El PSOE y el «puterío»
«Será un regalo de los dioses de la ironía que sea finalmente José Luis Ábalos el diputado que incline la balanza en el Congreso sobre la dicha “ley abolicionista” de la prostitución»

Ilustración: Alejandra Svriz.
Piensen en la siguiente escena: llega un representante del PSOE a una sala repleta de periodistas que van a recoger los instantes iniciales del encuentro. Allí se va a proponer alguna de estas dos transacciones. A) que, a cambio de que el secretario general del PSOE sea investido como presidente del Gobierno, el Parlamento español apruebe una ley de amnistía que será diseñada para el mayor beneficio de una serie de políticos que han cometido delitos gravísimos de sedición y malversación de caudales públicos en el intento de segregar una parte del territorio, quebrar la convivencia entre españoles y expulsar a millones de catalanes de su condición ciudadana, y todo ello poniendo al borde del enfrentamiento civil al país; B) que, a cambio de una cantidad de dinero, el representante del PSOE mantenga relaciones sexuales con una mujer.
¿Qué transacción les parece a ustedes más merecedora de reproche y consternación moral, la A o la B? Añadan si quieren algunas cosas sobre B: la mujer actúa de manera voluntaria y cobra una tarifa por hora solo al alcance de un profesional de altísima cualificación, si bien el representante del PSOE es soez cuando se refiere a ella en sus conversaciones con otros posibles clientes y la selecciona como quien selecciona un vino en una carta, o un lavabo sobre encimera, o cualquier otro producto o servicio. Y ahora repito mi anterior pregunta: ¿es más inmoral A o B?
«Yo no recuerdo a ninguna de esas feministas del PSOE, ni a muchos socialistas, exhibir consternación pública alguna cuando se divulgó aquella foto ignominiosa de Santos Cerdán en Ginebra tête à tête con Puigdemont»
Conocidos los audios, o sus transcripciones, de las conversaciones entre los protagonistas del culebrón político de estos días – particularmente los intercambios que sobre Nicolettas, Ariatnas y Jésicas mantienen Koldo y el exministro Ábalos- destacadas mujeres del PSOE se han apresurado a erigirse como fedatarias públicas de su propio “asco” y del “asco de todas las mujeres” por el hecho de que sus compañeros de partido sean puteros, o, dicho en los términos que prefieren emplear algunos de los socios del Gobierno progresista al que sustentan, consumidores de los servicios que brindan las trabajadoras sexuales. Hasta el punto de que, aprovechando que el Peugeot pasaba por Valladolid – vaya usted a saber caminito de qué parada y fonda entre mitin y mitin del jefe- las “feministas” del PSOE, con la ministra de Igualdad a la cabeza, han pasado de la teoría a la praxis, y, así, exhuman nuevamente una propuesta para que se promulgue una ley con la que abolir la prostitución (qué operación normativa traduce exactamente la idea de la “abolición” es indeterminado y en todo caso materia para otro día).
Yo no recuerdo a ninguna de esas feministas del PSOE, ni a muchos socialistas, exhibir consternación pública alguna cuando se divulgó aquella foto ignominiosa de Santos Cerdán en Ginebra tête à tête con Puigdemont presididos por una enorme foto celebratoria del referéndum ilegal del 1-O. Cierto: el feminismo –sean cuales sean sus adjetivos– tiene una agenda propia, pero salvo que yo no me haya enterado muy bien, esa agenda tiene en la igualdad su clave de bóveda. ¿Y acaso no hay nada que decir, un poquito de estupor que consignar, una pizca de desasosiego que exhibir, cuando se ha estado dispuesto a trocar de una forma tan obscena el principio de igualdad por alcanzar la presidencia del Gobierno? Sí, el principio de igualdad en la aplicación de la ley; el principio de igual ciudadanía a la hora de decidir el destino de un país; el principio de igualdad que fundamentan las políticas de redistribución y la justicia social que son tan caras para el socialismo democrático. Insisto: ni una mueca de desaprobación salvo contadísimas excepciones.
Será en todo caso un regalo de los dioses de la ironía que sea finalmente José Luis Ábalos el diputado que incline la balanza en el Congreso sobre la dicha “ley abolicionista” de la prostitución. Y la verdad es que si nuestro Parlamento ejerciera verdaderamente las funciones que está llamado a desempeñar, sería una magnífica ocasión para calibrar los argumentos de un debate que no está zanjado, ni siquiera en el seno del “feminismo”, por mucho que se empeñen en sentenciar apodícticamente lo contrario muchas de esas mujeres del PSOE selectivamente consternadas. Será también una magnífica ocasión para arquear igualmente cuán en serio nos tenemos que tomar el mantra feminista de “lo personal es político”, y no solo por el trecho que media entre lo que ha dicho en público Ábalos y lo que dice y hace en la intimidad.
No, me refiero a la posible reintroducción en nuestro Derecho Penal – y frente a las tesis de las feministas regulacionistas en materia de prostitución que se ubican en “espacios de la izquierda”- de la célebre “tercería locativa”, el delito consistente en lucrarse mediante la cesión o el alquiler de un inmueble para el ejercicio de la prostitución (un delito eliminado en 1995 cuando el PSOE gobernaba y tenía mayoría en el Parlamento). Y es que, por lo que parece, sobre la piedra de esa actividad empresarial edificó su sustento familiar el suegro de Pedro Sánchez. Cierto: se trababa, por lo que parece, de un local en el que la prostitución ejercida era la masculina, y quizá ni la igualdad ni la posible explotación sexual de los hombres, importen tanto.
Que todo es posible.