The Objective
Francisco Sierra

Pobre Sánchez, lo que sufre con los suyos 

«Todos los entornos de Sánchez están manchados y acosados ya por la justicia. El familiar, el gubernamental y sobre todo, el del partido»

Opinión
Pobre Sánchez, lo que sufre con los suyos 

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

44 días llevaba mudo Pedro Sánchez. Huyendo de las preguntas de los periodistas y evitando responder en el Congreso a las de la oposición. Como si el apagón eléctrico también le hubiera afectado al presidente. Calló con los wasaps de Ábalos, calló con el casi seguro procesamiento de su fiscal general del Estado, calló con el procesamiento de su hermano, calló con la imputación de su esposa, calló con los vídeos y grabaciones de la fontanera Leire Díez y calló con las cintas del comisario Villarejo sobre los manejos que presuntamente había en las saunas y prostíbulos propiedad de su suegro. 

Ahora que la UCO ha hablado, Sánchez ha tenido que salir de su escondite dialéctico para pedir perdón a la ciudadanía y en especial a los militantes y simpatizantes socialistas. Como si él no hubiera nombrado, mantenido y defendido desde esas primeras primarias a los protagonistas de la corrupción. Él no reconoce culpa en esa corrupción sistemática en la cabeza sanchista del partido socialista. Dos secretarios de organización, Ábalos y Cerdán, protagonistas del gravísimo informe de la UCO. Un informe que desvela, con la crudeza y sinceridad que tienen las conversaciones telefónicas grabadas sin que los protagonistas lo sepan, la mayor red de corrupción conocida encargada de cobrar mordidas en obras públicas. 

Dice que pedirá una auditoría externa sobre las cuentas del partido como si con esa decisión pueda tranquilizar a todos sobre la financiación del PSOE. Dice Sánchez que cree en la “limpieza de la política” y a continuación habla de que el Gobierno sufre un asedio por parte de la oposición, por cuestiones que no tienen que ver con la realidad. Como si la larga lista de casos judiciales fueran un invento.

Dice el presidente que no habrá convocatoria electoral hasta el 2027 porque para Sánchez “esto no va de mí». Como si él no fuera el secretario general del PSOE que ha nombrado por dos veces a un secretario de organización corrupto. No le tiembla la cara cuando dice que asume la responsabilidad política que para él, y eso es nuevo en la teoría política, consiste en actuar (dice que lo está haciendo al hablar media hora con la prensa), de colaborar con la justicia (dice también que lo está haciendo, aunque acuse a los jueces de lawfare) y la de trasladar a la ciudadanía disculpas y perdón. En su nuevo concepto de responsabilidad política, Sánchez cree que se trata de salir ante los medios con cara seria y triste y tono humilde, y decir que el que más sufre es él porque Cerdán le ha decepcionado. 

Rechaza con desprecio, por ser para él en su personal sentido de la limpieza democrática, una minucia insignificante, el que el número tres del PSOE, Santos Cerdán, ordenara un presunto pucherazo a Koldo García en las primarias del 2014 para la elección de secretario general. «Cuando termines apuntas como que han votado esos dos que te faltan sin que te vea nadie y metes las dos papeletas». Presunto pucherazo en su primer triunfo. Dice la UCO que dijo Cerdán. Tristeza y dolor, dice Sánchez que luego añade que las ganó por más votos. No le importa la limpieza. E insiste en su tristeza porque lo hicieran eso sus hombres, a su favor, y por su triunfo. Triste por él. No por la limpieza de la elección. 

No podemos olvidar que años después volvería a intentarlo. Decía una de las primeras víctimas de Sánchez, el que fuera líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, que “había visto a Sánchez coger una urna y meterla detrás de un biombo para intentar cambiar el resultado de una votación”. Fue en 2016 durante una reunión del Comité Federal que acabó en una gravísima crisis en la que Sánchez acabó dimitiendo como Secretario General y más tarde como diputado. Era el momento del “No es no”. Y esa postura le llevó fuera del poder. No se quedó en la derrota y decidió iniciar su recuperación en lo que se llamó la “campaña del Peugeot», el coche particular en el que se desplazaba por las sedes de toda España Pedro Sánchez, en compañía de sus tres más fieles: José Luis Ábalos, Santos Cerdán y Koldo García. De los cuatro, tres están ya en el sumidero judicial. 

Todos los entornos de Sánchez están manchados y acosados ya por la justicia. El familiar, el gubernamental y sobre todo, el del partido. Ese PSOE en el que millares de militantes, y seguro que millones de votantes, se rasgan escandalizados las vestiduras, ahora que está grabado por Koldo o por Leire y ya no se puede decir que sean bulos o fango. Las grabaciones del primero demuestran la putrefacción en la que trabajaban los principales asesores de Sánchez. Las de la segunda demuestran hasta qué punto estaban dispuestos a bajar a las cloacas y romper las esencias de un Estado de derecho democrático para proteger al líder. 

¡Claro que querían desprestigiar como fuera al mando de la UCO! Creían que solo dinamitando la confianza de la ciudadanía en sus fuerzas de seguridad podrían intentar disimular el hedor de su basura. Afortunadamente, no lo han conseguido y la UCO, los jueces y la prensa independiente ha hecho su trabajo para denunciar, limpiar y contrarrestar a esa red que ha buscado el poder como sea. Cerdán, el hombre que negociaba con Puigdemont en Suiza la política del gobierno, era ya un ejemplo de inmoralidad política y ahora se demuestra que esa inmoralidad se extendía, presuntamente también, hacia sus intereses económicos personales.

Ferraz fue desarmado estos años por Sánchez. Presuntos pucherazos, fueron seguidos por purgas completas que aplastaron toda voz crítica con él en el partido. Desde hace años los socialistas críticos con inmoralidades como la amnistía o los cupos o los pactos con Bildu, fueron llamados fachas. En las últimas semanas, los que decían que no se podía seguir así, como Eduardo Madina, eran insultados y abroncados por matones dialécticos como Óscar Puente. 

Sánchez va a sacrificar de nuevo al PSOE con tal de seguir en el poder. Podrá negar y aguantar. Intentará ahora, con más ansias que nunca, leyes que controlen a jueces, fiscales y prensa. Podrá intentar con el cobarde silencio de sus socios parlamentarios seguir en la Moncloa hasta el 2027. Pero quemará a su partido hasta desfigurarlo. Ya tiene a casi todos sus ministros quemados por poner la mano en el fuego. De Montero a Bolaños la lista de grandes quemados, con Zapatero incluido, es larga. Pero más graves son las quemaduras de un partido que sigue ardiendo mientras su Nerón solo piensa en su Moncloa. En realidad, solo piensa él. Solo le ha faltado decir a los españoles que tranquilos que él se encuentra bien. Ya lo hizo una vez.

Esta vez en vez de cinco días de meditación ha preferido comparecer como el triste y dolido afectado por la corrupción de su gente de confianza. Pobre Sánchez, lo que sufre con los suyos.

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