Los barrios blancos son más seguros, según Sumar
«La nueva izquierda tiene este mantra: si crees que la inmigración es un problema, no puedes ser de izquierdas»

Ilustración: Alejandra Svriz.
Antonio Maíllo, coordinador general de Izquierda Unida, que integra la coalición Sumar, ha afirmado que los políticos de izquierda “a veces hablamos desde la falta de ejemplaridad” sobre inmigración. “Yo voy mucho a barrios populares trabajadores y a zonas rurales”, donde “perciben que [los políticos de izquierdas] les decimos a los demás cómo tienen que actuar ante la inmigración”: se entiende que acogiendo su incremento constante y sin atreverse a protestar por los problemas que pueda traer, no sea que les llamen racistas. “Pero al final yo [el político de izquierdas] me voy [del barrio pobre multicultural] porque vivo en un barrio de gente blanca, no-migrante, acomodada y segura“.
Maíllo ha retratado, en un acto de honestidad, el moralismo hipócrita de la progresía genérica, pero desde Podemos (el espacio rival de Sumar) lo han interpretado como un dardo envenenado dirigido directamente contra Pablo Iglesias, que dejó el piso en Vallecas por el casoplón de Galapagar. Así que Canal Red ha lanzado contra Maíllo a su “portavoza racializada” Laura Arroyo para contraatacar, afirmando que las palabras de Maíllo son en realidad puro racismo, al hablar en una misma frase de un “barrio blanco” como sinónimo de un “barrio seguro”. De esa forma, Izquierda Unida y Sumar estarían vinculando la inmigración con la inseguridad.
La acusación es falsa, en tanto Maíllo no está diciendo que todos los barrios “blancos” sean seguros, ni que todos los barrios inseguros sean “multiculturales”, como tampoco está estableciendo correlaciones entre ambas cosas, ni entre el resto de adjetivos con los que describe el “barrio ideal” de la alta progresía: no dice que los no-migrantes sean todos blancos, ni que ningún inmigrante lo sea, ni que solo los “blancos” sean “acomodados” y no haya ricos extranjeros. Pero pongamos que, efectivamente, Maíllo afirma que hay alguna correlación entre barrios más o menos “diversos” y su tasa de delincuencia. ¿Sería esto una ficción racista?
“Con respecto a la sobrerrepresentación proporcional de extranjeros entre la población delincuente, la extrema izquierda no tiene más que ofrecer que un negacionismo: o no ocurre, o los datos están manipulados”
En principio parece haber coincidencias entre los barrios más inseguros y aquellos con mayor inmigración, como los casos de Carabanchel en Madrid o El Raval en Barcelona. Recientes titulares de prensa también son otro indicio: “casi la mitad de los condenados por agresión sexual tiene nacionalidad extranjera”, o “la población extranjera comete el 80% de los delitos en Barcelona“. Lo difícil es establecer las correlaciones entre un factor y el otro. Y lo imperdonable es dejarse fuera los grandes factores que pueden vincular ambas cosas: la pobreza, la exclusión, la precariedad, el desarraigo.
La extrema derecha intenta pasarlos por alto para hacer ver que el problema es el inmigrante en sí, su “cultura inferior” o su “religión bárbara”. Pero la extrema izquierda de alguna forma también niega estos factores materiales al preferir entrar en debate con la extrema derecha representando el extremo opuesto: el relativismo cultural y la celebración de las “costumbres religiosas” ajenas que clasificarían como bárbaras si fuesen católicas. Unos hablan de barrios deprimidos como “estercoleros multiculturales” y los otros querrían pintarlos de “paraísos multiculturales”, pero en ambos delirios existe un mismo tipo de abandono hacia la realidad de dichos barrios.
Con respecto a los datos verificables, por ejemplo la sobrerrepresentación proporcional de extranjeros entre la población delincuente, esa extrema izquierda no tiene más que ofrecer que un negacionismo: o no ocurre, o los datos están manipulados, o bien es porque el sistema policial o judicial son racistas. Si la izquierda reconoce alguna criminalidad entre la inmigración, la achaca -a veces acertadamente- a la pobreza. De esa forma, la izquierda reconoce que la pobreza puede llevar fácilmente a la delincuencia. Y a nadie se le ocurriría decir que esa sea una criminalización de los pobres, sino una comprensión compasiva de la oscuridad de su situación. Entonces, ¿por qué iba a ser una criminalización de los inmigrantes reconocer que ciertos procesos migratorios puedan llevar fácilmente a la delincuencia?
Esta izquierda cree que con su negacionismo daña a la extrema derecha, pero en realidad daña al inmigrante, porque le está privando del relato real de su tragedia: la emigración/inmigración y las dinámicas que lleva aparejado. La razón bastaría para entender que una masa venida de países con mayores tasas de delincuencia que la nuestra puede importar aquí promedios de mayores tasas de delincuencia (a no ser que pensemos que esas poblaciones sufren durante su tránsito a nuestro país algún proceso de transmutación alquímica mágica). La razón bastaría también para entender que la difícil integración laboral e incluso antropológica de los migrantes puede conducirles a la delincuencia con mayor facilidad; que una situación irregular empuja a actividades en negro, o de dudosa legalidad, o a caer en redes mafiosas para sobrevivir.
Sabemos que la extrema derecha es incapaz de entender esto porque vive en la negación de las dinámicas perniciosas de capitalismo e imperialismo, así como en la ficción liberal de la responsabilidad individual absoluta. El gran problema es que la extrema izquierda tampoco quiere hacerse cargo de aquellas evidencias y prefiere afirmar que los inmigrantes son exactamente iguales en todo que los nacionales, cuando no mejores y más modélicos.
En esa izquierda, el afán multicultural, antirracista y sin-fronterista (que tiene más de ONG liberal que de izquierda socialista), les lleva a privar a los inmigrantes de un relato que sería más bien un atenuante, prefiriendo (para chinchar a la extrema derecha) situarlos como una especie de “minorías modelo”, lo cual en realidad pone sobre ellos una exigencia de perfección que, si caen en la delincuencia, no solamente no será un atenuante sino que se convertirá en un agravante en su contra a ojos de la opinión pública. La población que se pasa a la retórica más xenófoba es aquella que previamente más bombardeada fue por la narrativa buenista de la aldea global y el arcoíris multirracial.
A Maíllo y a cualquiera que se atreva a señalar estos problemas lo pondrán como cómplice de la extrema derecha, pero en todo esto la verdadera complicidad que hay es la de esa extrema izquierda con el propio sistema capitalista. Me explico. Si (según esta izquierda) el trauma de la migración no tiene consecuencias entre quienes la padecen, si no les empuja a la delincuencia, o a la ilegalidad, o a necesitar más ayudas o demandar más servicios públicos, ¿entonces por qué íbamos a solidarizarnos con los efectos de ese drama? ¿Por qué iba nadie a lamentarse por los que tienen que abandonar su país, o por qué preocuparse de su derecho previo a no tener que emigrar, o posteriormente a poder retornar? ¿Por qué iba a ser malo el capitalismo que mediante el expolio les privó de los recursos de su país y luego los reclutó como mano de obra barata en el nuestro, o por qué iba a ser malo el imperialismo que mediante las guerras les hizo salir de Irak, Libia o donde fuese? La nueva izquierda tiene este mantra: si crees que la inmigración es un problema, no puedes ser de izquierdas. Sería más bien al revés: si la inmigración no fuese problemática, ¿para qué ser de izquierdas?