Las barbas de Cristina Fernández de Kirchner
«Aquí tenemos nuestro pequeño o gran latrocinio, también vinculado a la figura del presidente. Tenemos viejos y nuevos intentos del Gobierno de controlar la justicia»

Cristina Fernández de Kirchner comparece en la sede del Partido Justicialista tras conocer la ratificación de su condena por corrupción. | Virginia Chaile (Zuma Press)
Los bonos y las acciones argentinas han dado un salto del 6% en el mercado nacional, y del 8% en Wall Street. Ese cambio repentino del sentimiento inversor, un sentimiento refrendado por las decisiones de inversión, no se debe a que haya nuevas noticias económicas positivas. Y las hay todos los meses. No se debe, o no del todo, a las nuevas medidas del Banco Central de la República Argentina, que este gobierno ha prometido eliminar. Se debe a la noticia del momento, que es la confirmación, por la Corte Suprema, y en una decisión unánime, de la condena a seis años de prisión por delitos de corrupción de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
¿Qué lleva a los inversores a aflojar el bolsillo y apostar por el futuro tras una decisión judicial de este cariz? Hay tres consideraciones que, según los analistas, han tenido en cuenta. La primera es que Cristina ya no va a ser candidata del kirchnerismo a las elecciones. Parte de la condena es una inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. El Partido Justicialista tiene la oportunidad, porque tiene la obligación, de renovar su liderazgo. No mucho, porque no parece probable que un candidato sorpresa barra a todos los que han gobernado con los Kirchner. Y el Partido Justicialista es el órgano más oficial del peronismo, en un país en que el peronismo lo impregna todo, y múltiples partidos se declaran peronistas. Y no tiene rival en número de afiliados. Otra cosa son los votantes, que en estos momentos prefieren la revolución mileísta al latrocinio kirchnerista de dimensiones bíblicas.
La segunda consideración es que, como consecuencia de la sentencia, parece que la política reformista que está realizando Javier Milei tiene más fuerza hoy que la que tenía la semana pasada. Aunque, sin despreciar la capacidad de muchos votantes argentinos por el fanatismo personalista, ya la vimos con Evita y con Juan Domingo, las masas que siguen hoy a Cristina no le aseguraban una vuelta al poder, ni mucho menos. Incluso en la rehala peronista son muchos los que le dan la espalda, más por la crisis económica que por el expolio indecible y sin medida de los Kirchner y sus adláteres. Lo cierto es que la perspectiva de hoy no dista mucho de la que había antes de la sentencia: las elecciones legislativas de octubre reforzarán la coalición que apoya a Milei, y éste podrá profundizar en las reformas.
Y tres: el sistema ha superado a la enorme capacidad del kirchnerismo de retorcer las instituciones, y en particular a la justicia, para poder robar sin que nadie les moleste. Cristina, precisamente, intentó crear una justicia a su medida. El CGPJ de allí se elegiría en las urnas, donde la maquinaria política kirchnerista era, entonces, imbatible. Aquello no prosperó, y por eso ha acabado en la cárcel. La relativa estabilidad del sistema judicial permite a los inversores pensar que quizás no sea tarde para el imperio de la ley en Argentina.
De todos los casos en los que la actuación de los Kirchner ha sido más que cuestionable, lo que ha llevado a Cristina Fernández detrás de los barrotes (no se sabe aún si de la cárcel o de las ventanas de su casa) es el llamado Caso Vialidad. La mecánica del saqueo es tan vieja como las obras públicas. Yo te las doy a ti, y tú me haces (más) rico. El empresario beneficiado por la decisión política de Kirchner fue Lázaro Báez. En realidad, Báez no era constructor, sino amigo de Néstor Kirchner. Fue el difunto presidente quien le convirtió en empresario y midas de las obras públicas. El juez le ha dado a los condenados diez días para que restituyan el dinero.
«La visión política (y empresarial) de Pablo Iglesias ha sido asumida por Pedro Sánchez»
Lo que está ocurriendo en Argentina nos afecta; yo diría que nos afecta directamente. Porque Argentina fue el ejemplo de progreso (de progreso de los políticos, es decir), de Podemos, aquél partido. Bien, Podemos se ha quedado en muy poco, aunque en estos momentos tiene uno de los botones nucleares que puede llevar a unas nuevas elecciones, y parece que recuperará la primacía en la izquierda de la izquierda. Pero lo importante no es ese partido, sino el hecho de que la visión política (y empresarial) de Pablo Iglesias ha sido asumida por Pedro Sánchez. Iglesias es el hombre más importante de la política española porque su programa de progreso se está implantando, punto por punto. Por desgracia para él, el protagonista de esta historia no se apellida Iglesias, sino Sánchez.
Aquí tenemos nuestro pequeño o gran latrocinio, también vinculado a la figura del presidente. Tenemos viejos y nuevos intentos del Gobierno de controlar la justicia. Tenemos los mismos periodistas serviles del poder. Sobre sus medios de comunicación, aquí como allí, cae una lluvia de dinero público.
Lo que está por ver es si la justicia española resistirá el intento de Sánchez y su banda de aherrojarla. Seguro que el presidente está mirando las barbas de su admirada Cristina Fernández. No le vaya a pasar a él lo mismo, y acabe subiendo la bolsa como la espuma.