Leire, la anarco-Charo
«El sanchismo ha convertido la política en una blanda batalla donde cabe cualquier cosa. Incluso fontaneras chapuceras como esta. Cuanto más Sánchez, menos PSOE»

Ilustración de Alejandra Svriz
España no se acaba nunca. Cuando creíamos que el «es una pájara» de Pedro Sánchez a su ministra de Defensa iba a ser la cima de nuestro espectáculo político, aparece Leire Díez. Qué mujer. Qué solvencia. Fiscales volando a Dubai. Aprendiz de Mata Hari. «Hay que ir con cuidado. Y ser cirujano. No tenemos una metralleta. Tenemos disparos contados para muchos pájaros. Hay que intentar que con un disparo mates quince. No sé si me estoy explicando», dijo la fontanera en una de sus reuniones.
Toda la escena me recuerda a lo de Jamie Lee Curtis en Mentiras arriesgadas cuando su marido, Arnold Schwarzenegger, le ofrece un delirante trabajo como espía. Esa torpeza, ese tono impostado. Ese creer ser parte de algo enorme y peligroso.
Leído todo lo publicado, tengo la sensación de que Leire es sólo una militante de base con delirios de grandeza. Apegada al poder. Una anarco-Charo, con poco fondo y muchas ganas de hacer ruido. Una sanchezófila dispuesta a tumbar a la UCO por amor. Que oye campanas. Que tiene capacidad y arrojo para levantar algunos teléfonos, pero errática en su estrategia y difusa en sus métodos.
No exculpo al PSOE, que seguramente toleraría este tipo de actividades de inmolación. Y dejaba hacer por si alguna salía bien. Pero es tan torrentiano, es tan mortadelístico, es tan naif. Si esos son los fontaneros del PSOE, pienso en cómo deben ser los arquitectos.
Se han hartado de citar los socialistas aquel: «Quien pueda hacer, que haga», de José María Aznar. Y aquí tenemos el ejemplo perfecto de trepismo interno a base de méritos sombríos. Esto es el sanchismo. El ruido frente al talento. El sabotaje frente al decoro. El individuo frente al colectivo. Tiempos de guerra.
«Leire huele a sectarismo, a mano del jefe por el lomo, a todo eso que no debería ser una persona con ideales»
Leire era capaz de todo. Mercadear con supuestos vídeos sexuales de fiscales, ofrecer acuerdos al margen de la ley, poner a las instituciones públicas al servicio de sus siglas. Habla siempre en plural mayestático. Con convicción, con rigor marcial, con barro de trinchera en las botas. Leire huele a sectarismo, a mano del jefe por el lomo, a todo eso que no debería ser una persona con ideales. La militancia es otra cosa. Debe ser otra cosa. Quizá soy un ingenuo, pero yo esto no lo recordaba así.
El PSOE debe conocer bien a Leire y aun así la ha dejado hacer, por si algo rascaba. Incluso la premió con puestos aquí y allá. Nóminas que pagamos entre todos. Los secretarios generales deberían conocer a su militancia y controlar las ferocidades intestinales de su partido. Pero ya todo da igual. El sanchismo ha convertido la política en una blanda batalla donde cabe cualquier cosa. Incluso fontaneras chapuceras como esta.
Leire se movió de despacho en despacho con rencor y maldad. Queriendo derribarlo todo. A guardias civiles, a fiscales… una anarco-Charo desatada y peligrosa. Mientras iba y venía, seguramente en horas de trabajo, con sueldo público, insisto, se dedicaba a insultar por Twitter a todo aquel que no fuera de su cuerda o estuviera contra Sánchez, su particular becerro de oro.
El PSOE de Sánchez es un punto limpio donde han ido a parar personas como Leire, tan tóxicas y tan mediocres. Más le valdría al socialismo desatascar las cañerías antes de que rebosen sus retretes. Queda el consuelo de «todos los partidos son iguales», pero yo ya tengo una edad, y el desahogo y el veneno de Leire no lo había visto en mi vida.
Leire Díez es más España que Pedro Sánchez. Esta España que resiste a irse. Esta España antigua de pelotas, de fantasmas, de personas insignificantes que se creen imprescindibles, de inútiles al servicio de un ideal que les queda grande. Que el socialismo haya alimentado a liantas como Leire, que le haya reído las gracias, que la haya cobijado, habla de las cloacas… pero de las cloacas morales de un partido en el que confían, de corazón, muchas personas. Cuanto más Sánchez, menos PSOE.