Fuego en la política española
«¿Resistirá Pedro Sánchez hasta el otoño? ¿Seguirá contando con el apoyo de esa extraña coalición que hasta ahora le ha sostenido en el poder?»

Ilustración de Alejandra Svriz.
El calor azota la península anunciando un verano tórrido, quizás el último de Pedro Sánchez en la presidencia del Gobierno. O no, ya conocemos cuál es el manual de resistencia. Pero en julio y agosto nunca ocurre nada –en apariencia–, a la espera de que lleguen las furiosas tormentas del otoño. ¿Resistirá Pedro Sánchez hasta entonces? ¿Seguirá contando con el apoyo de esa extraña coalición que hasta ahora le ha sostenido en el poder? A saber. La tierra quemada no sirve ya para la siembra, ni siquiera cuando el chantaje político –el de los nacionalistas, por ejemplo– se puede extremar. Y quizás suceda así. Pero, incluso en ese caso, los equilibrios empiezan a ser demasiado precarios. En un futuro, nadie querrá aparecer al lado del emperador desnudo. La desgracia es contagiosa.
La soledad del presidente se puso de manifiesto en la comparecencia parlamentaria del pasado miércoles. Una de las peores que se le recuerdan. Gabriel Rufián trazó astutamente una serie de líneas rojas que servirían para subir el precio del apoyo de ERC. Al exigir que se aprovechara al máximo lo que queda de legislatura, daba a entender que esta se acerca a su fin. Junts o el PNV tal vez sigan el mismo camino. Podemos, por su parte, da muestra de una paciencia oriental, sabiendo que la venganza es un plato que se sirve frío. Y, así como los apoyos van cayendo, a Sumar no le quedará más remedio que desmarcarse del PSOE si no quiere terminar devorado por el remolino de casos de corrupción. La política española arde como no se veía desde hace mucho tiempo.
«El PSOE seguramente intuye que, cuanto más resista el presidente, más dañada quedará la imagen del partido»
Por supuesto, la táctica de Sánchez no puede ser otra que la de apelar al espíritu numantino. En un año llegarán los juicios de la Gürtel. En un año, toda la realidad política española puede haber cambiado y la riada actual haberse olvidado. ¿Cuántas veces no ha surtido efecto esta estrategia? Se diría que muchas. Rajoy solía repetir, más o menos con estas palabras, que, cuando te ataquen, pongas cara de payaso y dejes que pase el temporal. Y las lluvias suelen pasar. Como el calor asfixiante que cierra este mes de junio. Pero no siempre es así, claro que no. Rajoy cayó en cuestión de días –o de horas–, poco después de haber pactado un acuerdo millonario con el PNV para que se votase a favor de sus presupuestos. Nada es seguro cuando el suelo deja de ser firme. ¿Se encuentra ya en una situación semejante nuestro presidente del Gobierno?
No lo sé, pero la magnitud de la ola que se acerca así lo sugiere. La prensa más afín se hace a un lado, los partidos que le han apoyado hasta ahora huelen la sangre, los empresarios desconfían, las embajadas extranjeras elaboran informes negativos sobre el escenario político español, la OTAN –tras el último truco de trilero del presidente– exige unos niveles de inversión presupuestarias que, de cumplirse, tensionarán los presupuestos hasta sus límites y, finalmente, los casos de corrupción que se han conocido estos días y los que se aventura que saldrán en las próximas semanas empiezan a adquirir el tamaño de un gran incendio.
¿Debería el PP acelerar o esperar como un mandarín a que la presión pública haga su trabajo? Ambas opciones pueden tentarle a la vez. Pero el PSOE seguramente intuye que, cuanto más resista el presidente, más dañada quedará la imagen del partido. Y durante más tiempo. Page ya ha tomado nota. Y, poco a poco, muchos más lo irán haciendo.