¡Salvar al soldado PSOE!
«El PSOE aparece como la víctima colateral de la deriva personalista de Sánchez, en la medida que es una simple marioneta, sometida a los intereses del presidente»

Ilustración de Alejandra Svriz.
1. Del perdón al odio. La maquinaria ha funcionado a la perfección. Otra cosa es que los costes políticos fueran inevitables, dada la gravedad de lo sucedido, con el centro de poder sanchista puesto al descubierto como foco que irradia corrupción en todos los sentidos. No por eso Pedro Sánchez dejó de atenerse a la pauta que le recomendara Miguel Barroso, tomada del fidelismo. Primero, falso acto de contrición para aparecer como víctima dolida por una traición personal, con lo cual ya evita la visión política de conjunto. Segundo, tras una pausa, al salir de la Ejecutiva, protesta de pureza para sí mismo y para el PSOE, impoluto, «limpio», y paso al ataque contra el enemigo de siempre, con un simulacro de revisión. Sembremos el odio. Tercero, mensaje de cohesión a «la militancia socialista». Prietas las filas. Adelante con el progreso.
Solo que Sánchez no convenció a todo el mundo: The Times dio a Sánchez por su táctica elusiva ante la crisis, el apodo de «Don Teflon», el gánster impertérrito frente a las evidencias delictivas.
De su adhesión a la mentira, basta un botón de muestra. En la carta exhibe como mérito del Gobierno que respetó el secreto en la investigación judicial de la UCO. Pues bien, frente a la ofensiva permanente de Marlaska, el mantenimiento de ese criterio legal le costó persecución primero y finalmente su carrera al coronel Pérez de los Cobos cuando una jueza quiso investigar el 8-M. Por eso en la próxima reforma legal, Sánchez intentará pasar la UCO al control ya controlado de la fiscalía, y no del juez. No deja un cabo suelto. Estamos ante un sistema total de dominación desde el Ejecutivo. Si no es dictadura, ¿qué es?
El papel que en el mismo corresponde al PSOE, a «mi organización», del mismo modo que otro es «mi fiscal general del Estado», es el de una instrumentalización absoluta. En la carta no hay mención alguna a la renovación que hubiera sido imprescindible después de la dictadura corrupta de Cerdán, ya que el PSOE está «limpio». Ni las leires, ni los sucesivos descubrimientos en Navarra pueden contar. Tampoco se preocupa de hablar del vacío creado por la caída de Cerdán: lejos del partido la facultad de pensar o de preocuparse por un futuro incierto. A militar y a callar.
En realidad, es el propio PSOE el que como tal no le preocupa lo más mínimo. Sánchez tiene buena memoria y en cualquier entidad autónoma ve un posible enemigo. Más aún al PSOE que se le enfrentó en 2016, y sobre el cual proyectó una buena dosis de odio. En fin, recordemos que solo acude a su seno cuando hay problemas importantes, como la ley de Amnistía y ahora Cerdán, cuya discusión Pedro Sánchez pretende sustraer a su ámbito legal, el Congreso de Diputados.
«Sánchez ha actuado como vértice de poder de un pequeño núcleo colocado por encima del partido, el grupo de su campaña en el Peugeot»
2. «Mi» PSOE. En cuanto al propio PSOE, como partido, los mensajes de Ábalos han revelado otra importante anomalía: un tipo de gestión política del todo inusual, desde el punto de vista de las prácticas democráticas. Sánchez ha actuado como vértice de poder de un pequeño núcleo colocado por encima del partido, el grupo de su campaña en el Peugeot, y por medio suyo da órdenes. menosprecia y descalifica a sus dirigentes, sin la menor atención a sus argumentos ni respeto a su legitimidad democrática. Ejerció un mando propio de otro tipo de organizaciones, las de carácter delictivo, y ahora vemos que con el contenido propio de las mismas por parte de sus leales. El permiso o la ignorancia del Jefe no importa, cuando las relaciones políticas se han instalado en la alegalidad. Una vez más se ha cumplido la regla formulada por Anne Applebaum para las autocracias: «Sé leal: puedes robar».
Fue una situación del todo excepcional que respondía a dos causas. La de fondo, el ansia de poder de Pedro Sánchez, que al igual que tantos otros caudillos y dictadores del último siglo, a partir de Mussolini, no están dispuestos a admitir límite alguno a su capacidad de decisión, tanto en la organización a que pertenecen o dirigen, como en el Estado. Caracteriza a tales personajes la ausencia de ideas, desde la cual pueden tener barra libre para ejercicio de su voluntad, aunque siempre se aferran a una etiqueta como agente de legitimación. Ese vacío les quita condicionamientos costosos y les permite atender a un solo objetivo: el poder personal. La segunda causa es la estructura de oportunidad, el marco social y político que desde una situación depresiva hace posible la promoción del aspirante a caudillo o a dictador.
Mirando al pasado, el resistible ascenso de Pedro Sánchez resulta perfectamente explicable al coincidir la incidencia en España de la crisis orgánica de las sociedades occidentales a partir de 2008, reflejada en el desprestigio de la democracia representativa, y el punto de llegada de otra crisis, esta vez permanente, la del PSOE desde la caída de Felipe González. Su autocracia vendrá a resolver una y otra, de acuerdo con sus intereses.
Tal vez esta vertiente es la peor conocida de nuestra historia reciente y también la única que permite entender cómo llegaron a mandar sobre el PSOE dos políticos de escaso relieve y cortos antecedentes, José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, y cómo la corrupción, con rasgos unas veces coincidentes, otras distintos del PP, acompañó al socialismo desde su vertiginoso crecimiento inicial. Y lo que fue también grave, repercutió sobre la selección de sus dirigentes. Dicho en pocas palabras, muy débil a la muerte de Franco, el PSOE fue un partido de aluvión, donde ingresaron profesionales y personalidades de valor innegable –los Borrell, Solchaga, Jordi Sevilla–, y también auténticos pícaros, roldanes, dispuestos a utilizar el poder recién adquirido para lucrarse y a gran escala. Con metástasis en el propio partido: Filesa.
«La corrupción municipal y autonómica, compartida con el PP, generó malos usos incorregibles»
El caos inicial de esa fase inicial de crecimiento desordenado, cuyo reflejo fue la crisis del marxismo sí o marxismo no, pudo ser domado con eficacia por Alfonso Guerra, pero al precio de imponer una camisa de fuerza donde la obediencia y la lealtad sofocaron la vida política interior. Siempre cito para ilustrarlo, la llamada ley de Lech Walesa: con los peces de un acuario, es posible hacer una sopa de pescado, pero no a la inversa.
Con la recuperación económica del fin de siglo y la red de competencias en manos de administraciones locales y autonómicas, la corrupción en esos espacios, compartida con el PP, generalizó malos usos incorregibles a favor de los corruptos y para consolidarlos, estructuras informales de poder. Lo puso de relieve Joaquín Leguina y no han sido objeto de suficiente atención, a pesar de su importante papel.
La corrupción municipal y autonómica, compartida con el PP, favoreció la supervivencia de los segundos, generó malos usos incorregibles y estructuras de poder. Recordemos aquellos Renovadores por la Base, todavía por analizar, con su líder muy activo en la campaña por Zapatero, y luego verdugos de Simancas con el tamayazo. Es un momento decisivo de cara al futuro. En el PSOE estancado de principios de siglo, y luego de manera explícita en la crisis de 2014 a 2017, aunque luego parezca lo contrario, es la corrupción la que crea el poder y no a la inversa, si bien el circuito no se cierra: al controlar el partido y luego recursos públicos, ese poder deviene un sistema de corrupción perfectamente engrasado. Santos Cerdán es su personificación.
La precaria situación del Partido al dimitir Rubalcaba fue la gota que colmó el vaso, y en plena desmoralización, el «no es no» de Sánchez, la clave para conseguir un poder indiscutible en 2017 sobre un partido en cuya organización veía un obstáculo y un adversario. De ahí la peculiar forma de poder establecida, con Sánchez y el grupo del Peugeot al frente, y la subordinación impuesta despóticamente al partido por Sánchez por medio de esa banda. Los dos últimos congresos sancionaron ese dominio anómalo, con los únicos atisbos de autonomía en los cargos electos, hasta desembocar en una estructura totalitaria, fundada sobre la pasividad y una absoluta obediencia. Al modo del período estaliniano en la URSS, queda fijado un flujo circular del poder, donde a la supresión de todo atisbo de vida política autónoma, acompaña un mecanismo riguroso de designación de los cargos desde arriba, en función de la lealtad al Líder máximo.
«Constituido el Gobierno con UP, tuvo lugar ‘la conquista del Estado’, con la concentración de los tres poderes en el Ejecutivo»
3. A continuación, una vez constituido el nuevo Gobierno con UP, tuvo lugar la conquista del Estado, aplicando la fórmula clásica de la dictadura como concentración de los tres poderes en el Ejecutivo, justificada esta vez. en seguimiento de «la muralla» de Pablo Iglesias, por la partición del país en unas resurgidas dos Españas, ahora con la derecha como Antiespaña. Más la particularidad de que para mantener a Sánchez en el poder, por simples números, esa verdadera España iba perdiendo un trozo tras otro a favor de los independentistas catalanes. Y con un sedicioso de árbitro de las leyes desde su exilio, Puigdemont, alguna vez dotado incluso de la condición de hombre invisible.
Semejante debilidad en cuanto a la acción de Gobierno, no impedía el ejercicio de una instrumentalización de piezas claves del sistema jurídico, el Constitucional y el fiscal general del Estado, el desprecio permanente al Legislativo y una vocación de control asimismo totalitaria de las conciencias, a fin de respaldar la actitud de rechazo y condena por Sánchez de las actuaciones judiciales que afectaran a sus irregularidades y corrupciones.
Conviene advertir que si bien el ansia de poder del presidente fue el motor que impulsó el proceso de degradación autoritaria, este surgió primero y se acentuó en etapas sucesivas por reacción a sucesivas amenazas, primero por el error del 8-M ante la covid, que provocó la primera reacción ilegal contra jueces e investigación de la Guardia Civil, y luego sobre todo por la indagación de que fue objeto Begoña Gómez. Y que una vez sofocado aquel incendio, se desplegó con toda su fuerza irracional, del privilegio contra el derecho, al ser puesta en tela de juicio Begoña Gómez. Desde entonces es el rayo que no cesa.
Fue así como surgió el pulso, existente hasta hoy, entre la labor investigadora de jueces y guardias civiles, de un lado, y el reflejo defensivo de un presidente de Gobierno dispuesto a afianzar sus intereses espurios frente a la ley, con tal de mantener su impunidad y la de los suyos. Autocracia frente a democracia. Autonomía de la justicia frente a cleptocracia. La batalla decisiva que se juega hoy, y se jugará hasta 2027, en nuestro país.
«Autonomía de la justicia frente a cleptocracia. La batalla decisiva que se juega hoy, y se jugará hasta 2027, en nuestro país»
4. Una salvación difícil. Al punto a que han llegado las cosas, con la democracia amenazada en primer plano, el PSOE aparece como la víctima colateral de la deriva personalista de Sánchez, en la medida que es una simple marioneta, sometida a los intereses del presidente, convertida en corresponsable ante la opinión y que de seguir así las cosas, puede acabar en una ruina definitiva.
Es una situación bifronte. De un lado, el PSOE como organización democrática, fue de hecho el enemigo de la ascensión caudillista de Pedro Sánchez en 2016. Su Comisión Gestora actuó razonablemente frente a la demagogia del «no es no», dio la batalla y la perdió. Como consecuencia, el partido se convirtió, en tanto que organización autónoma, en el enemigo a someter y humillar, según prueban los mensajes de Ábalos, un puro instrumento del poder omnímodo de Sánchez. Los órganos de decisión, la Comisión Ejecutiva y el Comité Federal, pasaron a ser cámaras de registro de sus decisiones. Desde este punto de vista, resulta evidente el interés del PSOE en rebelarse frente a la dictadura de Sánchez.
Sucede, sin embargo, que ese mismo PSOE ha estado sometido a la campaña incesante de manipulación de Sánchez, que le presenta como bastión defensivo del progreso frente a la derecha. Y con éxito. La intoxicación ha funcionado hasta llegar a comportarse el PSOE (y simpatizantes) al modo de las hinchadas futbolísticas, sin reflexión ni iniciativas propias. El mantenimiento del voto socialista en las encuestas, es su mejor reflejo. Solo ahora, con la acumulación de las corrupciones, empiezan a darse cuenta de quien era el verdadero emisor de bulos.
Cuenta también la penetración interna de la corrupción. Por lo que estamos viendo en Navarra, hay algo más que núcleo corruptor arriba y socialistas honrados en la organización. Como en El baile de los vampiros de Polanski, las mordidas de Cerdán han difundido el virus de la corrupción en el interior de la organización. Y los contagiados, muchos de ellos sin signos externos del mal hoy, tienen todo el interés del mundo en que el saneamiento del partido no tenga lugar.
«Resulta preciso escapar de una sima político-moral que al ahondarse agrava el riesgo de una crisis definitiva»
Claro que también hay socialistas, más de los silenciosos, que no aceptan el actual descenso a los infiernos. La suya es una batalla política que concierne a todos los demócratas, como lo es la exigencia de que PP dé con formas de oposición y de explicación política más eficaces.
Resulta preciso escapar de una sima político-moral que al ahondarse agrava el riesgo de una crisis definitiva. Para describirla, puede ser útil volverse por un momento hacia el pasado y recurrir al humor. Fue en la Segunda República, cuando con la música de un famoso pasacalles, Los nardos, y letra cargada de ironía, fue denunciada una estructura corrupta del momento. Actualizada, conserva plena vigencia, con el diálogo imaginario entre un leal a la causa, como solicitante, y Pedro Sánchez: «¡Deme usted, Señor Presidente, un buen chollo para mí!» Respuesta: «¡Todos, los tiene Cerdán, y si alguno queda, es para David!».
La exportavoz del partido Soraya Rodríguez acaba de definir en estas páginas el objetivo fundamental hoy para un socialista: «Si quiere salvar al PSOE tiene que abandonar el sanchismo. Tiene que ser valiente para asumir las grandes mentiras en las que han estado viviendo». Pero salir de tamaño agujero, como nos dicen los cubanos, si bien resulta necesario, «no es fácil».
(Adenda. Trump llega en auxilio de Sánchez: ya puede plantarse contra el 5% como pacifista cargado de razón, y además obtener un gran éxito al amenazar con su «no es no» rompiendo la solidaridad en la cumbre de la OTAN. En apariencia, esta vez comportarse a fondo como un gánster le ha supuesto un gran éxito, para él y para nuestra economía: que nos defiendan otros. Fortuna Catilinam iuvat. Solo que conociendo al personaje, la trampa era segura: no es lo mismo «la flexibilidad» en el cumplimiento de Rutte y el 2,1% fijado por Sánchez para consumo interno. Igual que en los acuerdos con Marruecos).