The Objective
Juan Luis Cebrián

Las corrupciones y el señor presidente

«Lo preocupante para el PSOE no es el futuro ya liquidado de su primer secretario, sino el del propio partido, el de este país y el de nuestra democracia»

Opinión
Las corrupciones y el señor presidente

Ilustración de Alejandra Svriz.

«¡No soy perfecto!»

De todas las frases para la historia que Pedro Enamorado ha repetido hasta la saciedad durante los últimos días, esta es la más repetida y la que más me ha interesado. Pone de relieve los pensamientos íntimos y las reflexiones profundas que debe de hacerse él mismo en su duermevela. Resulta que, buceando en los excrementos que sus íntimos allegados han vomitado durante la última década, ha debido de interrogarse sobre su propia mierda (examen de conciencia) y por eso confiesa públicamente su decepción y asombro (dolor de corazón). No por sus pecados, aún no reconocidos, sino por los que otros cometieron. Por algo se empieza, al fin y al cabo. 

Claro que tampoco esa confesión a lo ‘yo pecador’ sirve de nada como no sea argumento de una vulgar novela. Pero en el mundo de la imaginación, ¿cómo nadie puede creer que los lameculos de cualquier cabecilla en no importa qué organización tengan otra percepción de quien les manda que no sea la de quien se encarga de distribuir el botín, la fama o el prestigio? Y aun todo ello a la vez, según los casos.

De todas formas, no me parece inútil dar un pequeño repaso a las pequeñas imperfecciones de nuestro señor presidente que justifican su sincera declaración sobre su desconocimiento del vicio ajeno, y su incapacidad para distinguir el mal del bien, o la fidelidad de la adulación. Podríamos empezar por sus habilidades literarias, ya que de novelas y cuentos chinos estábamos hablando, pero no es alguien capaz de redactar los libros que firma ni las tesis que defiende. Para eso ya están los asesores, y otras imperfecciones más preocupantes le rodean. Seguro que es consciente de su hábito mendaz, pues acostumbra a hacer lo contrario de lo que predica, aunque no en su beneficio, según dice, sino en el de todos los demás. Aseguró que no dormiría si llegara a gobernar con el líder de Podemos, y es a este a quien en realidad le robó el sueño y su futuro político, pero también a numerosos ciudadanos socialdemócratas que le habían votado. Dictaminó enfático que la amnistía era absolutamente inconstitucional, bien poco antes de decretarla y rodearse de aspavientos en su favor. Los que es probable serán rubricados por la mayoría pseudoprogresista del Tribunal Constitucional, que no respeta ese dictamen de quien les nombró, o se abstiene, como en el caso del exministro de Justicia, quien justificó el indulto a los golpistas del catalanismo irredento argumentando que la amnistía no estaba permitida por la Constitución. Ignoraba que su jefe estaba a punto de cambiar de opinión. Y que al parecer la mayoría del TC está dispuesta una vez más a promover el descrédito de la institución. 

Para no hablar de los otros perfiles del gabinete Frankenstein, frase feliz de Pérez Rubalcaba, que describe mejor que nada el conjunto de oportunismos y ambiciones de un gobierno que presume de progresismo mientras alberga en su mayoría a formaciones supremacistas y xenófobas: delincuentes contra la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles y fundamento de nuestra Constitución, según esta misma proclama. O blanquea la violencia terrorista de la que fueron víctimas no pocos militantes del PSOE, y acude a los herederos políticos del proyecto etarra para disfrutar del poder tras haber perdido estrepitosamente las elecciones. 

«Está aún por explicar por qué despidió fulminantemente a su mano derecha en el Gobierno, hoy presunto líder de una banda criminal»

No es perfecto Sánchez, ni transparente tampoco, aunque está por ver que la transparencia sea una perfección en política. ¿Cómo ser transparente respecto a una política exterior que blanquea a la narco dictadura venezolana, y desobedece el mandato de Naciones Unidas en el reconocimiento de la pertenencia del Sahara Occidental a la corona de Marruecos? ¿Cómo no explicar las compensaciones políticas o económicas al respecto? ¿Cómo justificar que el nuevo plan de defensa nacional, y el aumento de su presupuesto, la cesión de nuestra frontera en Gibraltar, o la llegada de nuevos destructores americanos a Rota, no se discutan y voten en el parlamento? Los secretos de Estado son secretos de Estado, se argumenta.

Pero tampoco hay transparencia respecto a los secretos de alcoba. Está aún por explicar por qué despidió fulminantemente a su mano derecha en el gobierno, hoy presunto líder de una banda criminal, pero también a otros colaboradores cercanos como su antigua portavoz parlamentaria. Desconocemos los motivos por los que su esposa viajó a San Petersburgo, donde se encontró con el dueño de Air Europa y Víctor de Aldama, presente también este en la recepción en Barajas a la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez. Ni una palabra sobre la contratación, al parecer irregular y potencialmente delictiva de su hermano David, que no sabía donde estaba su despacho oficial, ni cómo se llamaba su cargo en la Diputación extremeña. Tampoco sobre las gestiones diplomáticas del ministro de turno para que legaciones extranjeras ayudaran a encontrar un trabajo a su mujer japonesa.

Ya queda dicho que definitivamente Sánchez no es perfecto. Por eso le parece que manipular las urnas en unas elecciones no es grave si solo son dos votos. Dos que se conozcan, habría que añadir. Su comentario, por lo demás, pone de relieve la falta de respeto del máximo dirigente del partido al significado democrático del voto. Reconoce que su hasta hace unos días secretario de organización del partido manipuló las elecciones, pero no tanto. Al fin y al cabo, a Koldo qué más le daba meter papeletas falsas en la urna si era él mismo quien iba a custodiar en solitario todos los avales de las primarias. Y nadie le custodiaba a él. 

Sánchez no es perfecto. Pero defiende como él mismo ha dicho sus ideales: el principal de ellos que el fin justifica los medios. Cualquiera que sea el fin. Y cualesquiera que sean los medios. Por lo demás, insiste en que él es un presidente limpio. Le felicito efusivamente. Debe de ser el único del mundo y el único de la historia. Ya Lord Acton dictaminó en su día que el poder corrompe siempre, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Como Pedro además de no ser escritor tampoco parece que sea un gran lector, quizás ignora que todos los delincuentes son desde luego corruptos, pero también se puede ser corrupto sin ser delincuente. No todas las corrupciones morales están penadas por la ley, pero no dejan de ser reprobables e inadmisibles en la gobernación de un país.

«El Partido Socialista Obrero Español, que apenas responde ya a ninguna de esas cuatro definiciones, amenaza con llegar en estado terminal a las próximas elecciones generales»

En todas estas historias que estamos viviendo de truhanes, puteros, y fontaneras con acceso a palacio, la más fascinante me parece en cualquier caso la del propio Pedro Sánchez, el Enamorado. Lo de proteger los pequeños o grandes desvaríos de su esposa, e ignorar la vulgaridad de los negocios de su familia política, me parece que le honra como fiel marido, por execrable que parezca en una cultura progresista, que no es la habitual de sus dos grandes amigos y gestores del mejor Gobierno de la Historia de España, según dice. Este calificativo es la demostración de que ni Sánchez ni su familia viajan últimamente en tren o buscan un piso de alquiler. Al fin y a cabo, ha triunfado la demanda habitual de estos procesos políticos que nos recuerdan al populismo más extendido: «¡Presidente, colócanos a todos!» Pero al menos el apagón lo sufrimos todos.

Por lo demás, Sánchez se equivoca una vez más en tratar de averiguar su lugar en la Historia, algo que según ya confesó le preocupa desde el primer día que pisó la Moncloa. Ese futuro está ya por completo amortizado. Da igual cuanto dure en el puesto. Como no es perfecto, tratará de asirse a la legislatura, sin presupuestos, sin capacidad de aprobar proyectos de ley, sin dar la cara, sin someterse al control de la oposición, acurrucado en un discurso pueril de riña de colegio, aunque no olvide que hay riñas que acaban a pedradas. Lo verdaderamente preocupante para el PSOE no es el futuro ya liquidado de su primer secretario, sino el del propio partido, el de este país y el de nuestra democracia. Si el presidente se obstina en esconder sus miserias, según él pequeñas aunque parezcan muy grandes, si prolonga la legislatura hasta el final con la ayuda del fugitivo de la justicia que le chantajea, el Partido Socialista Obrero Español, que apenas responde ya a ninguna de esas cuatro definiciones, amenaza con llegar en estado terminal a las próximas elecciones generales.

Si desaparece, sería la puñalada definitiva al proceso de reconciliación y paz social que significó el régimen del 78, que es también el de 2025. El futuro de este país, como el de toda Europa y probablemente el de un nuevo orden mundial no rendido ante Trump ni ante Putin, depende de la capacidad que tenga la clase política de regenerarse. En España la corrupción de la partitocracia es ya sistémica, sin distinción de ideologías. Por eso hacen falta pactos de Estado que defiendan los principios básicos de nuestra Constitución, vulnerados hoy por estúpidos iluminados, cuando no por habilidosos trileros. Váyase al Caribe a descansar el autoproclamado capitán de este partido si de verdad pretende garantizar su futuro. No le faltará quienes le acojan. Pero aprenda antes de hacerlo que en las playas mexicanas capitán, como ha dado en llamarse, es precisamente el nombre habitual que ostenta el jefe de los camareros. Suelen ser personas competentes y eficaces. Y también las que cobran las propinas. Esperemos que de eso Ábalos y Cerdán no le hayan dado ya lecciones.

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