The Objective
Ignacio Vidal-Folch

Un poco más de respeto para Eduardo Madina

«Madina arriesgó su vida cada día en los años de ETA y a punto estuvo de perderla. Eso le confiere sobre el ministro Óscar Puente una superioridad en el orden moral»

Opinión
Un poco más de respeto para Eduardo Madina

Ilustración de Alejandra Svriz.

Eduardo Madina (1976) es actualmente un ciudadano español que trabaja en una empresa privada, y militante del PSOE. Por esta formación era diputado cuando en 2002 los terroristas Iker Olabarrieta y Asier Arzalluz le pusieron una bomba lapa en los bajos de su coche. A consecuencia de sus heridas hubo que amputarle una pierna.

Doce años más tarde compitió con Pedro Sánchez por la secretaría general de su partido y perdió. Con motivo de esa intentona, un tal Benicio Alonso Pérez, diputado del PP y ex consejero del Cabildo de Canarias, se refirió despectivamente a él en la radio como «el cojito de ETA».

—Por ahí anda el cojito de ETA… ¿eh? ¿No?… El cojito de ETA.

Tal bajeza fue embarazosa para sus correligionarios, y los socialistas exigieron que fuera depuesto de sus cargos. Don Benicio falleció el año pasado, andará en el purgatorio por zafio, a no ser que Dios, en su infinita misericordia, contemple la carencia de sensibilidad como atenuante. (También el año pasado salió de la cárcel Iker Olabarrieta, el etarra que le puso a Madina la bomba lapa. Su partner in crime, Asier Arzalluz, también asesino del periodista López de Lacalle, sigue viviendo a costa de los presupuestos del Estado, o sea, entre rejas, según creo). En fin, el pasado, que está a la vuelta de la esquina…

Madina siempre ha parecido una persona elegante, nunca se le ha oído lamentarse ni alardear del daño que se le infligió, cuyas consecuencias son irreversibles. Tras años de tensiones y discrepancias con la dirección de su partido, renunció a su escaño y actualmente trabaja en una consultora. Pero le preguntan su opinión, de vez en cuando.

«El atentado del año 2002 no le afectó a la capacidad de razonar ni a la de expresarse»

El atentado del año 2002 no le afectó a la capacidad de razonar ni a la de expresarse, y haciendo uso de ella el pasado día 5 dijo en la radio algunas frases críticas con el Gobierno, a raíz del affaire Leire Díez.

El ministro Óscar Puente, muy combativo en las redes sociales, inmediatamente publicó, refiriéndose a Madina, este mensaje que inmediatamente nos recordó a don Benicio Alonso: «El que faltaba del cuarteto de los resentidos, que no ganaría hoy en el Partido ni una asamblea en su pueblo. Ni una vez se os ha visto salir a defender a vuestro partido del acoso diario de la derecha». [Se le olvidó añadir «y la ultraderecha»]. 

El mensaje sigue colgado hoy, de manera que no puede alegar el señor ministro que lo escribió en un rapto de ira momentáneo y que se le fue la mano, como a tantos tuiteros bocachanclas que han pagado muy caro un descuido de la templanza o un chiste de mal gusto. Aún siendo un asunto –«con la que está cayendo»– menor, muy menor, da pie a algunas consideraciones que paso a exponer con el ánimo más constructivo y, créame el lector, desinteresado, pues en la fiesta nacional me quedo en la cama igual, no voto en los comicios, ni firmo manifiestos, ni acudo a manifestaciones de ningún signo, ni la brega política española me interesa más allá de una curiosidad de tipo deportivo, como los partidos de fútbol de la Liga o las peleas entre las familias Bonanno, Colombo, Gambino, Genovese y Lucchese por el control de las calles de Nueva York. Es decir, sólo por lo que tiene a veces de reveladora de la naturaleza humana.

La primera consideración: inferir de un desacuerdo del señor Madina con la actual dirección de su partido que obedece al «resentimiento» es un argumento ad hominem y una presunción impertinente, por no decir injuriosa.

«El señor ministro Puente nunca, que se sepa, ha arriesgado la vida por su partido ni por su país»

Segunda consideración: no es lo mismo torear en la plaza que fumarse un puro en el tendido. El señor ministro Puente nunca, que se sepa, ha arriesgado la vida por su partido ni por su país –a no ser que computemos el hecho de escribir tweets como una actividad temeraria–. Mientras que el señor Madina sí la arriesgó cada día en los años de ETA y a punto estuvo de perderla. Esto es un dato objetivo. Eso le confiere sobre el ministro una superioridad en el orden moral. Sólo por ello Madina merecería, si no su gratitud, por lo menos un poco más de respeto.    

Tercera: no demuestra mucha inteligencia acusar a Madina de perdedor, habiendo perdido Puente en el año 2023 la alcaldía de Valladolid, y habiendo resucitado como ministro únicamente por merced de su superior.

Cuarta: no es bonito que un ministro la tome con un militante de base por manifestar en público su opinión. Parecería que no acepte discrepancias en la clase de tropa. Por otra parte, si ese militante es tan insignificante y tan poco influyente que no ganaría ni una asamblea en su pueblo, ¿qué sentido tiene denostarle?

Quinta y más importante: el número de seguidores da, o quita, la razón en el orden estadístico, y en las técnicas de marketing y publicidad, y atribuye legitimidad para ejercer el poder democrático, pero en el debate de las ideas es irrelevante. La verdad no es necesariamente lo que diga la mayoría de la gente. Las clases que daba Hegel estaban abarrotadas, y el aula contigua, donde Schopenhauer impartía sus lecciones, desierta. Al margen de que esto a Schopenhauer le fastidiase mucho, ¿qué importancia tiene?

Envoi: tápese un poco, ministro.

Publicidad