The Objective
César Calderón

Sánchez y el arte de elegir tu némesis

«Sánchez destaca en el arte de elegir una buena némesis adecuada a sus necesidades políticas siempre que ha encarado un proceso electoral»

Opinión
Sánchez y el arte de elegir tu némesis

Ilustración: Alejandra Svriz.

Cualquier aficionado a los cómics sabe perfectamente que, de no haber existido Lex Luthor, Superman no hubiera sido otra cosa que un aburrido gacetillero de la sección local del Daily Planet especializado en sus ratos libres en salvar gatitos de sus excursiones a las copas de los árboles en la ciudad de Metrópolis. O que Batman, un tipo con bastantes problemas que ahora llamaríamos de salud mental, sin la presencia del Joker, hubiera acabado sus días en el manicomio de Arkham cazando murciélagos y dedicando miles de horas a analizar la tensión sexual de su relación con el efebo Robin ante un psicólogo lacaniano, por supuesto argentino, que le animaría a salir cuanto antes del armario.

No hay héroe sin su némesis, sin su archienemigo, sin el reverso tenebroso de sí mismo, sin esa oscura imagen especular de los relatos que nos han contado tantas veces desde nuestra infancia y que forman parte de nuestra forma de entender el mundo, un truco al que recurre nuestro cerebro para simplificar la forma en la que percibimos la realidad y nuestra posición respecto a la misma.

Por eso es tan importante, sobre todo en política, ser capaz de elegir una buena némesis, el malvado correcto que sirva para abrillantar nuestras virtudes, para esconder nuestros defectos y para presentarnos ante los nuestros como el nuevo pastorcillo David capaz de derrotar inesperadamente y de una precisa pedrada al gigante filisteo de turno, llámese este Goliat, Santiago, Javier… o Donald.

“Llamar la atención de Trump y que él le reconozca como su enemigo es una operación de alto riesgo para Sánchez, ya que no juegan en la misma liga”

Un pastorcillo que después de reventar a Goliat fue capaz del prodigio de unir a todo el pueblo hebreo bajo su mando, cosa casi tan complicada como volver a llevar a las urnas unos votantes progresistas absolutamente abochornados por el espectáculo de Cerdán y sus mariachis.

Y es en este complicado arte en el que destaca el actual inquilino de La Moncloa siempre que ha encarado un proceso electoral, en el de elegir la (o las) némesis adecuadas a sus necesidades políticas.

El “aparato del partido” en sus primeras primarias, el “viejo PSOE vendido a la derecha” en las segundas, la ultraderecha franquista de Vox, la “derecha y la ultraderecha” de PP y Vox, y ahora, en medio de sus crisis política, electoral y sobre todo, reputacional más profunda, Donald Trump, el abusón yankee, autoritario, militarista y faltón, el mejor representante de todo aquello que puede movilizar a la deprimida izquierda de nuestro país y volver a llevarla, aunque sea con una pinza en la nariz, a las urnas.

Una operación nada sencilla y de alto riesgo llamar la atención de Trump y que él te reconozca como su enemigo, ya que Sánchez y él no juegan ni siquiera en la misma liga, pero que en un arranque de arrojo o irresponsabilidad según a quién preguntemos ha resultado un completo éxito permitiendo a Sánchez convertirse a los ojos de los votantes progresistas de nuestro país en ese David con la honda en la mano capaz de enfrentarse al gigante filisteo del pelo naranja.

La única duda es si este enfrentamiento entre ambos puede durar el tiempo necesario como para convertirse en uno de los temas centrales de la agenda de las próximas elecciones aún por convocar.

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