'La familia de la tele' como síntoma
«La trayectoria de RTVE bajo el mandato de José Pablo López es el más claro síntoma de lo que es la trayectoria del Gobierno de Sánchez»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Pocas veces una televisión pública ha avergonzado a tantos millones de ciudadanos, que pagan sus impuestos, como lo ha hecho La 1 con el lanzamiento del programa La familia de la tele. Pocas veces un programa ha avergonzado tanto y a tanta gente a la vez. No hay que salir de la cadena pública para encontrar la crítica pública y manifiesta de sus profesionales, de sus sindicatos y hasta de su Consejo de Informativos sobre lo inapropiado que es convertir lo que para muchos es, directamente y sin anestesia, pura telebasura en la gran apuesta de contenidos del presidente del ente, José Pablo López. Es llamativo su estruendoso silencio ante las críticas, porque López se ha caracterizado siempre por su intensa actividad y defensa con declaraciones en medios o directamente en redes sociales. Su perfil en X es toda una declaración de intenciones y aspiraciones al afirmar que «la mejor forma de no ser criticado es no decir nada, no hacer nada y no ser nadie».
Debe de estar muy contento el presidente de RTVE porque en esta ocasión ha conseguido casi la unanimidad de la opinión pública, y hasta de los partidos políticos presentes en su consejo de administración, en la crítica a este heredero de Sálvame, que durante años fue bandera de Telecinco y que fue abandonado por la propia cadena italiana. Independientemente del gusto o juicio estético que provocara en aquellos años, nadie podría cuestionar que era una decisión libre y autónoma de una cadena privada que solo rendía cuentas a sus accionistas de Mediaset. No es el caso ahora de esta ‘familia’ cuya banalidad y entretenimiento vacío es ahora pagada con dinero público. Un programa cuyo contenido absorbe plenamente todo el abanico de sinónimos de banalidad. Desde la insignificancia, intrascendencia, tontería, bobada, bobería, tontada, trivialidad, memez, futilidad, nimiedad, hasta la propia simpleza. Un programa que es el segundo más caro de RTVE, por encima de los cinco millones y medio de euros al año, aunque es cierto que al ser tira diaria el coste por programa se ajusta más.
Lo que no se ajusta nada es el oscurantismo con el que López maneja determinadas informaciones. Siguiendo el estilo Sánchez de cero cariño a la transparencia, se niegan a revelar los sueldos de María Patiño, Belén Esteban y resto de tertulianos y colaboradores. Dicen que hacer público el dinero público que cobran los presentadores del programa, ataca el «derecho a la protección de datos». En realidad intentan evitar que el malestar e indignación crezca todavía más si se supiera los altísimos caches que cobran.
Pareciera que José Pablo López solo buscara desesperado un incremento de la audiencia como si ese fuera el único requisito de una televisión pública. Y no solo lo parece, lo es. Le da igual la calidad o los recursos humanos y técnicos propios que tiene RTVE. Le da igual que sean dineros públicos, como viene demostrando con sus pagos millonarios a determinadas productoras de su gusto, o del gusto de los que le han puesto ahí. La situación financiera del ente público es algo más que delicada. El caos directivo en RTVE en los años de gobierno con Pedro Sánchez han creado una elevada deuda que superan ya los 400 millones de euros. Además, tiene un déficit estructural que el año pasado volvió a suponer pérdidas por encima de los veinte millones de euros.
Al depender de los Presupuestos Generales, sus propios presupuestos están prorrogados desde 2023. Pero eso no lo impide salir al mercado compitiendo con las televisiones privadas para competir por derechos deportivos de todo tipo. Acaba de comprar por 55 millones de euros los derechos del Mundial de Fútbol de EEUU del año que viene, al hacer la oferta más alta de todas las televisiones españolas. Ya tenía los derechos de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 2028 y de Brisbane de 2032; la próxima Eurocopa; las finales de Champions en abierto hasta el 2027, la Copa del Rey de este año, 20 partidos de la Nations League y otros contenidos deportivos carísimos como los resúmenes de la Liga o el Tour de Francia. Los expertos calculan en unos 360 millones de euros el total de los compromisos de gasto en derechos deportivos a partir de este año.
«Y eso que llegan a tener programas con tertulias donde solo están presentes la extrema izquierda y la izquierda»
Es la forma en que intentan que la televisión pública tenga más audiencia. La opción de comprar deportes premium le garantiza altos seguimientos, pero también empeorar de forma drástica su situación, porque no son rentables. Ya el año pasado el gobierno le aprobó una partida extraordinaria de otros 100 millones de euros, dinero de todos los españoles, para compensar los gastos de los Juegos Olímpicos de París y la Eurocopa de fútbol en Alemania.
Pero a López, al igual que a Sánchez, no le preocupa el incremento de la deuda. Confía en nuevas ayudas extraordinarias del Gobierno, como Sánchez siempre confía en ayudas de fondos europeos. Su estrategia de «todo vale por la audiencia» es parecida a la de Sánchez de todo vale por el poder. Como él, sabe también retorcer la verdad. Es capaz de decir en sede parlamentaria ante la mirada incrédula de los senadores de la oposición que él no depende del Gobierno, porque fue elegido por el Parlamento y ratificado por el Consejo de Administración de RTVE. Lo dice con la frialdad del que sabe que no dice toda la verdad. No dice que el Gobierno modificó por decretazo el sistema tradicional de consenso que requería dos tercios de los votos para que fuera suficiente una mayoría absoluta. El decretazo también incluyó que el Consejo de administración pasara de 10 a 15 miembros, de los que 11 serían elegidos por el Congreso y solo cuatro por el Senado. Miembros que fueron votados con urgencia en un infame día en el que rompieron el duelo decretado en el Congreso por los fallecidos en la dana solo unas horas antes.
La trayectoria de RTVE bajo el mandato de José Pablo López es el más claro síntoma de lo que es la trayectoria del Gobierno de Sánchez. Una ruptura del consenso en los nombramientos. Una política de desprecio de la calidad con programas que son un insulto a la inteligencia de los espectadores y que ni siquiera, ni con desfiles millonarios, le funcionan en audiencia. Una escora a la izquierda quebrando todo indicio de independencia o pluralidad. Una línea editorial de sus programas de actualidad donde algunos presentadores son más extremistas que sus tertulianos. Y eso que llegan a tener programas con tertulias donde solo están presentes la extrema izquierda y la izquierda.
Dijo José Pablo López hace un par de meses en su comparecencia en el Senado ante el pleno de la comisión de control parlamentario de la Corporación, que «él no era el Gobierno». Cierto, es el brazo armado televisivo del Gobierno y el más evidente síntoma de esa política de tierra quemada y deterioro institucional que tanto practica Sánchez.