The Objective
Jasiel-Paris Álvarez

Antonio Maestre y el fascismo de los antifascistas

«Los ‘antifas’ progres ven en su temida ultraderecha personas de sus grupos minoritarios protegidos, como el negro Bertrand Ndongo»

Opinión
Antonio Maestre y el fascismo de los antifascistas

Alejandra Svriz

Hace años que la izquierda sufrió una mutación, reduciendo sus apelaciones a la clase trabajadora para pasar a invocar un nuevo sujeto revolucionario: “Greta Thunberg junto con una feminista adolescente y una trans de diez años” (en palabras de Antonio Maestre) en alianza con “mujeres, migrantes, gais, lesbianas, trans, negros, amarillos y marrones” (en palabras de su amiga Nuria Alabao). Esta mutación fue parte de la adaptación de la izquierda a un capitalismo triunfante desde finales del siglo XX que había hecho que hablar de proletariado y lucha de clases resulte carca, mientras que lo innovador sería hablar de minorías, interseccionalidad, deconstrucción, teoría queer y multiculturalismo. Como fenómeno capitalista, esta nueva izquierda  no se ha dirigido tanto contra el capitalismo como contra un imaginario neo-fascismo ultraderechista que se escondería por todas partes, siendo necesario desentrañarlo incluso con cábalas numerológicas secretas (desde los 18 pasos de Abascal en un mítin hasta el número 33 de las victorias de Fernando Alonso).

En un grotesco giro de los acontecimientos, estos “antifascistas” están viendo como su temida ultra-derecha es engrosada por personas provenientes precisamente de los grupos minoritarios en los que la izquierda creía haber encontrado su salvación. La lideresa lesbiana y con pareja racializada Alice Weidel en Alemania, las “transexuales de Vox” (Antonela, Lady Habsburg, Emma Pecharromán) o el negro Bertrand Ndongo, con quien Maestre ha tenido un encontronazo. Este periodista camerunés ya sufrió un comentario racista por parte de la “antirracista” Ana Pardo de Vera, que según Ndongo le habría llamado “gorila”. Ahora Maestre ha hablado de “masculinidad primitiva de primates” en respuesta a que Ndongo afirmase que Maestre no tiene la fuerza necesaria para enfrentarse a él. Es curioso que un “antirracista” escoja el término “primate” en relación con Ndongo, siendo Maestre un obseso de los microrracismos en el lenguaje que llegó a reprochar que expresiones como “abrir el grifo migratorio” deshumanizan a los extranjeros.

El comunista italiano Pasolini describió a estos “antifascistas” como una especie de pequeña burguesía “progresista” de “un progreso falso, el de los que aceptan” la disolución de la familia, el aborto libre y “la liberación de la mujer”, junto con el “melting pot” de la globalización y la destrucción de la cultura cristiana “que trae la secularización del poder burgués, porque los que aceptan todo esto son buenos consumidores” en un nuevo capitalismo “tolerante e ideológicamente hedonista autosuficiente”, donde “se han perdido los antiguos valores populares, campesinos, tradicionales, particularistas, regionales” y “se asumen los nuevos modelos impuestos por el capitalismo, con una actitud de inhumanidad, incomunicación, falta de capacidad crítica y sectarismo: precisamente las formas típicas de la SS”. Es a través de estos “antifas progres” que Pasolini ve “extenderse la sombra horrible de la cruz gamada” en nuestros días.

Estos “antifas progres” tienen “hoy más odio, más escándalo y menos capacidad de perdonar” que durante el mismísimo veintenio fascista de Mussolini, y además “dirigen este odio con malísima fe contra una diana equivocada, contra unos fascistas arqueológicos y no contra el poder real”. El nuevo poder real sería, para Pasolini, el de “la permisividad concedida desde arriba”, como las grandes multinacionales celebrando la diversidad étnica y sexual. Una civilización de consensos democráticos, pensamiento único y corrección política que sería “el verdadero nuevo fascismo, del que procede luego el antifascismo de pega: inútil, hipócrita, bien visto por el régimen”.

«Los ‘antifas progres’ son herramientas de este nuevo orden, que deben desviar la atención mediante las cacerías de brujas orientadas contra los ‘viejos poderes’»

En el fascismo de los años 30 “vimos hombres jóvenes alineados y uniformados”, pero que “cuando se quitaban el uniforme y regresaban a sus casas volvían a ser las personas de antes del fascismo”, porque “el fascismo no había llegado al fondo de su alma ni alterado su modo de ser”. Sin embargo, “la sociedad de consumo, este nuevo fascismo, ha transformado profundamente a los jóvenes, les ha tocado en lo íntimo de su ser, les ha dado otros sentimientos y otros modos de pensar y vivir, otros modelos culturales”. La civilización liberal-progresista es, para Pasolini, más fascista que el propio fascismo, porque finalmente logra lo que el fascismo buscó y no consiguió: homogeneizarlo todo (aunque sea bajo una aparente diversidad).

Los “antifas progres” son herramientas de este nuevo orden, que deben desviar la atención mediante las cacerías de brujas orientadas contra los “viejos poderes” (“la iglesia, la derecha democristiana, las fuerzas armadas, la industria nacional”) o bien contra el fenómeno marginal del neofascismo, “continuadores del fascismo arqueológico que no merecen que se les tenga en cuenta”. Estos “antifas progres” buscan ese “fascismo arqueológico como pretexto para hacerse con una patente de antifascismo facilón, cuyo objetivo es un fascismo arcaico que ya no existe y no volverá a existir”. Son nostálgicos del antifascismo del siglo pasado. Por eso “gran parte de los que hoy día se llaman a sí mismos antifascistas son ingenuos y estúpidos o presuntuosos y de mala fe, porque simulan luchar contra un fenómeno muerto y enterrado que ya no puede atemorizar a nadie”; el suyo “es un antifascismo cómodo y de andar por casa”, o por los platós de La Sexta.

Pasolini recoge dos ejemplos de intelectuales de su época que recuerdan a Maestre. El primero es Giorgio Bocca, un antifascista comprometido contra la violencia sufrida por otros antifascistas. Cuando Pasolini fue agredido, “Bocca habría tenido que tomar de inmediato la pluma para defenderme intrépidamente”. Pero no solo no lo hizo, sino que en su lugar llevó a cabo un linchamiento contra Pasolini tergiversando sus palabras para hacerlas ver como complicidad con el fascismo. Hoy Maestre pide solidaridad ante su choque con Ndongo y ante las amenazas que recibe, apelando a ser capaces “de convivir con diferentes sin pensar lo mismo y no considerarlos enemigos”, cuando el propio Maestre se ha dedicado a tildar de enemigos y de fascistas (también tergiversando sus palabras) a otros, incluso a otros ideológicamente cercanos a él que percibía como amenazas, como esta. Nosotros nos solidarizamos con Maestre, pero él, como Bocca respecto a Pasolini, nunca se solidarizará con los que también sufrimos las amenazas y agresiones del “fascismo arqueológico” (como esta), sino que se sumará a ellas desde otro lado con su pluma de “fascista antifascista”. 

El segundo caso que describe Pasolini es el de una periodista que sacó un artículo difamatorio y lleno de “lugares comunes” contra él, como la persecución que Maestre ha llevado a cabo contra sus rivales en la izquierda. Pasolini describe así esta conducta: “he aquí una operación fascista”, porque “actualmente el fascismo es egoísmo, habladurías, moralismo, coacción, conformismo”, como los libelos de Maestre. Aquella periodista, una Maestre de la época, estaba (como madre) profundamente preocupada por el neofascismo entre los jóvenes. A ojos de Pasolini, un joven fascista era menos fascista que aquella periodista, porque en el fascismo del joven al menos “hay algo noble, una protesta, una rabia, honestidad adolescente”, mientras que en la periodista había solamente “un desmonoramiento moral y una complicidad con la manipulación de ideas que usa el neocapitalismo para moldear su nuevo poder”. 

Por eso, concluye Pasolini, una periodista como aquella se merecía tener un conflicto con la juventud fascista (“es lo justo”). Pasolini va más allá y le desea a cada miembro de la progresía burguesa que tengan que enfrentarse un día a su joven fascista particular, “que os destruya con las ideas nacidas de vuestras ideas y el odio nacido de vuestro odio”. Pasolini deseaba, pues, que cada Antonio Maestre tenga una colisión con un Vito Quiles (o un Ndongo) porque entendía al segundo como hijo del primero.

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