El antisanchismo no es suficiente
“El antisanchismo se convierte en un brindis al sol si no va acompañado de un programa de regeneración democrática que ya sólo puede ser radical y contundente”

Ilustración de Alejandra Svriz
Para mí, discrepar de Fernando Savater es uno de los más altos placeres que me es dado experimentar, toda vez que, estando casi siempre de acuerdo con lo que escribe, cuando veo que no puedo estarlo comienzo a pensar, tal vez ilusoriamente, que soy capaz de pensar por mí mismo, si bien con fundadas sospechas de que posiblemente esté pensando mal. Yo en esto soy un poco como aquellos intelectuales de los años sesenta del siglo pasado que, cuando les pedían su opinión sobre algún asunto muy intrincado, respondían sin inmutarse: “Yo, sobre eso, lo que diga Aranguren”. Precisamente por ello, individuos al fin y al cabo como somos, nos resulta tan vivificante leer algo de alguien a quien consideramos un maestro y sentir que, por más que uno quiera, no puede estar de acuerdo.
Tal es lo que me ha ocurrido con el artículo de Savater Plaza de España, en el que el filósofo, al tiempo que animaba a acudir a la convocatoria del PP contra el Gobierno de Pedro Sánchez, confesaba también sentirse irritado por quienes dicen que la oposición no tiene más plan que el antisachismo. “¿Les parece poco?”, se preguntaba el filósofo, “es lo que más necesita este país”. Pues bien, yo, para mi desgracia, soy uno de esos a los que, pareciéndoles, por supuesto, el antisachismo, como a cualquier persona decente (aquí ya no se trata de izquierdas o derechas), condición de posibilidad imprescindible de todo lo demás, me resulta, sin embargo, claramente insuficiente.
De hecho, considero que el antisachismo, por sí solo, pierde fuerza y se convierte poco menos que en un brindis al sol si no va acompañado de un programa de regeneración democrática que a estas alturas de la película ya sólo puede ser radical y contundente. La prueba de ello la tenemos precisamente en el antisachismo puramente feble y errático que exhibe el PP.
Por supuesto, el artículo de Savater, según es costumbre de la casa, contenía otras gemas encerradas. Por ejemplo, ha sido el único que ha tenido la lucidez o la perspicacia de poner de manifiesto hasta qué punto constituye una indecencia para que la que no tenemos nombre el hecho de que unos pícaros sin escrúpulos que se desplazan en coche oficial hayan hecho uso de un bulo sobre “bombas lapa» para atacar precisamente a aquellos que durante años sí tuvieron que estar mirando cada día debajo de los suyos y que de verdad se jugaron la vida por la democracia.
“Comprendo que haya gente” –nos dice el filósofo- “que por miedo calle ante el terrorismo separatista, pero es inadmisible que hoy no se subleven ante quienes insultan a los que afrontaron los riesgos que lo demás rehuían y salvaron así la decencia cívica de este país”. Un poco más adelante, Savater arremetía contra la abyecta ponencia del Tribunal Constitucional que no sólo deja sin efecto el golpe de Estado de los separatistas catalanes, sino que prácticamente nos pone a todos de rodillas ante ellos.
“Si hay algo en este mundo de lo que nuestra derecha siente pánico es a que puedan considerarla facha”
Precisamente por estas razones, Savater afirma con razón la perentoriedad ineludible del antisachismo. Este, nos dice, “es el antiseparatismo, es la anticorrupción, es la antimanipulación histórica, es reivindicar el uso prioritario de la lengua común, es oponerse a la justicia con perspectiva de género, es luchar contra los quienes creen que los deseos o caprichos de cada cual deben ser leyes para todos, es defender que España debe ser el nombre de una democracia unida bajo el símbolo de la corona”. Pues bien, es aquí donde, por parafrasear a Borges, los senderos de Savater y los de quien esto escribe se bifurcan.
El mismo día que se celebraba la manifestación del PP en Madrid, los informativos del Canal Sur en Andalucía, comunidad en donde el partido de Feijóo lleva ya dos legislaturas gobernando sin que puedan apreciarse cambios ideológicos significativos con respecto a las décadas de predominio socialista, abría sus informativos de mediodía con un “crimen machista” que se había producido en Marbella y las subsecuentes declaraciones de Juanma Moreno al respecto proclamando que ante esta lacra debemos permanecer todos unidos.
Acto seguido, el telediario se trasladaba a la Aldea del Rocío, desde donde se informaba con todo detalle de los apasionantes vaivenes, misas, calores, desmayos, que allí se estaban produciendo. Y por fin, ya en el minuto veinte aproximadamente, se le daba un hueco, más bien apresurado, a la convocatoria de Madrid, como si hubiera un poco de vergüenza de que los andaluces se enteraran de que el PP se había manifestado. Ya se sabe que si hay algo en este mundo de lo que nuestra derecha siente pánico es a que puedan considerarla facha, sobre todo los columnistas de los medios de la izquierda. Juanma Moreno es indudablemente antisanchista, pero como la Julia Roberts de Pretty Woman yo y otra mucha gente ya no nos conformamos: lo queremos todo, queremos el lote completo.
En mi opinión, si no hay una alternativa ideológica que se precie al modelo de pensamiento dominante, así como a sus letales consecuencias sobre las estructuras del Estado, no puede haber un antisachismo eficaz y coherente. Vuelvo a referirme a la Conferencia de Presidentes autonómicos, en la que la panda de burócratas en el puente de mando del PP se han mostrado cuanto menos compungidos por el desafío que Isabel Díaz Ayuso les ha lanzado a los separatistas a cuenta del cuento de los pinganillos. Entre el camino del ser y el del no ser de los que hablaba Parménides en los inicios de la filosofía, el PP optará siempre por el segundo.
“En este país hemos dado en considerar el centro como una suerte de reflejo de la izquierda, pero dando menos la matraca”
En tal sentido, si el antisachismo es, tal y como afirma Savater, antiseparatismo, Feijóo tiene numerosas declaraciones al respecto que no proyectan sobre este problema, sino voluntad de inercia y continuismo. Lo mismo ocurre con lo que respecta a la lengua común, sobre la que el presidente del PP se ha manifestado reivindicando lo que él llama un bilingüismo armónico, algo que, no siendo gallego, soy incapaz de entender.
Más quimérico, si cabe, es que el presunto antisachismo del PP comporte una oposición a la justicia con perspectiva de género. En este tema, ni siquiera Ayuso es capaz de cambiar el paso frente a lo que le que marcan los delirios ideológicos de la izquierda. Para colmo, al final de la manifestación, Feijóo declaró que “nadie le va a mover de la centralidad”, lo cual suena muy bien, salvo por la circunstancia de que en este país hemos dado en considerar el centro como una suerte de reflejo de la izquierda, pero dando un poco menos la matraca.
Así pues, ¿qué hacer?, que se preguntó aquel. En el mes de julio el PP ha convocado un congreso. Yo me comprometo a escribir un artículo desmintiéndome públicamente a mí mismo si de allí sale una sola propuesta que sea verdaderamente antisanchista. Y aun así, rehenes como somos de este chantaje moral sobre el que se sustentan los partidos en nuestra democracia, llegarán las elecciones y, por puro antisachismo, puesto que el conservadurismo de Vox nos resulta demasiado ultramontano; volveremos a votar al PP, pero lo haremos, por jugar con una imagen que le gustará a Savater, como el pobre Ismael al final de Moby Dick, en medio de un océano de escepticismo y abrazados una vez más a una tabla del ataúd de nuestros sueños ideales para nuestra democracia y nuestro país.