los votantes de Aluche tengan que pagar de sus impuestos el abaratamiento de las entradas de…” y mencioné los nombres de varias personas muy pudientes. Al día siguiente Mario llamó a Miguel Ángel Cortés y le preguntó: “¿Quién es esa Juana de Arco liberal que estaba ayer en la cena?». Varios años después, en la laudatio que me dedicó en la entrega del Premio Sociedad Civil que me otorgó la Fundación Civismo, él recordó esa misma frase.
Después de aquella cena empezó nuestra amistad que ha durado hasta ahora. Desde entonces han sido innumerables nuestros encuentros, conversaciones, comidas y hasta ir juntos a los toros. Y en ese trato personal he podido apreciar no sólo su inmensa cultura, su extraordinaria capacidad de análisis, su brillantez para exponer sus pensamientos y opiniones, sino también su profunda elegancia, su sensibilidad para captar los matices de las personalidades de las que hablábamos y su siempre inteligente sentido del humor.
En estas horas tristes son muchos los recuerdos que me vienen de los muchos momentos que hemos vivido juntos. Como el estreno de la adaptación teatral de su novela Pantaleón y las visitadoras en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, hoy Teatro Fernán Gómez, en enero de 1996. Ese mismo año, el día de reflexión de las elecciones generales, organicé su asistencia junto conmigo y el matrimonio Aznar a la representación de La gata sobre el tejado de zinc, protagonizada por Aitana Sánchez-Gijón y Toni Cantó, quienes no quisieron recibir nuestra felicitación en los camerinos. Con él inauguré en 2007 el CEPI (Centro de Participación e Integración de Inmigrantes) Hispano-Peruano de la Comunidad de Madrid en Majadahonda, y, en 2010, en Las Rozas, el CEIP (Colegio Público de Infantil y Primaria) con su nombre.
Haber sido amiga suya es el mayor consuelo para la pena de haberle perdido, con la seguridad de que su ingente obra nos va a acompañar siempre.