Partidos y corrupción
«Todavía estamos esperando una ley según la cual aquella empresa que pague comisiones a cambio de concesiones no pueda volver a contratar con la administración pública»

Ilustración: Alejandra Svriz.
El sistema de elección interna en los partidos españoles a través de primarias ha resultado un desastre desde el primer momento. La elección entre Borrell y Almunia llevó primero a la frustración (dimisión de Borrell) y luego a una derrota inapelable en las elecciones generales. Las últimas primarias, que “volvieron” a Sánchez a Ferraz en competencia con Susana Díaz, han conseguido crear un auténtico mandarinato, donde el ganador ha obtenido “legitimidad” para hacer lo que le da la gana… y lo primero que hizo fue marginar a quienes no le votaron, es decir, a la mitad del partido, despilfarrando así material humano “sin medida ni clemencia”.
En Madrid colocó una gestora que lo primero que hizo fue invadir llave en mano la sede de la Secretaría General (entonces en Callao) e inmediatamente echar del cargo sin más explicaciones a Tomás Gómez.
Lo que hizo el sanchismo tras ganar las primarias fue imponer un reglamento en el cual desaparecieron los debates, puesto que la única relación que sobrevivió es la suya con “los militantes”.
“Los partidos nunca han hecho una ley que ataque en serio la corrupción, cuyo método más utilizado es otorgar a la empresa x una obra, a cambio de lo cual la empresa da dinero al partido gobernante”
El texto fue dirigido por José Luis Ábalos, secretario de Organización entonces. Declararé en público mi particular opinión acerca de esos cambios en el funcionamiento interno del partido, que para mí son pura demagogia. El parecido de las ideas de la militancia con las que tienen los votantes del PSOE es, simplemente, pura coincidencia. Sánchez se convirtió así no en el líder del PSOE, sino en su dueño y señor. Prácticamente todo se reduce a una relación entre él y una militancia fácilmente manipulable. Se acabaron las discusiones y los debates internos. A partir de ese momento, los representantes socialistas en el Congreso y en el Senado serían -como ahora lo son- meros servidores de su señor, por no decir una palabra más fuerte, más obscena pero también más descriptiva.
Los partidos nunca han hecho una ley que ataque en serio la corrupción, cuyo método más utilizado es otorgar a la empresa x una obra, a cambio de lo cual la empresa da dinero al partido gobernante, aunque en el caso actual la parte del león parece que ha ido a parar a los bolsillos de un grupo de mangantes.
A propósito de la inoperancia contaré algo sucedido hace tres décadas, cuando Josep Borrell llegó como titular al Ministerio de Obras Públicas. Borrell reunió en su despacho a los presidentes de las principales empresas de la construcción y les exhortó a no pagar comisiones a ningún intermediario ni partido político para obtener concesiones de obras. Y lo hizo en nombre del presidente Felipe González y en su propio nombre.
Tres años después, el mismo Borrell en un acto público, y ya como ministro de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, repitió de nuevo el mismo mensaje, añadiendo que si algún empresario recibía propuestas anómalas en nombre del PSOE se lo comunicara a él personalmente.
¿No hubiera sido más efectivo decirles algo así: “Vamos a aprobar una ley según la cual aquella empresa que sea condenada por pagar comisiones a cambio de concesiones de obra no podrá volver a contratar con ninguna administración pública”?
Han pasado treinta años y todavía estamos esperando esa ley.