The Objective
Teresa Giménez-Barbat

Calificarse de progresista es como calificarse de guapo

«No son progresistas esos ministros y portavoces que repiten bulos sobre bombas-lapa a sabiendas de que desinforman a los ciudadanos y que calumnian a inocentes»

Opinión
Calificarse de progresista es como calificarse de guapo

Ilustración de Alejandra Svriz.

«Jueces progresistas», «Mujeres progresistas», «Gobierno progresista». Llámate progresista y échate a dormir. Porque, sí, calificarse de «progresista» es como calificarse de «guapo». Y si te piropeas, tendrás que explicar los motivos. Guapo es algo concreto. Preguntas a Google y te contesta: «Alguien guapo o al que se le considera guapo es alguien que tiene una cara bonita. Un rostro que llama la atención por su belleza y en el que tal vez resaltan unos ojos de un color llamativo o que tenga una risa perfecta. Hombres guapos por ejemplo son Paul Newman o Brad Pitt».

Es, pues, algo objetivo, una realidad resultado de parámetros previamente definidos y que compartimos todos. Por ejemplo, el presidente del Gobierno es guapo. Puede ser más o menos el tipo de alguien, pero objetivamente es guapo. Si Koldo García o cualquiera de su trío de costaleros saliera diciendo que es guapo, nos reiríamos y diríamos que de ninguna manera. Ni Koldo, ni Santos, ni José Luis lo son. Brad Pitt no tiene que ponerle a nadie un piso ni una paga para que le encuentren guapo, por ejemplo. Sin embargo, si salen diciendo, como sin duda hacen, que ellos son «progresistas» la mayoría de la gente no sabrá contradecirles. Y están tan alejados del progreso como de la belleza, créanme. Porque «progresista» se ha convertido en un sinónimo de ser de izquierdas. Cosa que aún no ha pasado con ser guapo. De momento.

No les regalemos esto; no se lo han ganado. Como definición, el progreso es la existencia de un avance y una mejora en la sociedad. Pero la izquierda, aunque, por un lado, niegue que tal progreso exista por su vinculación con el capital, la ciencia y la tecnología, se lo apropia como calificativo. Se lo atribuye sin verse obligada a rendir cuentas sobre su contribución real a ningún avance. Que se califiquen unos de «jueces progresistas», es como que se califiquen de «jueces guapos». Lo serán o no lo serán. Pero lo serán por algo.

Tampoco es tan difícil: es demostrable y falsable. Bastaría con establecer las reglas, los indicadores y las formas adecuadas de evaluación. Si establecemos unos indicadores racionales sobre qué es una mejora o un avance social en el trabajo de un juez, podríamos comparar entre los considerados «conservadores» (aunque no hay ninguna asociación que se autocalifique así) y los que presumen a priori de progresistas. Igual habría sorpresas, y más en estos momentos.

«Desentrañar la telaraña de mentiras, sobornos y amenazas que sustentan el poder del bandolero jefe sería un progreso»

Ser progresista es aportar progreso acercándose en la medida que permitan los medios de cada momento, a la realidad. ¿Quién es progresista entonces? Pues ciertos periódicos –como este donde escribo hoy– que están investigando la verdad y destapando la corrupción económica y moral de este Gobierno. Esto es un avance. Desentrañar la telaraña de engaños, mentiras, sobornos y amenazas que sustentan el poder del bandolero jefe sería claramente un progreso para la ciudadanía. Pero no son progresistas esos ministros y portavoces que repiten bulos sobre bombas-lapa a sabiendas de que desinforman a los ciudadanos y que calumnian a inocentes.

Esa Señá Leire que miente como una bellaca mientras en Ferraz aprietan el esfínter, tampoco. Y, si quieren algo menos escatológico pero igual de poco progresista, recuerden esa imagen de Salvador Illa humillado mientras le gritan independencia («Ho tornarem a fer») a la cara en un acto en el Palau de la Música. ¡Qué papelón el de los progres! Porque en español existe otro calificativo mucho más adecuado para el que alardea de progresista cuando sólo posturea y presume: progre. Y Pedro Sánchez, guapo y progre, está destrozando al país hundiéndolo política y moralmente.

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