Política de tiempos republicanos en el insólito año Franco
«La España real de 1975 poco tenía que ver con la España real de la posguerra: bajo la capa de inmovilismo habían tenido lugar estas transformaciones profundas»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Ni la guerra civil empezó con el golpe militar del 18 de julio de 1936, ni la democracia con la muerte de Franco. En historia, las fechas importan mucho, pero no explican toda la realidad: los antecedentes, las causas y el contexto son más importantes.
Todo ello viene a cuento por los fastos que ha preparado el actual gobierno para conmemorar que el 20 de noviembre próximo se cumplirán 50 años de la muerte de Franco, el tan anhelado «hecho biológico», eufemismo con el que se le denominaba en aquellos tiempos para evitar las palabras claras y peligrosas.
Esta conmemoración ha sido muy criticada por varios motivos, en primer lugar por considerar que era un mero instrumento de propaganda de la política del actual régimen, dirigido por el gobierno progresista, y ocultar disimuladamente los errores del presente.
Estas críticas tienen un sólido fundamento si examinamos el «Real Decreto 1/2025, de 7 de enero, por el que se crea el comisionado para la celebración de los 50 años de España en libertad» y si se compara este título, el de España en libertad, con los actos que se anunciaron, más dedicados a los años de la dictadura que a los de la España en democracia. Incluso podemos comprobar que se destacan más las luchas de las mujeres bajo el franquismo que las luchas obreras, culturales o estudiantiles. Una clara desproporción influida por las modas actuales.
Además, las críticas se basan en un hecho cierto: la democracia no comenzó al día siguiente de la muerte de Franco, sino que allí se inició un proceso de tres años (y ello es discutible, pero no va a ser objeto de este artículo) que culminó con la aprobación de la Constitución, el mejor símbolo de la actual fase democrática. Por los actos anunciados, tanto la palabra transición como el término Constitución se evitan cuidadosamente.
«Puede ser que se presenten y no se aprueben, también lo prevé este mismo artículo, pero la obligación de presentarlos está clara»
No olvidemos que una de las bases de las actuales ideas «progresistas» es la condena de la «Transición política» y el desprecio por el texto constitucional. Sin ir más lejos, el mismo presidente del gobierno ha sostenido estos días que la Constitución no obliga al Gobierno a presentar ante el Congreso los Presupuestos Generales del Estado tres meses antes de que expiren los del año anterior –es decir, el último día de septiembre–, como dice textualmente el art. 134 de la Constitución.
Puede ser que se presenten y no se aprueben, también lo prevé este mismo artículo, pero la obligación de presentarlos está clara. Negarlo es burlarse de la Constitución y desde 2023 no se presentan, lo cual es una infracción constitucional clara, inexcusable y prolongada. Manera de remediarlo: despreciar el texto constitucional negando que diga lo que expresamente dice. Desde luego no es la primera vez, ni la segunda, ni la tercera… ni la veinticinco. Desgraciadamente, me temo que no será la última.
Retomando el hilo del artículo, ciertamente la democracia no empezó al día siguiente de la muerte de Franco. Pero también es cierto que a partir de ahí, del hecho biológico, empezaron a desencadenarse las fuerzas ocultas acumuladas en los 25 o 30 años anteriores, en los que la España real se iba imponiendo a la España oficial, como solía recordar el profesor Jiménez de Parga invocando las palabras que a principios de siglo consagró Ortega y Gasset. La Transición, en este sentido, no fue otra cosa que el esprint final que terminó con esta escisión entre la España real y la oficial: a partir de entonces solo debía haber una única España, la España constitucional. Como dijo Suárez en los inicios de la Transición, lo que es normal en la calle debe ser normal en las instituciones. La normalidad democrática, con errores y aciertos, fue la tónica dominante durante los primeros 25 años.
Pero todo ello cambió, primero con Rodríguez Zapatero y después con Sánchez: el primero sustituyó las bases de la Transición por otras distintas con la mala idea de la memoria histórica; y el segundo va erosionando poco a poco, sin prisa pero sin pausa, las instituciones políticas, hasta que estas se acaben derrumbando, con tal de seguir en el Gobierno. La no presentación de los Presupuestos es un paso más, desde luego no el más importante, en este proceso de corrosión de la democracia.
«En realidad, tras la muerte de Franco no quedaba apenas nada del franquismo de otros tiempos, quizás sólo sus últimos coletazos como dictadura»
Para explicar bien los cincuenta años de democracia, como parece van a intentar las conmemoraciones que comentamos, hay que explicar bien cómo se llegó a ella: las transformaciones profundas que experimentó la sociedad española desde 1960, y quizás un poco antes, en sus vertientes económicas, sociales, culturales y políticas. La España real de 1975 poco tenía que ver con la España real de la posguerra: bajo la capa de inmovilismo habían tenido lugar estas transformaciones profundas.
En realidad, tras la muerte de Franco no quedaba apenas nada del franquismo de otros tiempos, quizás sólo sus últimos coletazos como dictadura y un Rey que sería clave en el éxito de la Transición. Esta fragilidad de las instituciones, socavadas por los cambios antes enumerados, permitió que el Régimen se viniera abajo en apenas un año. También la inteligencia y bagaje cultural de los líderes políticos de aquellos tiempos, conocedores de la historia pasada, especialmente del gran fracaso de la Segunda República que condujo a la trágica guerra civil y a la dictadura, contribuyeron poderosamente al éxito de la Transición y de la democracia constitucional de los primeros 25 años.
Hoy estamos en otra fase, una fase muy peligrosa, también por la crisis europea y hasta mundial. Tenemos otra clase política, mucho más incompetente que la de entonces y de un nivel intelectual y cultural muy inferior. Además, el hedor a corrupción contamina el ambiente. Este año conmemorativo debe ser aprovechado para reflexionar sobre todo ello.
Una pregunta clave, ya con perspectiva histórica, puede ser la siguiente: ¿por qué fracasó la República de una forma tan estrepitosa que condujo a una sangrienta lucha entre españoles? La respuesta puede darnos muchas claves. Habrá que seguir reflexionando en este insólito año que algunos han denominado, impropiamente, el año Franco.