Industria de defensa en España: el éxito bajo amenaza silenciosa
«Las señales de alerta ya están sobre la mesa: polémicas públicas, operaciones fallidas, críticas a las alianzas industriales internacionales»

Ilustración de Alejandra Svriz
Anunciar la crisis en la industria de defensa española, cuando estamos en su edad dorada, suena exagerado. Sin embargo, es precisamente ahora, cuando las cifras baten récords y las oportunidades se multiplican, cuando conviene levantar la vista, reflexionar y planificar. El sector nacional celebra estos días su feria bianual, FEINDEF, entre el 12 y el 14 de mayo. El impulso del 2% del PIB en gasto militar exigido por la OTAN, el 3% mínimo que se fijará tras la cumbre de la OTAN en La Haya de finales de junio, la guerra en Ucrania y el empuje europeo hacia la soberanía tecnológica han sacudido y (medio) despertado a España. La industria disfruta de contratos multimillonarios, pedidos crecientes y una atención política y mediática que durante décadas había sido inexistente.
Pero el verdadero reto no está solo en gestionar el éxito económico; está en sobrevivir al éxito mismo. La industria de defensa en España, dado su carácter estratégico, genera innovación, empleo estable y tecnología avanzada. Este relato, repetido desde hace años en el pequeño círculo de expertos y empleados del sector, está empezando (¡ahora y por fin!) a ser traslado a la sociedad.
Hoy, al calor del auge económico, muchos actores parecen concentrados sólo en celebrar y avanzar (¡bien!) pero sin reparar en que todo crecimiento exponencial viene acompañado de un escrutinio público de igual tamaño: a más negocio, más exposición pública. Cuando un sector duplica contratos y multiplica cifras de inversión de dinero público, se expone no solo a la atención mediática y política, sino también a una opinión pública que cada vez exige más explicaciones. Y no me acusen de ventajista, porque ya este humilde ejecutivo de Comunicación de defensa ya hizo sonar esta alerta públicamente en, que recuerde, dos artículos de prensa (en medio especializado y generalista) hace dos años por primera vez, cuando aún no se sabía si España iba a llegar al 2% en 2029…
A las puertas de FEINDEF 2025, basta mirar los titulares recientes para comprobar el estado de la situación. Las tensiones generadas en torno a operaciones de adquisición —como la frustrada compra por parte de Indra de Santa Bárbara a General Dynamics o el anuncio de la absorción de Escribano M&E por parte de la misma Indra— ya han derivado en conatos de crisis de reputación. A ello ha ayudado, lógicamente, las sinergias temáticas con sensibilidades políticas (el mejor modo de ser polémico en España), como puede ser la asociación con fabricantes israelíes. Su eco ha llegado a la prensa, a los despachos políticos y, lo que es más igual de importante, a la percepción ciudadana.
El sector de defensa español lleva décadas de retraso en implementar políticas sólidas de asuntos públicos y relaciones externas, como sí ocurre en otros sectores industriales relevantes. La industria sigue viendo la comunicación como un riesgo más que como una oportunidad… Este enfoque reactivo, más centrado en apagar incendios que en construir una narrativa sólida y en prever riesgos (tras los anuncios de fusiones y Tel Aviv no es difícil adivinar dos o tres vectores de peligro añadido), no puede sostenerse en el nuevo contexto. Hoy, tener una buena reputación y un mapa de riesgos no es un lujo ni un mero adorno: es un requisito para sobrevivir en el mercado, atraer talento. Un talento cuya fidelización siempre ha sido un reto (mala comunicación interna, poca capacidad de seducción..) que se puede y se debe mitigar aprovechando la ola de los tiempos. Para eso y para cerrar contratos y mantener la confianza de las instituciones/clientes.
«La industria española todavía está a tiempo de actuar, de construir un colchón reputacional y prevenir una crisis»
La célebre frase “¿Crisis? ¿Qué crisis?” —recurrente en los cursos de formación en gestión de comunicación de crisis que dirijo— resume bien el punto ciego del sector: la industria española todavía está a tiempo de actuar, de construir un colchón reputacional y prevenir una crisis cuya única incógnita es cuándo estallará y qué intensidad tendrá (y hasta esas interrogantes lo son cada vez menos).
La pregunta no es si habrá un punto de inflexión, sino si el sector estará preparado cuando llegue. Porque lo cierto es que las señales de alerta ya están sobre la mesa: polémicas públicas, operaciones fallidas, críticas a las alianzas industriales internacionales. Las profecías de crisis ya están cumpliéndose de manera parcial y el futuro no es mucho más halagüeño.
El sector tiene una oportunidad histórica para consolidarse como referente. Sería bueno para el empleo e históricamente justo para España. Pero para ello necesita algo más que contratos y exhibirse en la actual feria del sector: necesita credibilidad. Y eso, en el siglo XXI, no se compra ni se decreta. Se construye, día a día, frente y junto a la opinión pública.