The Objective
Cristina Casabón

Macron y la bofetada-ficción

«Poco importa el aumento de la corrupción, la inseguridad y la violencia en Europa, hay un tipo de liderazgo que no enfrenta los problemas. Prefiere llamar conspiranoicos a los votantes»

Opinión
Macron y la bofetada-ficción

Ilustración de Alejandra Svriz

La bofetada de Brigitte, lady of France, a Macron es una bofetada retrospectiva y vindicativa, pues viene a rectificar siglos de historia, cuando menos, de bofetadas maritales. Pero esa bofetada no existe en realidad, es un montaje de Hollywood. Emmanuel Macron niega haber sido víctima de su esposa en Vietnam. “Estábamos bromeando”, dice. 

Macron lleva días apartando especulaciones sobre el estado de su matrimonio: “No fue suficiente para darles a los teóricos de la conspiración algo de carnaza”, zanja. Esta cosa de la bofetada falsa me recuerda al cine que fascinó al mundo, tampoco ahí eran de verdad los golpes. Macron no se deja interpretar por los paparazzi y la prensa, sino que prefiere protagonizar su propia Pulp Fiction, y una declaración suya es toda la realidad que tienen los franceses. Después, hoy mismo me ha llegado un vídeo de Donald Trump en el que le da consejos maritales a la víctima: “Asegúrese de que la puerta permanece cerrada”, le aconseja el americano.

Hay dos tipos de liderazgo, los que cierran la puerta y esconden todo debajo de la alfombra y los que, como Trump, no tienen pelos en la lengua. Ocurre que, en los últimos tiempos, vemos un ascenso de los partidos que tratan los asuntos que todos preferimos ignorar. Los votantes prefieren los mandatarios que hablan claro, los que entienden que en la era de la imagen y la inteligencia artificial ya nada permanece en secreto por mucho tiempo.

“La socialdemocracia era la voz del pueblo, pero hace tantos años de aquello que yo ni siquiera lo he visto con mis propios ojos. Tiende a convertirse hoy en la voz de las élites, en la voz de los que subestiman a los votantes”

En la era de la corrección política, sin embargo, los socialdemócratas han tomado el camino contrario. Poco importa el aumento de la corrupción, el aumento de la violencia y la inseguridad en Europa, hay un tipo de liderazgo que no enfrenta los problemas domésticos ni los de sus países. Prefiere insultar a los votantes, llamarles conspiranoicos. Locos y chiflados. 

El mito incapacitante del consenso se impone hoy en las naciones de Europa, lo que anula su vitalidad política. Incorporar el conflicto de forma productiva a los debates públicos nos recuerda a la célebre frase de Montesquieu, digna de la mejor tradición republicana europea: “El silencio de los conflictos en la ciudad anuncia la llegada de las tiranías”.

La democracia es precisamente, idealmente, el gobierno de un poder visible, el poder cuyos actos se realizan ante el público y bajo la supervisión de la opinión pública. Y la única forma de vencer los problemas es reconociéndolos, poniéndolos bajo el foco de la opinión, dice el jurista y politólogo italiano Norberto Bobbio. 

Macron prefiere tener una estrella de Hollywood en el paseo de la fama del misterio, estos hombres que mueven hoy la política europea siguen negando las obviedades. La socialdemocracia era la voz del pueblo, pero hace tantos años de aquello que yo ni siquiera lo he visto con mis propios ojos. Tiende a convertirse hoy en la voz de las élites, en la voz de los que subestiman a los votantes. Ni la sociedad ni la política ha ganado con el cambio, y además la tozuda realidad siempre aparece, zas, como una bofetada.

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