Salvador, Chesterton y las putas
«No vivimos en sociedades sexualmente equilibradas o donde el sexo esté mejor repartido. Que la prostitución todavía exista es una dolorosa constatación»

Protesta en contra de la abolición de la prostitución en Barcelona. | Thiago Prudencio (Zuma Press)
El Govern de Salvador Illa pugna por la abolición de la prostitución en su nuevo Plan Estratégico de Políticas de Igualdad de Género (PEPIG) de la Generalitat, que se encuentra actualmente en fase de elaboración. Ya hizo esta propuesta en el 22, cuando era primer secretario del Partido Socialista de los Catalanes. Recuerdo que, en aquel momento, cargó contra Esquerra Republicana, partidario de su regulación, a quienes acusó de no ser «buenos feministas» por haber rechazado en el Congreso de los Diputados la tramitación de la ley de los socialistas para prohibir el proxenetismo. ERC dijo entonces que era una solución «demagógica», ya que el PSOE había «presentado la ley sin consultar a las mujeres que se prostituyen» y que todo ello aumentaba su vulnerabilidad.
En el ámbito de Europa, el abolicionismo tiene un referente consolidado: Suecia. Desde hace más de 25 años, el país ha tenido una política distinta del entorno. La ley sueca sobre prostitución criminaliza a los compradores, pero no a los vendedores, de servicios sexuales y ha conseguido una reducción significativa de la prostitución callejera. Este modelo, abolicionista, llamado también «modelo nórdico», está siendo considerado en otros países.
Sin embargo, hay científicos e investigadores que lamentan que no se haya realizado una evaluación rigurosa de sus efectos en los participantes del mercado sexual ni en la sociedad en general. El National Survivor Net publicó, el 14 de abril del 2023, un trabajo del Centre for Economic Policy Research titulado Prostitución y violencia: evidencia de Suecia que apunta a ciertos aspectos indeseados que urgen ser tomados en consideración. «En general, dicen esos investigadores, nuestra evidencia sugiere que la violencia de pareja y la violencia contra las mujeres en general pueden haber aumentado como consecuencia del ‘modelo nórdico’. Este hallazgo también concuerda con la observación de que, durante la crisis de Covid-19, cuando los mercados del sexo prácticamente cerraron, la violencia doméstica pareció haber aumentado dramáticamente, como lo analizamos más ampliamente en las conclusiones».
La prostitución dicen que es el oficio más antiguo del mundo. Y hay motivos de corte evolutivo para comprenderlo. Pero nos llevamos mal con el asunto por múltiples razones. La tentación de políticos y gobiernos ha sido cortar por lo sano. Y cuanto más ideologizados, con más contundencia. Pero hay que recordar siempre el concepto de «valla de Chesterton» que remite al famoso escritor y filósofo conservador. ¿Qué pasa, dijo, si lo que se quiere derribar resulta ser una valla que defiende un camino que se desconoce? Lo contó así:
«El reformador más moderno se acercará alegremente y dirá: ‘No le veo utilidad; Vamos a quitarla’, a lo que el reformador más inteligente hará bien en responder: no te dejaré quitarla bajo ningún concepto. Reflexiona. Luego, si al volverme explicas que le ves utilidad, quizás te permita derribarla».
«Chesterton avisa de la necesidad de emplear cautela al abolir sistemas cuyas motivaciones profundas no se entienden del todo»
De lo que quería avisarnos Chesterton era de la necesidad de emplear la cautela al cambiar, y no digamos abolir, sistemas cuyas motivaciones profundas no se entienden del todo. De la tentación tan tabula rasa de considerar que todo lo que ocurre en una sociedad es cultural, y que la intervención, eso que a veces se ha llamado incluso «ingeniería social» es una opción como otra. Chesterton era un conservador, y en las guerras entre opiniones solo le amparaba su erudición y el sentido común, que ya es muchísimo.
Pero ha resultado al final que la explosión de estudios relacionados con la naturaleza humana y el carácter fenotípico de su moral y de sus instituciones que hemos conocido en los últimos cincuenta años le ha dado la razón. ¡Y eso que él dudaba profundamente de la teoría de la evolución! Pero al final esa misma dejó obsoletos los discursos sociales que suponen que todo aquello que no nos gusta o no nos conviene de la naturaleza humana –esas «vallas» molestas– se puede cambiar con «educación» o propaganda si los que tienen el poder están de buenas, o con el Gulag si no lo están tanto. Y, sobre el «modelo nórdico» en la prostitución, el estudio del Centre for Economic Policy Research que hemos mencionado abre una derivada inquietante. Y tal vez previsible.
Ciertamente, no parece que las prodigiosas promesas de la «revolución sexual» de los años sesenta se hayan cumplido. No vivimos en sociedades sexualmente equilibradas o donde el sexo esté mejor y suficientemente repartido. Que la prostitución todavía exista es una dolorosa constatación. Pero intentar acabar por decreto ley con lo que molesta seguirá siendo una tentación para los políticos que ignoran las «vallas de Chesterton». Como Illa.