The Objective
Martín Varsavsky

Así vence Israel a sus enemigos

«La estrategia israelí parte de una premisa clara: no se puede perder ninguna guerra. La existencia misma del país depende de eso»

Opinión
Así vence Israel a sus enemigos

Alejandra Svriz

En menos de tres días, la Operación León Naciente, ejecutada por Israel, cambió por completo el equilibrio estratégico en Medio Oriente. Fueron destruidas las principales instalaciones nucleares de Irán: Natanz, Fordow, Arak y Qom. El complejo de misiles Shahid Hemmat en Teherán fue alcanzado con precisión quirúrgica. Las bases aéreas de Isfahán, Bandar Abbas y Shiraz quedaron inutilizadas. El sistema de defensa aérea Khatam al-Anbiya fue desarticulado, y los centros de radar y comando quedaron ciegos en las primeras horas del ataque.

Lo más significativo, sin embargo, fue el impacto humano. En esta ofensiva, Israel eliminó a gran parte de la cúpula militar y estratégica del régimen iraní. Entre los abatidos están:

  • Hossein Salami, comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria.
  • Ali Daryoush, jefe de operaciones exteriores del Quds Force.
  • Farid Mehran, responsable del programa de misiles balísticos.
  • Mohammad Reza Zahedi, comandante de operaciones iraníes en Siria y Líbano.
  • Ali Shamkhani, exsecretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional y asesor directo del Líder Supremo.
  • Parviz Fattah, presidente de la Organización de Industrias de Defensa, figura clave en el desarrollo armamentístico iraní.

Además, varios altos mandos han desaparecido del radar internacional. Algunos informes indican que salieron del país rumbo a Rusia o países del Cáucaso. En las calles de Teherán, el desconcierto es absoluto: columnas de humo, apagones, estaciones de servicio colapsadas, miles de personas intentando abandonar la ciudad y autoridades que ya no aparecen en público.

Israel sí sufrió bajas. Aproximadamente veinte civiles murieron y unos doscientos resultaron heridos por misiles lanzados desde Irán o por ataques indirectos desde Yemen. Pero ningún israelí —ningún piloto, comando o agente— murió en operaciones dentro de Irán. No hubo bajas operativas en suelo enemigo. Este dato, más allá de lo simbólico, refleja la preparación y la precisión con la que se ejecutó la operación.

La magnitud de esta victoria solo se entiende al mirar la desproporción entre ambos países. Irán tiene una población de casi 90 millones de habitantes, un ejército regular combinado con milicias armadas, acceso a tecnología militar rusa y china, y presencia en varios países vecinos. Israel, en cambio, tiene 9 millones de habitantes, una geografía estrecha y densamente poblada, y una historia marcada por la necesidad constante de defender su existencia.

Y, sin embargo, Israel vence. Una y otra vez.

No es un fenómeno reciente ni una excepción. Desde su creación en 1948, Israel ha sido atacado por vecinos mucho más grandes y mejor armados. En la Guerra de Independencia, apenas con armas improvisadas y milicias en formación, logró resistir la invasión simultánea de Egipto, Siria, Jordania, Líbano e Irak. En 1967, en la Guerra de los Seis Días, destruyó en tierra las fuerzas aéreas de tres países y conquistó territorios clave. En 1973, superó una ofensiva sorpresa en Yom Kipur, reorganizó su defensa en tiempo récord y terminó rodeando al Tercer Ejército egipcio.

En 1976, rescató a rehenes israelíes secuestrados en Entebbe, Uganda, con una operación que hoy sigue estudiándose en academias militares de todo el mundo. En 1981, bombardeó el reactor nuclear iraquí de Osirak antes de que entrara en funcionamiento. En 2007, repitió la maniobra en Siria. En 2010, infiltró el programa nuclear iraní con el virus Stuxnet, diseñado junto a Estados Unidos, causando estragos sin necesidad de ataques físicos. En 2018, sacó de Teherán media tonelada de documentos secretos sobre el programa nuclear iraní en una operación impecable. Y en 2020, asesinó al principal científico nuclear iraní, Mohsen Fakhrizadeh, con un fusil robotizado controlado a distancia sin presencia humana en el terreno.

No es una casualidad. Es una forma de operar. Es una doctrina.

La estrategia israelí parte de una premisa clara: no se puede perder ninguna guerra. La existencia misma del país depende de eso. Por eso, cada conflicto se estudia al detalle, cada error se documenta, y cada lección se incorpora a los sistemas de defensa y ataque. En Israel no se “supera” un fracaso. Se analiza, se aprende, se transforma en preparación.

La clave del éxito está en la integración total de inteligencia, operaciones y tecnología. El Mosad, la inteligencia militar, la Unidad 8200, las Fuerzas de Defensa y las reservas civiles forman un entramado compacto. La información no se acumula, se convierte en acción. Cuando se lanza un ataque, ya se ha simulado decenas de veces, con datos en tiempo real y conocimiento del terreno más profundo que el del enemigo.

Durante la Operación León Naciente, Israel utilizó inteligencia recolectada durante meses, plantó explosivos dentro de Irán, identificó con precisión los movimientos de los líderes militares iraníes y ejecutó los ataques con drones, misiles, sabotaje cibernético y unidades especiales. Todo, sin dar margen de respuesta. Los sistemas de defensa iraníes fueron cegados antes de tener tiempo de activarse.

A esto se suma una ventaja estructural: una población entrenada, movilizable y tecnológicamente avanzada. El servicio militar obligatorio y una cultura cívico-defensiva hacen que miles de israelíes puedan incorporarse al esfuerzo militar en cuestión de horas. No hay distinción entre “sociedad civil” y “defensa nacional”. Todo está conectado. Israel funciona como una gran startup defensiva, donde cada parte sabe qué hacer si las alarmas suenan.

«A diferencia de los regímenes que usan civiles como escudos o que glorifican la muerte como martirio, Israel invierte millones en sistemas que salvan vidas, no solo que las quitan»

Pero además, Israel prioriza la vida. A diferencia de los regímenes que usan civiles como escudos o que glorifican la muerte como martirio, Israel invierte millones en sistemas que salvan vidas, no solo que las quitan. El escudo antimisiles, los refugios, la coordinación con servicios médicos, los sistemas de alerta temprana… Todo está diseñado para proteger. Y también para ganar sin exponer innecesariamente a su gente. La prueba más clara es que ni un solo israelí murió dentro de Irán durante la operación más audaz de las últimas décadas.

La guerra, en Israel, no se romantiza. Se estudia. Se ejecuta. Se gana.

Muchos líderes de países enemigos han cometido el error de confundir la democracia israelí con debilidad, o su tamaño con fragilidad. Israel es un país pequeño, pero con un ejército que no improvisa, con inteligencia que penetra profundamente en sus amenazas, y con una determinación que no se construye con retórica sino con resultados.

Lo que vimos en estos días en Irán no es solo una victoria militar. Es una demostración de cómo se puede vencer a un adversario mucho más grande con inteligencia, anticipación y precisión. Es también una advertencia para quienes aún piensan que Israel puede ser rodeado, empujado o eliminado. La historia demuestra lo contrario. Y la historia, una vez más, se repite.

Israel no gana porque sí. Gana porque se prepara mejor. Gana porque no tiene otra opción.

Y cuando no hay otra opción, se gana como si se viviera en el filo de la navaja. Porque de hecho, se vive ahí.

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