The Objective
José Carlos Rodríguez

¿Y si Mayor Oreja tuviese razón?

«España está ya en el abismo, según el exministro, que afirma que la situación es fruto de dos rupturas: la de los nacionalistas vascos y catalanes y la de la izquierda»

Opinión
¿Y si Mayor Oreja tuviese razón?

El exministro Jaime Mayor Oreja.

Jaime Mayor Oreja ha expuesto en un informe su tesis, larga y penosamente elaborada, sobre el devenir de nuestro país. El título deja poco espacio para la esperanza: España en el abismo. Nuestro país no está frente a él, observando la catástrofe a un paso de distancia, con el vértigo que atrae hacia el vacío con una fuerza magnética y un horror vacui que nos mantiene firmes. No. España está ya en el abismo, nos dice el exministro. En este sentido, el informe es como un bofetón en la cara. Le deja a uno desorientado, dolido y enfadado. Pero quizás estos dos últimos estados de ánimo sean los que se corresponden con la situación.

Pero no el primero. Ese es el sentido del empeño de Mayor Oreja. Quiere orientarnos, situarnos en un devenir, en un proceso, nos dice él, que responde a un conjunto de circunstancias objetivas, y que debemos entender muy bien si queremos evitar lo peor. 

Lo peor es el fin de España. Su ruptura interior. Su desmembramiento en el norte de África. El adiós a la Constitución de 1978. La ruptura frente a la reforma. Y, en fin, la destransición, como empecé a llamarla en abril de 2004. El acabose de nuestra comunidad histórica, y el empezose de no sabemos qué. La vuelta al «esto es una república». 

Resumiendo mucho el medio centenar de páginas del informe, la situación actual es fruto de dos rupturas. La primera es la de los nacionalistas vascos y catalanes. En una de las frases más significativas del informe, se dice que se convenció a los partidos nacionalistas que se sumasen a la Transición permitiéndoles una sobrerrepresentación en el bazar de la Carrera de los Jerónimos. Ya desde el principio se vio que no éramos una nación de ciudadanos, sino un acuerdo político entre partidos. Que los nacionalistas, una vez cobrada su sobreponderación política, la utilicen para avanzar en su deslealtad al resto de los españoles no nos puede sorprender.

La segunda ruptura es de la izquierda. En 2007 me convencí de que «cuando el PP ganó por mayoría absoluta en 2000 tuvieron claro que esta democracia no les vale». Entonces habían pasado 18 años de la última mayoría absoluta de la izquierda (PSOE más IU). Ese cómputo es ahora de 36 años. Y después de la mayoría en solitario de José María Aznar, el PP ha obtenido una más (en 2011 con Mariano Rajoy), y la derecha va camino de no tener más oposición en el Congreso que la que se hagan los dos partidos conservadores entre sí. El informe, sin entrar en tanto detalle, llega a la misma conclusión: «Si bien el socialismo aceptó la mayoría relativa del PP en 1996, no pudo tolerar la mayoría absoluta de 2000». 

«La izquierda ha llegado a la convicción de que no va a poder gobernar sin los partidos nacionalistas»

La izquierda ha llegado a la convicción de que no va a poder gobernar sin los partidos nacionalistas. Ya no se trata de hacer una alianza para el gobierno del momento, como Felipe González desde 1989 o José María Aznar en su primera legislatura. Es una alianza estratégica. O gobiernan juntos, o no lo hacen. Pero ¿y la democracia? ¿Y la Constitución? ¿Y España? No tienen tanta importancia. La política es la rapiña institucionalizada, y es eso lo que cuenta. 

El informe, sin embargo, no incide en eso. Y es fundamental. Sin señalar la lucha de la izquierda por la supervivencia política, no se entiende nada. España en el abismo señala en otra dirección. Se retrotrae a las dos rupturas, la de los nacionalistas y la de la izquierda, sin incidir en que es el fracaso histórico de esta última, el rechazo creciente por parte de la sociedad española, lo que ha arrojado a la izquierda a entregarse a los nacionalistas para poder mandar. 

La política española cambia el 11 de marzo de 2004. Lo dice el informe, y es indudable. Yo creo que el atentado parte de una reflexión española, la del convencimiento de que la mayoría absoluta del PP, que las encuestas indicaban que se renovaría, que se renovó entre los votantes por correo, no debía repetirse.

Y creo que en el diseño también hay una intervención española. ¿Quién, fuera de nuestro país, podría saber que el españolito es lo suficientemente cobarde como para hurtar su apoyo al gobierno en una situación así? En cualquier otro país, un atentado como ese reforzaría al Gobierno. Hay que ser muy de aquí para saber cuál sería la reacción que iban a producir las urnas. Pero, de nuevo, el informe dice poco al respecto. 

«Quizás Sánchez pase a la historia como el último presidente de España, tal como la conocemos»

En este camino, en este proceso, como lo llama Mayor Oreja, juega Rodríguez Zapatero un papel axial. «Asume el Pacto de Estella y promueve los pactos del Tinell y de Perpiñán», renuncia «a la alternancia política con el otro gran partido nacional, y opta por implantar un nuevo régimen con los enemigos de la Constitución». Tras las elecciones por los aires de 2004, aprueba un Estatuto de Cataluña inconstitucional y concibe una ley en la que la política y el sectarismo atentan contra la historia, en nombre de la memoria. 

Pedro Sánchez tiene menos importancia de la que le otorga el informe. Una vez en marcha el proceso, y carente de todo proyecto político para España, Sánchez se ha dedicado a enriquecerse. Realmente, no le quedaba otra cosa por hacer. Quizás pase a la historia como el último presidente de España, tal como la conocemos. Al final, Alfonso Guerra va a tener razón: a España no le va a conocer ni la madre que la parió. 

No todo es desesperación en el texto publicado por NEOS. Mayor Oreja nos llama a reconocernos en nuestra historia, en nuestras tradiciones. La primera está cuidadosamente oculta en el sistema educativo. Y las últimas se han regionalizado. Pero nuestra historia común es ¡tan poderosa! Tan trágica y grandiosa, tan cicatera y tan generosa, que podemos encontrar en ella las razones para querer a España más de lo que calcula la razón. 

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