The Objective
Fernando Múgica

¿Dónde están nuestras balas?

«La pataleta de IU amenazando con salir del Gobierno consiguió que Sánchez, de forma unilateral, como tantas otras cosas, ordenara rescindir el contrato»

Opinión
¿Dónde están nuestras balas?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

La agresión rusa en Ucrania continúa. A Trump le han faltado horas para conseguir su ansiada paz y las tierras raras ucranianas, y ahora que ve que la cosa se atasca se plantea olvidarse del asunto y darle la espalda a Ucrania, y por descontado a Europa. Con esto en mente, y tras la visita de Mark Rutte –secretario general de la OTAN– a España, Pedro Sánchez anunció esta misma semana que el gasto en defensa alcanzaría el 2% del PIB nacional este mismo año.

El propio Sánchez ya apuntó que menos de la quinta parte de las partidas iría dirigida a la compra de armamento en el sentido estricto, pero este anuncio fue suficiente para agitar el avispero antimilitarista de la coalición de gobierno, encabezado por Sumar y Unidas Podemos.

Un avispero que se calmó rápidamente, pues bueno, tener equipamiento militar cogiendo polvo en almacenes a la espera de una invasión que no esperan que vaya a llegar -no tanto por tener una decena de Estados aliados entre nosotros y Rusia sino por su convicción de que Rusia es un gatito amoroso al que se le puede frenar con cánticos de paz- no parece tan inasumible.

El polvorín sí pareció a punto de estallar cuando se anunció la formalización de un contrato de compraventa de 15 millones de balas destinadas a la Guardia Civil a una empresa israelí. La pataleta de Izquierda Unida amenazando con salir del Gobierno consiguió que Pedro Sánchez, de forma unilateral, como tantas otras cosas, ordenara rescindir el contrato.

Irónicamente, esta compra nada tiene que ver con el plan de aumento del gasto en Defensa anunciado esta semana, pues se adjudicó como mínimo hace un año, aunque parecería que el Gobierno ya buscaba la forma de echarse atrás para mantener intacta su imagen de rechazo frontal al gobierno israelí, con la advertencia de la Abogacía del Estado de la indemnización resultante en caso de rescisión (tocará ver a cuánto le sale la broma al contribuyente español).

Y, sin embargo, aquí estamos, con unas aguas de Gobierno aparentemente mansas y un pedido de 15 millones de balas en el limbo, a la espera de encontrar otro proveedor. Y aunque el aumento de gasto en Defensa y este contrato sean cuestiones separadas, se podría argumentar que toda adición a la capacidad de Defensa es buena en un momento en que los servicios de inteligencia de varios países aliados advierten de la cercanía de un ataque ruso a integrantes de la OTAN.

En este enrevesado juego geopolítico en el que se encuentra el mundo actual, en el que difícilmente puedes mover una ficha sin desplazar o hacer retroceder otra, Pedro Sánchez sortea los obstáculos tratando de no tropezarse sobre sus propios pies, pero a veces es inevitable dar un paso en falso. 

«En un alarde de ingeniería del gasto, Pedro Sánchez podría anunciar que deja de comprar gas ruso para volver a comprárselo a Argelia»

Ejemplo práctico es denegar la compraventa de material bélico al país que acusas de genocidio mientras se publica que desde 2022 España ha pagado 8.900 millones de euros por la compra de gas natural licuado (entre otros productos) al país que lleva desde entonces atacando la soberanía ucraniana y bombardeando sus ciudades sin cesar, y del cual ahora nuestros aliados nos advierten que debemos prepararnos en caso de que nos ataque a nosotros en un futuro cercano. 

Si nuestra coalición progresista de Gobierno dice estar tan concienciada con la muerte de civiles y niños inocentes, podría prestar atención, entre otros, al bombardeo ruso que ha dejado 12 muertos en Kiev esta misma semana –entre ellos niños– y razonar que si no es moralmente aceptable comprar balas a Israel, es igualmente inmoral financiar la maquinaria bélica rusa que mata civiles y niños ucranianos a diario.

En un alarde de ingeniería del gasto, Pedro Sánchez podría anunciar que deja de comprar gas ruso para volver a comprárselo a Argelia. De esa manera, en tres años reduciría de golpe la capacidad de financiación rusa en casi 10 mil millones de euros, y entonces no haría falta molestarse en aumentar el gasto en defensa, ¿verdad? Pero esas son demasiadas fichas que quedarían desplazadas o tiradas por el suelo en un solo movimiento. Mientras tanto, la Guardia Civil le pregunta a Marlaska: ¿dónde están nuestras balas?

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