The Objective
Antonio Agredano

Gallardo, camina o revienta

«El líder del PSOE extremeño querrá salvarse bloqueando la comunidad y condenándola al tedio con sesiones enfangadas. No tienen más salida»

Opinión
Gallardo, camina o revienta

Miguel Ángel Gallardo, a su llegada a los Juzgados de Badajoz el pasado mes de enero. | Andrés Rodríguez (Europa Press)

Miguel Ángel Gallardo es el secretario general del PSOE de Extremadura. Para lograrlo, tuvo que enfrentarse a dos primarias, contra dos mujeres: Lara Garlito y Esther Gutiérrez. Ganó en ambas.

Los socialistas llevan dos años de duelo tras perder el Gobierno autonómico. Protagonizan intervenciones hiperbólicas en la Asamblea, de mandíbula apretada y adjetivos gruesos. Le recuerdan constantemente a María Guardiola, la presidenta de la Junta, que cambió de opinión. Que dijo que no pactaría con Vox y pactó. Como Melody con su estribillo. Delante de cada micro, los socialistas siempre cantan la misma canción.

Ahora es Gallardo quien ha hecho lo contrario de lo que dijo que haría, de una forma bastante más estrafalaria, además. Defendió que no entraría en la asamblea para conseguir el aforamiento hasta que no terminara el proceso judicial del caso David Sánchez, el hermanísimo. Pero cuando le ha visto las orejas al lobo, ha salido corriendo a meterse en la casa de ladrillo.

Ha obligado a dimitir a una compañera para ponerse él, además de a unos cuantos que iban delante en la lista, que en sede notarial han dicho que mejor Gallardo que ellos. Han intentado premiar a la inmolada con un puesto como subdelegada de gobierno, de momento en vano, con más lío interno, más división y más vergüenza pública. Gallardo ha hecho una tímida gira por los medios de comunicación diciendo que fiscalía dice que no hay caso, que es una víctima del sistema, y que miles de compañeros le pedían que entrara a la Asamblea para confrontar –qué odiosa palabra– con Guardiola. Y él, claro, se ha sacrificado por la rosa. Excusas blandas y folclore.

Como la maldad no descansa, ha corrido por wasap aquella mítica foto de El Lute, con el brazo roto y escoltado por dos guardias civiles, con la cara de Gallardo. Camina o revienta. Entiendo a Miguel Ángel. Yo también haría cualquier cosa por no ir a la cárcel. Para empezar, no enchufar a familiares de compañeros por interés, por pura medra. La mejor forma de evitar una pena es no delinquir. El resto es literatura.

«Lo llaman ‘el niño de la katana’, por su capacidad para ajustar cuentas con compañeros y padres políticos»

A Miguel Ángel Gallardo en los mentideros políticos de su tierra lo llaman «el niño de la katana», por su capacidad para ajustar cuentas con compañeros y padres políticos. Como se autodenomina de izquierdas, puede decir cualquier cosa. Por ejemplo, puede ser obscenamente machista, cuando hace unos meses le dijo a la presidenta que si no sabía hacer las cosas, que no pasaba nada, que lo llamara y él la ayudaba.

También ha hablado de lawfare, de persecución judicial, de una Guardia Civil sospechosa de actuar por interés contra él, de cacería política y de un montón de cosas así que lo postulan como líder de una especie de Òmnium Cultural Extremeña.

Su cambio de postura es sólo una muestra de la debilidad de su partido en Extremadura. El dolor por la pérdida del poder está siendo extrañamente canalizado: se roza el insulto en cada declaración, es palpable el desprecio hacia el nuevo gobierno. Actitudes tóxicas y rabia. Es una oposición suicida, que no se está rearmando ideológicamente –si perdieron, alguna tuerca deberá apretar para la siguiente–. Y ahora es la corrupción la que mancha una posible alternativa.

Ser de izquierdas, o decirlo antes de cualquier frase, parece un bálsamo para el escozor. El otro día un amigo dijo en una entrevista: «Soy de izquierdas, pero me gusta el dinero», y pensé: ¿Es posible la frase «soy de derechas, pero me gusta el dinero»? Aún no tengo respuesta.

«¿Puede el progresismo ser tiránico, actuar al margen de la justicia y usar el dinero público para su perpetuación en el poder?»

¿Puede un secretario general del PSOE decir: «Soy de izquierdas, pero…», y luego cuestionar nuestros tribunales, nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, hablar de conspiraciones en su contra y cambiar ostentosamente de opinión después de tirarse dos años criticando justamente lo mismo? ¿Puede el progresismo ser tiránico, actuar al margen de la justicia y usar el dinero público para su perpetuación en el poder?

Gallardo, según los propios estatutos de su partido, debería dimitir por su imputación. Pero lejos de irse a casa a vivir en privado un proceso como este, se cuela en la Asamblea por la gatera y agarra los micrófonos y sigue dando lecciones de democracia, de transparencia y de buen gobierno a quien, desde luego, no tiene la mierda hasta el cuello, como él.

Los plenos de la Asamblea se van a llenar de exageraciones, de ataques, de chistes idafistas y demás fanfarria socialista. Gallardo querrá confrontar –puagh– con tergiversaciones y groserías. Porque esa será la única manera de hacer correr la bola, de tapar la cutrez de su aforamiento y de su cambio de opinión, y de poner la lupa en Guardiola y no en su propia dignidad jibarizada. Gallardo querrá salvarse bloqueando Extremadura y condenándola al tedio y al desapego con sesiones enfangadas y una oposición enquistada. No tienen más salida. Camina o revienta. Ay, los pequeños aprendices de Sánchez. Cuánto han aprendido en tan poco tiempo.

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