The Objective
Antonio Caño

Feijóo frente a Sánchez

«Un duelo a garrotazos entre populistas podría perjudicar al Partido Popular, pero sobre todo sería un dramático retroceso para España»

Opinión
Feijóo frente a Sánchez

Ilustración de Alejandra Svriz.

La manifestación organizada por el PP el pasado domingo en Madrid ha provocado algunos elogios más o menos previsibles por sus dimensiones y algunas críticas igual de predecibles sobre su oportunidad y contenido. Ni unas ni otras irán demasiado lejos porque el acto no fue de proporciones suficientes como para mover el tablero político y pasará pronto al olvido.

Sí sirvió, no obstante, para comprobar las dos tendencias que ahora mismo conviven en el partido y la intención de Alberto Núñez Feijóo de sobreponerse a ellas como un líder con capacidad de aglutinar o representar a todo el antisachismo. Es pronto aún para saber si lo está consiguiendo, pero, en ese sentido, la manifestación del domingo es la prueba de que tiene una dura misión por delante: contener la ansiedad de sus votantes más enardecidos de aquí a las próximas elecciones sin alejar a los más titubeantes y prudentes.

El saldo hasta ahora de Feijóo es el de un aprobado justo. Su gestión no ha respondido del todo a las expectativas que su nombramiento generó, aunque mantiene al partido en un lento pero constante crecimiento que le puede permitir, según las encuestas, ser el próximo presidente del Gobierno. Por un lado, ha fracasado a la hora de ofrecer a la nación un proyecto alternativo al sanchismo consistente y convincente, quizá por la falta del equipo adecuado para conseguirlo. Al mismo tiempo, su figura se ha instalado como la de un político honrado y tranquilo que podría devolverle al país la serenidad y capacidad de consenso perdidos hace tiempo.

Ha cometido dos grandes errores: permitir las negociaciones de sus barones con Vox en vísperas de las elecciones de julio de 2023 -lo que a la larga impidió su acceso a la Moncloa- y dejar que Carlos Mazón siguiera en su cargo después del desastre de la dana de Valencia. Ambos le han otorgado una imagen de debilidad que perjudica a su liderazgo. Pero, ese comportamiento le permite a su vez presentarse como un dirigente que respeta la democracia interna en su partido y que acepta el juego de las discrepancias políticas sin que se sienta por ello mermado de autoridad. Es decir, todo lo contrario que Pedro Sánchez.

Combinadas virtudes y defectos, el saldo es el de un líder que no acaba de desatar el entusiasmo de los suyos, pero que puede pasear por cada rincón de la geografía española sin miedo a ser insultado o increpado en público. Es decir, todo lo contrario que Pedro Sánchez.

“Sánchez ha demostrado que sólo se siente fuerte y ganador en el terreno de la división y el enfrentamiento”

Hay que ver si con eso le da a Feijóo para llegar a las próximas elecciones en condiciones favorables. No va a ser sencillo. Sánchez ha demostrado que sólo se siente fuerte y ganador en el terreno de la división y el enfrentamiento político extremo. Lo que hoy vivimos en el país puede ser una broma comparado con lo que nos espere a medida en que el fin del sanchismo se acerque. Las provocaciones al PP van a ser constantes. Sánchez quiere llegar a esas elecciones en un clima político tan oscuro y bronco como para que resulte indistinguible la realidad de la ficción y los incondicionales acudan a votar por él como un acto de patriotismo y defensa democrática.

Todo lo que ocurra para conseguir ese clima azuzará a su vez a los votantes de derechas, que mirarán día a tras día a las ventanas de Génova para ver qué se le ocurre hacer a Feijóo. Y como a Feijóo no se le puede ocurrir nada porque vivimos en una democracia y las únicas dos vías para desalojar a Sánchez -elecciones y moción de censura- están por ahora cerradas, la ansiedad de los votantes populares va a ir en aumento.

No da ahora mismo la impresión de que Vox sea capaz de rentabilizar mucho esa ansiedad, pero ese no es el único peligro que esta situación tiene para Feijóo. Feijóo tiene que gestionar este tiempo, que durará lo que Sánchez quiera, tal vez corrigiendo algunos de los defectos exhibidos en los últimos años, pero, sobre todo, sin perder las virtudes que ha mostrado hasta ahora. Su estilo y su discurso son los correctos, por mucho que cueste reconocerlo en el tiempo que vivimos. Debe evitar cualquier tentación de combatir con Sánchez en el terreno del populismo y la radicalidad al que le va a invitar cada vez con más insistencia. Un duelo a garrotazos entre visiones demagógicas y extremas de entender este país podría suponer a la larga un perjuicio electoral para el PP, pero sobre todo sería un dramático retroceso para España.

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