La noche en la que Sánchez se quedó sin aliados internacionales
«Después del ataque, ya no hay margen para la ambigüedad. Irán no es una víctima. Es una amenaza. Y quienes se aliaron con esa narrativa, hoy están en el lado equivocado de la historia»

Ilustración: Alejandra Svriz.
En la noche de este 21 de junio de 2025, Estados Unidos dio un paso trascendental al lanzar un ataque coordinado con Israel contra tres instalaciones nucleares clave de Irán: Fordow, Natanz e Isfahán. Este golpe no solo ha detenido el avance del programa nuclear iraní, sino que, para millones de judíos en todo el mundo, ha evitado lo que podría haber sido un segundo Holocausto. Un misil nuclear a Tel Aviv.
Como judío de la diáspora, viviendo entre España y Estados Unidos, siento alivio, sí, pero también una claridad brutal: este ataque no solo protege an Israel, protege a Europa de una amenaza nuclear inminente. Irán, con su retórica de destrucción y un programa de enriquecimiento acelerado, estaba a solo semanas —no meses— de tener capacidad para producir bombas nucleares. La joya del programa nuclear iraní era Fordow: una instalación subterránea, escondida bajo 80 metros de roca, protegida por misiles S-300 rusos. Allí se enriquecía uranio al 60% y estaba a un paso del umbral nuclear. Bombarderos B-2 Spirit, provenientes de bases como Guam o Diego García, usaron las GBU-57 bunker busters para neutralizarla. Según el propio Donald Trump, Fordow fue “completamente destruida”. Natanz e Isfahán, aunque ya dañadas previamente por Israel, también fueron golpeadas con misiles Tomahawk lanzados desde submarinos. Trump calificó la operación de “éxito espectacular” y advirtió a Irán: “busquen la paz o enfrentarán ataques mucho mayores”. Netanyahu no se quedó atrás: elogió a Trump por “cambiar la historia” al eliminar la mayor amenaza para el pueblo judío desde la Segunda Guerra Mundial.
Y aquí es donde España entra en escena. Pedro Sánchez, tan rápido para condenar an Israel y tan lento para reconocer los peligros reales del Islamismo radical en Europa, se ha quedado sin palabras. Su insistencia en tildar a Israel de “Estado genocida” lo ha colocado del lado equivocado de la historia. Con el ataque del domingo, la narrativa de que Irán era una víctima y no un agresor a punto de tener armas nucleares colapsa por completo.
“Este ataque no es solo una victoria para Estados Unidos e Israel: es un alivio para Europa. Un Irán nuclear habría sido una amenaza directa para capitales europeas, incluyendo Madrid”
Durante años, la izquierda europea —y en especial Sánchez— han coqueteado con una peligrosa alianza ideológica: apoyar a regímenes o grupos islamistas como forma de crítica a Occidente e Israel. Pero el golpe a Irán demuestra que esa postura no solo es errada, sino peligrosamente ingenua. Mientras Sánchez agitaba la bandera de “Palestina libre” en actos públicos, Irán financiaba a Hamás y Hezbollah, grupos que atacan indiscriminadamente a civiles israelíes. Hoy, Pedro Sánchez está políticamente aislado tanto en España como fuera. Sus “aliados ideológicos” en la izquierda de Europa hacen silencio o revisan su postura, y en Estados Unidos figuras como Trump marcan una línea clara: tolerancia cero con el régimen islamista iraní. El presidente español, sin apoyos en Washington ni en Tel Aviv, se ha convertido en un símbolo de la ceguera ideológica. Su posición no solo daña la imagen de España, sino que la aleja de sus socios naturales. Más aún al renegar de los compromisos españoles a la OTAN y transformarse así en el enemigo de la alianza militar más importante del mundo. Este ataque no es solo una victoria para Estados Unidos e Israel: es un alivio para Europa. Un Irán nuclear habría sido una amenaza directa para capitales europeas, incluyendo Madrid. Con Putin en Moscú y Jamenei en Teherán, el continente habría estado atrapado entre dos arsenales nucleares. Gracias a esta operación, Europa respira —aunque algunos, como Sánchez, aún no se han dado cuenta.
El régimen iraní ha prometido represalias, pero ha quedado muy tocado. El colapso de Fordow es un golpe técnico y simbólico. Israel ha ganado terreno no solo en Irán, sino también en su guerra contra los proxies de Teherán: en Líbano, debilitando a Hezbollah; en Siria, empujando la caída de Bashar al-Assad. El sueño de un cambio de régimen en Irán ya no es una utopía. Es una posibilidad. Muchos judíos en la diáspora —y aún más millones de iraníes oprimidos— sueñan con un Irán libre, lejos del radicalismo y abierto al mundo. Ese futuro está un paso más cerca.
La izquierda europea, y Pedro Sánchez en particular, deben preguntarse seriamente: ¿a quién han estado defendiendo? Porque después del ataque del 21 de junio, ya no hay margen para la ambigüedad. Irán no es una víctima. Es una amenaza. Y quienes se aliaron con esa narrativa, hoy están solos, expuestos y en el lado equivocado de la historia.