Guerras y guerritas
«A Sánchez le interesa mostrarse propalestino porque es una causa con pedigrí izquierdista; a Ayuso recordar Venezuela e Irán porque tienen pedigrí de derechas»

Alejandra Svriz
Las guerras extranjeras suelen ser también guerras domésticas. Es decir, guerras culturales. Ha pasado esta semana como consecuencia de la casi victoria de Israel en Eurovisión. El debate político español ha girado en torno a la guerra en Gaza (me resulta extraño llamarlo guerra a estas alturas, dado el desequilibrio que hay entre ambos bandos), pero obviamente no era más que un pretexto para las rencillas clásicas entre nuestros políticos. No se ha hablado de la guerra, se han utilizado a sus víctimas para ganarle puntos al adversario.
Después del festival de Eurovisión, TVE, es decir, el Gobierno, es decir, Pedro Sánchez, hizo un comunicado que decía: «Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y justicia para Palestina». Es un gesto importante y correcto, más allá de esa primera frase que dice lo contrario de lo que quiere decir. Al mismo tiempo, es claramente una cortina de humo, como casi todo lo que hace este Gobierno.
Poco después, Telemadrid, es decir, el Gobierno de la Comunidad de Madrid, es decir, Isabel Díaz Ayuso, hizo un contra-comunicado, porque al final lo importante, de nuevo, es la guerrita doméstica. Es un mensaje deslavazado (de nuevo, ¿quién escribe estas cosas? Con la de periodistas en paro que hay…) que corrige el de TVE: «Frente a la vulneración de los derechos humanos [ahora sí], este programa no optará por el silencio. Paz en Israel y Palestina, en defensa de los homosexuales y mujeres perseguidos en Irán, ante la represión, el exilio y el fraude electoral en Venezuela. Por los cristianos asesinados en Nigeria. Con todos. Siempre. No a veces».
Es un mensaje dadá, también un clásico del whataboutism, es decir, una falacia de distracción. Es también una lógica que se puede volver en tu contra, ya que el «¿Y qué hay de…?» puede alargarse hasta el infinito. Los homosexuales y mujeres en Irán, el fraude electoral en Venezuela, los cristianos en Nigeria. De acuerdo. ¿Y qué hay de la hambruna en Sudán del sur? ¿A la Comunidad de Madrid no le importa la hambruna en Sudán del Sur? Y así podemos estar horas. Venga, te toca a ti.
Obviamente, el objetivo es, de nuevo, doméstico. A Sánchez le interesa mostrarse propalestino porque es una causa con pedigrí izquierdista; a Ayuso recordar Venezuela, los cristianos e Irán porque son causas con pedigrí de derechas. No deberían ser cuestiones tan ideologizadas, pero lo son. Cuando uno se adhiere a una ideología, compra un pack completo y hay un efecto arrastre: si eres de izquierdas te importa más Palestina que Sudán, porque la causa palestina tiene un aura anticolonial y lo de Sudán… Bueno, es que Sudán no sabemos ni dónde está.
«La defensa de Israel suscita muy pocas simpatías en España. Feijóo se ha dado cuenta»
Sin embargo, la defensa de Israel suscita muy pocas simpatías en España. Feijóo se ha dado cuenta y se nota en sus últimas declaraciones sobre la guerra en Gaza. Sigue considerando (creo que erróneamente) que Hamás es el verdadero enemigo de los palestinos y que el problema es Netanyahu (cuando en realidad es mucho más estructural e integrado en el Estado israelí), pero también dijo que Israel estaba siendo desproporcionado y había incumplido el derecho internacional. Es un inicio. Pero no es suficiente.
Mientras, en Gaza se siguen acumulando las víctimas. La semana pasada, la revista médica británica The Lancet hizo un nuevo cálculo sobre las muertes que ha provocado esta guerra.
Desde que comenzó la guerra a finales de 2023 ha habido un gran debate sobre la fiabilidad de las cifras manejadas. Muchos han cuestionado la legitimidad de unos números aportados por el propio gobierno gazatí, que tiene el incentivo de inflarlas. Pero a menudo esas cifras han coincidido con las que maneja el propio Gobierno israelí. Ahora The Lancet ha calculado que esas cifras son muy conservadoras y que quizá la horquilla correcta sea entre 77.000 y 109.000 víctimas. Es un 4%-5% de la población de Gaza antes de la guerra. Podemos hacernos trampas al solitario, realizar jueguecitos sofistas o usar esas víctimas para ganar una batallita comunicativa, pero la realidad no cambia: el verdadero culpable de esas víctimas es un Estado que ha sido históricamente nuestro aliado y que debería dejar de serlo.