La carrera de la muerte
«Sánchez sabía de que sus socios de Gobierno y mayoría, respirarían al declarar su continuidad, hasta 2027 y más allá, todos por conservar la cuota de poder»

Yacimiento visitable de Noheda.
En Noheda, una pedanía a dos pasos de Cuenca, se encuentra una villa romana espectacular, comparable a la siciliana del Casale, famosa ésta por sus jovencitas practicando deportes en biquini, pero sobre todo de valor excepcional por su secuencia de imágenes entregadas a ilustrar la gloria imperial de Roma. No es este el propósito del desconocido patricio que embelleció con sus mosaicos el triclinio de Noheda, y tampoco ordenar una hermosa decoración, como en tantas otras villas romanas de Europa y de África.
Las escenas mitológicas enfrentadas, y la de la pantomima a modo de resumen, ofrecen un relato complejo, pero legible, una unidad de significado, en torno a los riesgos y frustración del matrimonio, apuntando en la última banda su solución: la bacanal. Lo contrario que en el Casale, donde Eros es protector de los valores familiares.
La más impresionante es la primera, con la fábula de la bella Hipodamia. El rey Enomao, el padre, invita a sus pretendientes a competir con él en una carrera de cuadrigas a lo Ben-Hur. Siempre ganador, decapita al novio, ya que ha decidido perpetuar la posesión de su hija. La reiterada carrera mortal solo tendrá fin cuando uno de ellos pacte con un auriga la trampa que acabará con el padre incestuoso, uniéndose entonces a Hipodamia, a costa de la maldición que abre una secuencia de traiciones y desgracias. La obsesión de Enomao acaba produciendo el mal de todos.
La historia de Enomao e Hipodamia ofrece una metáfora de gran expresividad sobre los males de la tiranía, aplicable a todo tiempo y lugar. El rey padre está dispuesto a quebrantar todas las reglas, incluidos el fraude y la muerte, con tal de tener aferrado el poder, a su hija Hipodamia, cuyo acceso debiera encontrarse abierto a una competencia libre y plural.
Cabe pensar que es heredero suyo todo gobernante que trate de convertir la concurrencia política en una lucha a muerte contra sus competidores, en cuyo curso creará las condiciones para ser siempre vencedor y perpetuarse en una posesión ilícita. Al igual que en el mito, lo que debiera ser una pugna en condiciones de igualdad, se convierte en un monopolio fraudulento, que en el límite invita a ser eliminado de modo traumático, toda vez que han sido cegados los cauces para un relevo normal.
A la vista de los recientes acontecimientos, esta es tal vez la enseñanza más preocupante de la fábula para nosotros, fundamento de la enorme carga de corrupción recién descubierta. La perpetuación en el poder, la tiranía, lleva consigo de modo inevitable la inmoralidad, actualización del incesto de Enomao, y como siempre el derecho al robo con que sus servidores son pagados. Consecuencia: si al quedar al descubierto ese fraude, Pedro Sánchez no dimite ni reconoce responsabilidad personal alguna, queda claro que lo hará todo para burlar los obstáculos de la democracia, elecciones generales incluidas, y cumplir su objetivo de perpetuación. No admitirá la amenaza de otro 23-J. Acaba de iniciarse la carrera de la muerte entre la autocracia de Pedro Sánchez y el régimen constitucional.
La representación teatral del actor Pedro Sánchez, al fingir tristeza y desconsuelo, tras ser descubiertas las sórdidas aventuras de su Número 3, es la mejor prueba de ello. Nada era auténtico, desde un maquillaje ridículo, a la protesta de ingenuidad. Fue una farsa al servicio del encubrimiento de sus responsabilidades, empezando por el traslado de su rueda de prensa a Ferraz, como si su embajador ante Puigdemont solo tuviera que ver con el Partido. Y para terminar, todo seguía igual, con el fin de mantenerse haciendo cosas por el bien de España.
Atendiendo a su explicación, debió tratarse de un caso de desdoblamiento de la personalidad: los tres compinches, juntos desplegaban todo su fondo tabernario y corrupto, fundiendo cleptocracia y prostitución, mientras que al lado de Sánchez se metamorfoseaban en progresistas dignos y honrados, entregados al bien de la patria. A Sánchez los audios prostibularios de sus colaboradores “le repugnan”. Claro que la alusión del presidente a Susana Díaz, cuando celebra que estuviera “jodida”, lleva a pensar que como ocurrió con los mosqueteros, los tres eran cuatro.
Sánchez sabía de antemano que sus socios de Gobierno y mayoría, respirarían al declarar su continuidad, hasta 2027 y más allá, todos por conservar la cuota de poder, y algunos para seguir ahondando en la erosión del orden constitucional. Son su seguro de vida, tal vez con la excepción de Podemos, arrastrando hasta lo impensable sus pretensiones de pureza ideológica. No son los de Vox, sino las vestales feministas de Sumar y Podemos, las que debieran montar las broncas en Ferraz. No lo harán.
Es más, al verse envuelto en el verdadero fango, el de su corrupción, el presidente tiene muchas más razones que antes para no dimitir y, en cambio blindar su poder, a costa de una erosión cada vez más grave del orden constitucional. El doble fin de la maniobra resulta obvio: lograr la inmunidad de sus corrupciones, impidiendo que la amenaza se repita en el futuro, y subvertir en profundidad la estructura del Estado, para estar en condiciones de atender la demanda independentista, requisito imprescindible para su continuidad.
La súbita revelación del gran fraude del progresismo de Sánchez, de la condición gansteril de su gobierno, ha puesto a Pedro Sánchez ante el dilema de reconocer su culpabilidad o de encubrirla mediante una huida hacia delante. A la vista del show de los perdones y de la falsa promesa de regeneración, opta por esta última, buscando la cobertura del Partido, sobre la base del argumento que esgrimiera muy pronto Ramoncín en la noche de la Sexta: lo ha hecho tan bien, que por una corrupción más o menos, no va a arruinarse esa obra, con Cerdán como único culpable. O culpa “de unos pocos”. La farsa continuista ni siquiera se disimula con un “equipo de transición” irrelevante y culmina en el discurso de Sánchez tras la reunión de la Ejecutiva, hoy mismo, proclamando nada menos que la total limpieza de su Partido, frente a la corrupción del PP. Ha sido una obra maestra de la infamia política.
Pedro Sánchez seguirá exhibiendo su aureola de líder indiscutible, y con el fin de protegerla, deberá sofocar toda posibilidad de denuncia de su orla de delitos y acentuar la mutación autoritaria del Estado.
Atenderán al primer objetivo los proyectos de ley contra la presencia de las acusaciones privadas, para luego subordinar la instrucción de los jueces a los fiscales, colocar a estos bajo el control del fiscal general y, cerrando el círculo, establecer una nueva forma de acceso a la carrera judicial orientada a la desprofesionalización. Una vez garantizado que el acoso de la ley al poder de Sánchez resulte bloqueado, solo queda crear el cauce para que un dócil Tribunal Constitucional revise las sentencias desfavorables.
En este estado de cosas, al Tribunal Constitucional toca desempeñar un papel clave en la subversión del orden basado en la ley fundamental de 1978. El aval inminente a la Ley de Amnistía marcará el camino, convirtiendo al TC en auténtica fábrica de constitucionalidad, avalando como en este caso, y los que puedan venir, el ingreso en el sistema legal de normas abiertamente contradictorias con la ley de leyes. El principio de “creatividad” inspirador de la obra de Conde-Pumpido, sufrirá previsiblemente una mutación hasta dar vida a una auténtica metástasis constitucional para dar el pase a las leyes que permitan responder a las demandas de los independentismos catalán y vasco. En esta dirección, pronto llegará la Ley de Empleo vasca que excluirá del acceso a los puestos en la administración a los castellanohablantes, saltándose el artículo 3º de la Constitución. Gracias al TC, no hará falta acudir al trabajoso procedimiento de la reforma de la Constitución, para de hecho arrancar un fragmento tras otro, ley a ley, despiezándola al servicio del gobierno y de sus socios.
Por las dos vías citadas, se verán cumplidos los fines perseguidos por Pedro Sánchez: supresión de la autonomía judicial y metamorfosis del Tribunal Constitucional en agente de deconstrucción de la constitucionalidad. Seguirán a modo de complemento las necesarias normas limitativas de la libertad de expresión. El espacio dictatorial resultará bien delimitado y el presidente podrá respirar tranquilo.
Solo queda un último obstáculo para la perpetuación de Sánchez. Será preciso conjurar el riesgo de otro 23-J, y aunque Vox seguirá haciendo todo lo posible para debilitar al PP, y los intereses del independentismo y de los antisistema sean continuistas, el desgaste de Pedro Sánchez puede obrar el milagro de su caída, a pesar de los tremendos esfuerzos que llevará a cabo el gobierno para manipular la opinión. La vía más segura, que Sánchez no dudará en aplicar, aunque suponga de hecho un golpe de Estado blando, es una reforma electoral que potencie la representación y/o el peso de las comunidades nacionalistas donde el PP es muy débil, para confirmar el dominio de su actual coalición al otro lado de las elecciones generales. Con Vox y la indeterminación del PP a su respecto como preciosos auxiliares.
La gerrymandering intervino en el establecimiento de las reglas de juego a partir de 1977, con el Senado. Desconocemos como puede ser su entrada en escena de cara a 2027, pero lo único seguro es que Pedro Sánchez no va a dejarse vencer tranquilamente al aceptar un fair play. El presidente es un hombre decidido e implacable a la hora de luchar por sus objetivos, que en la situación presente coinciden con su supervivencia, esto es, con escapar a un suplicatorio. Si nos atenemos a ello, por muchos escándalos que se sucedan, de no surgir una novedad que le golpee de modo decisivo a título personal, la carrera de la muerte contra la democracia tiene como destino más probable el final buscado por Pedro Sánchez. Y este no es otro que el triunfo de la autocracia, al igual que sucediera con la competición trucada para obtener la mano de Hipodamia. Desde su lógica del poder, guiada por un cinismo absoluto, no tiene otra solución.