The Objective
Tadeu

Sánchez de entrada: la salida de la OTAN

«Sánchez, el anglófono, en vez de hacerse el mudito, podría haber articulado un discurso argumentando la necesidad de cumplir con las exigencias de la OTAN con un presupuesto consensuado»

Opinión
Sánchez de entrada: la salida de la OTAN

Ilustración de Alejandra Svriz.

La cumbre de La Haya no fue más que una comedia diplomática al servicio del capricho de Trump. El objetivo implícito era doble: satisfacer su ego infantil y para ello reafirmar su imposición de un 5% del PIB en defensa, una cifra que no responde a la lógica militar ni a la realidad europea, sino a la constante necesidad del matón de la clase de humillar a sus aliados. Y a un cobro de pagos atrasados durante décadas, todo hay que decirlo.

Lo que la pata europea de la OTAN debería plantearse realmente –cómo adaptar su defensa a sus propias necesidades sin la dependencia de armamento estadounidense, bloqueable a voluntad– no fue siquiera abordado. Europa sigue en su cómodo rol de tributaria, mientras se empeña en simular una autonomía de la que carece.

La intervención de Pedro Sánchez en la función del circo fue un espectáculo bochornoso, el pagliaccio triste (redundancia, todos los payasos son tristes) digno de una commedia dell’arte que solo tenía como público virtual a los miembros de Sumar, Podemos y demás ralea antiatlantista. La pantomima que antes, durante y después de la Cumbre interpretó el esquinado, nunca mejor dicho, Sánchez, tan pueril como grotesca, no sólo no convenció a su socio Sumar, sino que ni siquiera consiguió aplacar las demandas de sus aliados exteriores; pero soliviantó, eso sí, como sea previsible, a Trump, que anuncia una venganza arancelaria terrrrrible, cual Fumanchú. 

Y es que los líderes de la izquierda que lo mantienen en Moncloa pedían aún menos compromiso, más negación de la realidad, y más la gente es buena dondequiera que va. 

En lugar de asumir el valor fundacional que tiene para España la pertenencia a la OTAN, Sánchez ha caído en su mismo dogma: la OTAN como mal menor necesario, Estados Unidos como el principal objetivo de la retórica pacifista, Occidente como la fuente de todos los males. Semejante autoodio, a estas alturas del “post final” de la Historia, es tan ridículo como pasearse con una camiseta del Che Guevara en chanclas por la playa de los Ingleses, pensando que se luce en el pecho al hermano barbudo de Jim Morrison.

Sánchez, por su parte, tenía una oportunidad irrepetible, que podría haberle dado esa mini nota al pie de página de la historia que tanto anhelaba, según testimonio del exministro y escritor de low-sellers Máximo Huerta (cesado por no haberle comentado al jefe una discutible sanción fiscal más que antigua (o tempora o mores…). 

 Sánchez, el anglófono, en vez de hacerse el mudito, podría haber articulado un discurso argumentado la necesidad de cumplir con las exigencias de la OTAN conforme a un presupuesto consensuado, o incluso, ya subido al palito, haber impulsado un debate serio sobre el devenir de la Alianza en estos tiempos tan sombríos. Sin embargo, optó por la cobardía y la evasión. En lugar de hacer frente a la realidad, lanzó un “pedrusco” simbólico, con la esperanza de que, al esconder la mano, nadie lo acusara de deslealtad. En vez de discutir abiertamente el 5% de gasto en defensa, se refugió en un intercambio de misivas besugas con Mark Rutte, para asegurar ante la opinión pública que España no superará el 2,1% de inversión, de momento; y luego que arree el que venga. 

Y, como siempre, evitó cualquier diálogo directo con Trump, temeroso de la imagen del ogro devorando al “Pulgarcito” español. Este silencio y evasión política, esta falta de debate verdadero, son lo que definen a Sánchez como líder: un gestor de la apariencia y el engaño, no de la sustancia, y mucho menos de la verdad. 

La política de Sánchez es una constante huida hacia adelante, evitando confrontaciones serias de ideas, mientras recurre a estrategias de humo y espejos narcisos. Y no solo evita la batalla interna, sino que se negó incluso a realizar un acto legítimo de liderazgo: convocar en casa una ronda de partidos para fijar la postura española ante la OTAN, intentando por vez primera en siete años un acuerdo nacional digno de tal nombre

El miedo a los sectores más radicales de la izquierda, esos que lo mantienen atornillado a la Moncloa, lo ha paralizado una vez más. Pero la cosa no está para bromas, con una UCO disparando ya muy cerca.

Sánchez sabe que sus aliados nunca lo abandonarán, pues también ellos temen más las urnas que la coherencia política. Saben que cualquier elección anticipada resultaría en la subida al poder del PP y Vox, y esto no lo permitirán. Todo menos pasar del “somos más” al “ahora somos menos”.

El epílogo es claro: fuera de la OTAN, España no sería nada. Y, aunque Sánchez aún tiene por delante unos meses, dos docenas como mucho, su incapacidad para lidiar con los temas fundamentales de la política internacional y de seguridad le llevará inevitablemente al ostracismo. Un fracaso parejo al que le está consumiendo domésticamente.

Coda 1) Hora de la verdad de la amnistía en Luxemburgo. Como debe ser, el futuro del Estado de derecho en España se dirimirá en Europa, cuya legislación prima por encima de la de los estados miembros, y a la que se reputa ajena a las servidumbres (y cambalaches) nacionales.

Pero por mucho que el Tribunal Constitucional haya aplicado despiadadamente el rodillo de la mal llamada mayoría progresista de seis jueces sobre los cuatro disidentes para convalidar la Ley Orgánica de la Amnistía, evitando no sólo plantear una cuestión prejudicial al Tribunal europeo, y sin siquiera esperar a que éste resolviese las cuatro cuestiones prejudiciales elevadas por sendos tribunales nacionales, la respuesta europea dictará la definitiva sentencia moral. 

No sólo acerca de la amnistía sino acerca todo el Procés en su conjunto. De momento, las conclusiones de la Comisión en el primer procedimiento hablan sin tapujos de una “autoamnistía ilegítima”, por haber sido elaborada, votada e impuesta por los propios beneficiarios, a cambio del apoyo en la investidura del presidente Sánchez.

Lástima que la Guardiana de los Tratados se queda corta y considere que el delito de malversación, no abarcado por la amnistía según el Tribunal Supremo, sea un supuesto que no genera afectación a las arcas europeas. ¡Como si el dinero malversado por los líderes del Procés no tuviera impacto ninguno en las finanzas de la Unión, cuando hasta un niño comprendería que un dinero defraudado de las arcas nacionales incidirá necesaria y negativamente en el presupuesto de la Unión; por la vía de los recursos propios, sin ir más lejos. 

Así, si el Tribunal europeo sigue previsiblemente a la Comisión, quedará al pairo la cobertura jurídica y moral que otorga el alcance de la amnistía borrando los delitos, no sólo en aras de la pacificación (sic) de la sociedad catalana (como si hubiera estado en guerra, ¿contra quién?) sino también porque considera, en alguna medida, legítima la ultima ratio del proceso secesionista. 

Como bien dice el inspector Espada: si el Constitucional fuese coherente, en su texto recomendaría que la mejor forma de evitar nuevas amnistías sería iniciar una reforma de la Constitución que permita a las comunidades autónomas independizarse de España.

Con el hilarante mantra de que «el legislador puede regular toda materia que la Constitución no prohíba explícita o implícitamente» los seis magníficos del Constitucional han abierto la caja de Pandora, de donde podrán salir cualesquiera iniciativas legislativas o decretos gubernamentales, por aberrantes que sean, al albur de los intereses más espurios del partido de turno en el poder o de sus socios. Y por qué no una amnistía a los etarras que en el mundo han sido.

No es casualidad que el tricéfalo y triministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños (la peor pesadilla de Montesquieu), en el ojo del huracán judicial, pero actual hombre fuerte del debilitadísimo Gobierno Sánchez, haya saludado el advenimiento de un tiempo nuevo. No yerra. El que ha inaugurado el mal denominado Tribunal de Garantías… salvo que tales Garantías sean las de no devolución de un producto seriamente averiado: el paquete de Sánchez y sus cómplices.

Coda 2) Calceteras. ¿Por qué Hacienda, como cada año, publica los nombres de los que entran y los que salen de la lista de morosos, una obscenidad supuestamente ejemplarizante y de dudosa legalidad, solo para mayor deleite de las tricoteuses (las calceteras, es decir mayormente la prensa)?

Coda 3) Irán y volverán porque me toca. El abominable régimen de los mollahs ha aprovechado la coyuntura de los ataques de Israel y Estados Unidos para recrudecer su represión. La prueba del nueve, pues, de que había que seguir atacando al régimen hasta provocar su caída, sobreponiéndose al miedo de que lo que venga después pueda ser peor. No hay nada que pueda ser peor.

Coda 4) Ursulina. El iliberal Viktor Orbán anunció que iba a sancionar a los asistentes a la marcha del Orgullo (prohibida por el Gobierno pero autorizada por el alcalde de Budapest) que conmemoraba ayer el 30º aniversario de los derechos LGTBIQ+ (++ WXYZ). Por parte española fueron, destacadamente, Yolanda Díaz y el alcalde socialista de Barcelona, así como 72 europarlamentarios y la belga Comisaria de igualdad, que, sin embargo, no podrá marchar, por orden de la presidenta de la Comisión, la ursulina Von der Leyen, en lugar de haber animado a todo el colegio de comisarios en pleno a desplazarse hasta la capital húngara, y ella la primera de la fila. Tampoco estará la presidenta del Parlamento Europeo, otra luchadora. La marcha se topó con una manifestación ultra autorizada, cuando no jaleada, por el Gobierno. Si la Unión Europea no es capaz de defender los derechos básicos de sus ciudadanos en todo su territorio, el proyecto europeo seguirá estancado, cuando no herido de muerte.

Coda 5) Gitanismo. Se confirma una vez más el gran fracaso escolar y universitario del pueblo gitano. El día que dejen de ser pueblo para querer convertirse en ciudadanos, sus muchachos y, sobre todo, sus muchachas, tendrán la oportunidad tal vez de salir del pozo nigérrimo en el que permanecen, en gran parte, ay, ay ay, qué pena más jonda, por voluntad propia. Si Lorca levantase la cabeza.

Cuestionario maldito sin respuestas:

-¿Por qué Feijóo acabó aceptando, en su día, la renovación del CGPJ en los términos en que lo hizo, sabiendo pertinentemente que ello supondría instaurar allí una mal llamada mayoría progresista así como en el Tribunal Constitucional, (ambos vocacionalmente al servicio de Su Majestad Sánchez)?

-¿Por qué el CGPJ declara ilegal la primera huelga de jueces y fiscales desde hace 16 años, convocada por la inmensa mayoría de las asociaciones gremiales, hartas del abuso de poder del Gobierno…? Y por qué el PP prácticamente se pone a silbar y mirar para otro lado…

-El PP no planteó en su recurso de la amnistía ante el Constitucional la cuestión de la malversación…¿por torpeza o por listeza?

-¿Por qué nadie, ni UCO, ni fiscal ni juez que los fundó, ha ordenado investigar sobre el camión que vació un conjunto de cajas de las oficinas de Ferraz, justo un rato antes de que entraran en la sede del Partido Socialista los agentes de la Guardia Civil? ¿Quién dio la orden de dicho traslado? ¿Dónde fueron a parar las cajas? ¿Qué contenían?

 -¿Por qué el Senado, con mayoría absoluta del PP, no ha permitido que Zapatero y Bono (Venezuela mon amour), y Blanco y Hernando y López y Puente… y Raúl Morodo, ya puestos, otro venezolano) comparezcan ante la comisión parlamentaria encargada de investigar los casos de corrupción, verbi poca gracia el caso Koldo, tal como lo había pedido Vox?

-¿Por qué Alejandro Fernández tiene tanto miedo de que en la ponencia política del PP, plato de resistencia del congreso en puertas, se juegue a la ambigüedad respecto a posibles futuros pactos con Junts (y naturalmente con el PNV)?

-¿Por qué no se calla Page?… si cuando pudo aleccionar a sus diputados manchegos para que se opusieran a la Ley de Amnistía, que tanto había criticado, no lo hizo… 

-¿Por qué Felipe González crítica acerbamente a Sánchez y sus manejos pero no pide una moción de censura ni se da de baja en el partido? ¿Por qué no se candidatea para secretario general, siendo casi tan joven y GAL(án) como el pato patoso de Donald Trump?

-¿Por qué Puigdemont sigue sin renovarse el DNI ni el pasaporte, más que caducados, en el consulado de Bruselas, y viaja por toda Europa como Sánchez por su casa?

-¿Por qué Albares no volvió a sacar a pastar por Bruselas el pasado 24 de junio al animalito de las lenguas cooficiales?

Publicidad