The Objective
Antonio Elorza

Democracia o mafia

“El sistema de poder de Sánchez gira en torno a un vértice personal, que está por encima del entramado político-institucional, del Estado y del partido de gobierno”

Opinión
Democracia o mafia

Ilustración de Alejandra Svriz.

Con toda la razón del mundo, una asociación de fontaneros ha protestado al ver su profesión degradada, cuando se llama “fontaneros” a los practicantes de la guerra sucia del Gobierno. La Mafia siciliana tiene al silencio por norma; de ahí que no deba esperarse ninguna respuesta suya a una equiparación similar a la citada, calificando de “mafia” a nuestro Gobierno, que sin duda la hubiera ofendido.

En un libro olvidado, Cosas de Cosa Nostra, el juez Giovanni Falcone, héroe y mártir de la lucha antimafia, aconsejaba no limitarse a hablar del aspecto monstruoso de la organización, como “un pulpo o un cáncer”, cuando es sumamente rigurosa en sus ritos y en sus exigencias, hasta el punto de imponer a sus “hombres de honor” el respeto absoluto a la verdad, y por ello el deber de callar. Nada que ver con la regla opuesta del imperio de la mentira que preside, en todo y para todo, las actuaciones del sistema de poder creado por Pedro Sánchez.

En sentido opuesto, obviamente no es baladí la dimensión estrictamente criminal que singulariza a la Cosa Nostra. Por ahora, en lugar de hombres de honor, telón de fondo algo desvaído en las historias del comisario siciliano de Andrea Camilleri, nos limitamos a tener aquí a toda una variedad de chorizos, eso sí algunos con ganancias millonarias, escapados de las novelas de Vázquez Montalbán, inspirador del nombre del personaje creado por el escritor italiano.

El azar me llevó a contrastar de primera mano las cercanías y las distancias entre la verdadera Cosa Nostra y su aparente sucursal española. Coincidiendo con el aniversario del atentado contra Falcone, el 23 de mayo, asistí en Palermo a la presentación de un balance de situación sobre la Mafia, una vez pasado un tercio de siglo desde su asesinato (y el sucesivo del también juez Borsellino). Lo hicieron tres continuadores de su obra, los magistrados Antonio Balsamo, Salvatore Pilato y Antonello Cracolici, diputado del Partido Democrático, presidente de la Comisión Antimafia de Sicilia.

Coincidían en destacar que las cosas habían mejorado, primera prueba que el acto pudiera celebrarse en público, había una conciencia social antes inexistente y para subsistir, dado que subsistía, Cosa Nostra había renunciado a las acciones espectaculares, refugiándose en una supervivencia bajo la superficie, con los jueces como mantenedores del legado de Falcone. Frente a ello, “el Parlamento” (léase el ministro Salvini) entregado a recortar la posibilidades de intervención eficaz de los jueces (intervención de teléfonos, plazos para interrogatorios, etc.)

“Las prácticas mafiosas de Podemos pasaron a integrarse en el repertorio político de Pedro Sánchez”

Era la confirmación del diagnóstico de Falcone sobre la interacción entre Mafia y Estado, con el ascenso de la primera gracias a la debilidad cómplice del segundo. Una situación distinta de la española, ya que aquí la iniciativa corresponde al Estado, aunque estuviera presente a menor escala en su gestación, la conquista desde abajo de la Universidad, por ese antecedente de Podemos, titulado Contrapoder, que saltó a la escena pública en las europeas de 2014. La estrategia y las prácticas mafiosas, significativamente borradas luego de las redes por Pablo Iglesias, incluían ya el rasgo de sociedad secreta, la conquista del poder desde abajo como objetivo y la destrucción personal a toda costa de los adversarios (a partir de los celebrados escraches), que transferirán ya en el Gobierno a Pedro Sánchez para afrontar la crisis de la covid.

Cosas que hasta entonces no figuraban ni en la forma de actuación del hoy presidente, ni en la tradición del PSOE. Todo ello recuerda al modo en que la agresividad irredentista de D’Annunzio fue captada por Mussolini: las prácticas mafiosas de Podemos pasaron a integrarse en el repertorio político de Pedro Sánchez. Cierra el círculo la adopción por este del maniqueísmo de Iglesias, con su teoría de “la muralla» frente a la derecha: el Muro tras el cual se refugia siempre el presidente.

A pesar de todo, en ausencia de un vocabulario más preciso, resulta útil poner la etiqueta de “mafia” al tinglado político-delictivo del día. Es impactante y subraya ese aspecto esencial del vínculo entre decisionismo político y prácticas económicas irregulares, entre autocracia y cleptocracia. Ahora bien, en cuanto instrumento de análisis, si bien la calificación de “mafia” se acerca a la realidad, no llega a adquirir el nivel de precisión requerido si aspiramos a elaborar una respuesta política eficaz. Un requisito planteado por Falcone para afrontar la Mafia que sigue manteniendo su validez para el presente.

El sistema de poder actual rebosa de prácticas mafiosas, pero no es una Mafia, por cuanto no es una estructura de poder que se proyecte hacia arriba, hacia el Estado. Tampoco consiste en una trama piramidal, bien articulada, autosuficiente, con un órgano de dirección plural. Por el contrario, el sistema de poder de Pedro Sánchez (SPS) gira en torno a un vértice estrictamente personal, que se encuentra por encima del entramado político-institucional, del Estado y del partido de gobierno.

“Estamos ante una dictadura posmoderna, solo que afectada por el vicio tradicional de la corrupción”

Tanto respecto de la gestión gubernamental como del PSOE, es una estructura sobreimpuesta que refleja la primacía del presidente y que funciona mediante un grupo restringido de auxiliares encargados de asegurar el cumplimiento de su voluntad por las instituciones. Y last but not least, deviene operativa gracias al respaldo de un complejo entramado de asesores y recursos técnicos. Algo parecido a una campana neumática que engloba y determina al sistema institucional, ajustando este a las decisiones e intereses de Pedro Sánchez. Estamos ante una dictadura posmoderna, solo que afectada por el vicio tradicional de la corrupción.

Los mensajes y vídeos conocidos en las últimas semanas nos permiten profundizar en la naturaleza del engendro político creado por Pedro Sánchez. En su origen, nos encontramos en una road movie, siendo en su campaña de propaganda personal para ganar la presidencia del PSOE, donde cobra forma el gang del Peugeot. Se trata de un pequeño grupo de leales a toda prueba, con la jerarquía ya formada: Sánchez (nº 1), Ábalos (nº 2), Cerdán (nº 3)… y el chófer, Koldo, también hombre de toda confianza, al que se le encargarán todo tipo de encargos, que deberá cumplir, ya que de otro modo “le cortan los huevos” (sic). Una aventura fascinante de conquista de un partido y a continuación de un Estado, por un grupo de audaces, encabezado por un hombre ávido de poder. Sin antecedente alguno en la historia ni en la ciencia política. Más divertido como experimento observable desde el exterior, mucho menos sufriendo las consecuencias de su éxito.

Por los mensajes cruzados entre Sánchez y Ábalos, sabemos que los amigos del Peugeot sirven de correa de transmisión al nivel siguiente, los dirigentes de comunidad del PSOE, elegidos democráticamente, pero a quienes eso de nada les sirve. Sánchez manda, y a la menor disconformidad o idea propia, palo, que administra entonces el Nº 2 (luego tocará al Nº 3). Y con un lenguaje chulesco que lo dice todo. Lambán “es impresentable”, Vara es un “petardo”, una entrevista de Page es “vomitiva”. Derrotada, Susana Díaz queda “jodida”·. No hay nada de política en los chats, sino sesgo de gente tabernaria, fiel al principio de autoridad, más propio de un núcleo gansteril que de la dirección de un partido. “No te olvides de hablar con nuestros presidentes” -escribe a Ábalos- “para ir todos en línea”. Luego llegará el momento de aplicar el método al tráfico de intereses.

Corolario, tal y como decíamos a modo de conclusión de una primera lectura de mensajes y vídeos, “solo somos formalmente súbditos de un líder democrático. Estamos ante un déspota, quien a pesar de actuar en un sistema democrático, al referirse a dirigentes del escalón inmediatamente inferior al suyo, pero elegidos por el pueblo, les niega toda capacidad de razonamiento y les exige comportarse como simples marionetas, forzados a cumplir cuanto Él ordena, y sin rechistar. Nada importa la complejidad de los problemas y tampoco resulta lícito para nadie introducir reflexión ni matiz alguno a sus decisiones. Sánchez decide y a los demás, les toca obedecer ciegamente”.

“Las designaciones se atendrán a la estricta lealtad al vértice. No caben resistencias ni disconformidades”

Los números 2 y 3 se encargarán de asegurarlo, y también de que en las elecciones de puestos en el partido funcione lo que Daniels llamó para el Partido Comunista estaliniano “el flujo circular del poder”: las designaciones se atendrán a la estricta lealtad al vértice. No caben resistencias ni disconformidades, aunque las mismas sean anunciadas: caso Lobato en Madrid. ¿Cómo fue doblegado él, cómo lo han sido otros? Lo ignoramos. El resultado es inmediato: el PSOE tiende a ser la correa de transmisión política de los deseos y de los intereses de un hombre. Claro que hay resistentes, pero salvo García Page, en silencio.

Además, por lo visto, el desarrollo efectivo de la vida política que envuelve al partido se encuentra en su exterior. Para lo esencial, como demandas y subvenciones irregulares, lo mismo que para negociar con el Gobierno en el exilio de Puigdemont, solo entra en juego el cogollo de la lealtad, ahora reducido a Cerdán. A Patxi López, mejor olvidarlo. Queda fuera forzosamente Ábalos, pero sigue a pesar de ello el vaivén de las relaciones, evitando que tire de la manta.

En suma, el núcleo de poder con Sánchez en su centro, se atiene a reglas de naturaleza gansteril, en cuanto no sometido a pauta legal alguna y sí de intereses personales. Cuenta el círculo de sicarios, al cual resulta necesario añadir ahora uno inferior de esbirros, encargados de la guerra sucia contra quienes desde la ley amenazan al mundo feliz de Sánchez. La entrada en escena de Leire Díez, contra la UCO, demuestra su existencia como verdadera cloaca actuante al servicio del vértice, con el santo fin de destruir la legalidad.

Si a este panorama tan poco grato, sumamos el uso permanente de los recursos jurídico-institucionales a disposición del Gobierno, siempre para frenar, y en su caso invalidar, el desarrollo normal de los procedimientos, incluido a última hora el fraude de ley, llegamos a un resultado inequívoco. Estamos frente a un Gobierno en lucha abierta contra la autonomía judicial, último freno a la aspiración de Pedro Sánchez: concentrar los tres poderes en su persona. Con un sentido adicional de eliminación de las personas e instituciones que se le oponen, mientras amuralla a su entorno, embarcado de una deriva cleptocrática.

“Nos encontramos en una situación límite para la democracia, pero sería erróneo interpretarla como el principio del fin de Sánchez”

Claro que nos encontramos en una situación límite para la democracia, pero sería erróneo interpretarla como el principio del fin de Pedro Sánchez. Todo lo contrario. La huida hacia adelante se ha convertido para él en una exigencia técnica de supervivencia, incluso a título individual, por el cúmulo de irregularidades constatables en su gestión. Y lo es también para sus socios independentistas y antisistema, los cuales nunca podrán ver favorecidos sus intereses contrarios a la Constitución, ni conservar unas cuotas desproporcionadas de poder, sin el apoyo a Sánchez como presidente.

La mejor prueba de la voluntad de perpetuación en Pedro Sánchez, por rotundas que sean las pruebas de acusación, es la inexorable voluntad de imponerse a la autonomía judicial y a sofocar los procesos que le van cercando. De un lado, lucha a muerte en cada caso, llegando al fraude de ley como en Extremadura. Y sobre todo, creando por la vía legal las condiciones para impedir una situación como la presente. Acaba de recordarlo la juez Natalia Velilla en El Confidencial, con una cascada de decretos-ley en curso, dirigidos a acabar con la independencia judicial.

Primero, limitación de la acción popular, vaciando al artículo 125 de la Constitución. Segundo, reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para otorgar la instrucción a los Fiscales -léase a los dependientes de García Ortiz- por encima de los jueces. Tercero, reforma del Estatuto del fiel entre los fieles, el fiscal general del Estado. Cuarto, desprofesionalización en el acceso a la carrera judicial. En suma, un menú completo de desnaturalización del Poder Judicial, y en consecuencia de la división de poderes.

El recorrido es, pues, inverso al de la Mafia, la cual, sobre el vacío del poder estatal, construye su propio poder. Aquí, es un Estado el que vacía el contenido de leyes e instituciones, para la imposición fraudulenta de los intereses personales de su presidente. Invulnerable desde el interior. Siguiendo caminos opuestos, hemos llegado al punto de encuentro: la destrucción de la democracia.

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