The Objective
Carlos Padilla

Felipe González y Santos Cerdán, de derechas

«Pedro Sánchez es de lo que toque para seguir en el poder. Sin más rumbo que la supervivencia. Sin mayor ideología que comer otro día»

Opinión
Felipe González y Santos Cerdán, de derechas

Ilustración de Alejandra Svriz.

Corre por X, el antiguo Twitter, un mensaje que se me antoja una fotografía fiel de en lo que parece haber derivado la izquierda española. Rubén Hood, un activista de Podemos, escribe: «No es la primera vez que lo escucho en círculos de izquierda: ‘El único candidato capaz de unir a toda la izquierda es Gabriel Rufián’. Me ha parecido curioso escuchar esto varias veces, así que lanzo la pregunta: ¿votaríais una candidatura de izquierda liderada por Rufián?». Ah, en el centro de la diana, Rubén. Carcajadas. No dice que Rufián deba ser el líder de la progresía patria, pero el solo atrevimiento de formular la mera hipótesis ya es legendario.

Rufián como número uno, Otegi de segundo, quizá Aitor Esteban de tercero y, para el cuarto, no sé… que busquen a una nacionalista gallega. Y voilà, la izquierda española ya tiene su plantel de estrellas. Constitucionalizada la amnistía, una de las líneas de argumentación de sus defensores (fans sobrevenidos de la medida desde el 23 de julio de 2023) contra cualquier progresista que ose criticarla, es tacharlo de derechista irredento. Felipe González es de derechas, nos vienen a decir los socialistas de primera línea, porque opina lo mismo que todos ellos opinaban hasta que vieron que los escaños se les quedaban cortos para conservar el poder y tuvieron que hacer una llamada a Waterloo. González con la amnistía es, en todo caso, tan de derechas como lo era Sánchez hasta su cambio de opinión.

«No se puede ser de izquierdas, defender la igualdad entre españoles y conceder prebendas a políticos fugados de la justicia»

Ser de derechas en España ya es estar en contra de algo que haga el PSOE. No ya de todo: de algo, de una medida. Como si fuera imposible ser de izquierdas y estar contra la amnistía. Como si la izquierda fuese lo que cada día se le antoje al líder plenipotenciario Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Todo lo que hace el PSOE es de izquierdas; todo lo que hace el PP, de derechas. Y así vamos cada día, sin pensar, diciendo «sí, bwana» a los nuestros y «no, ni de coña» al resto.

Por ejemplo, rebajar las penas del delito de malversación suena a «fachosfera». Ya saben: los corruptos de la derechona, cocaína, yates, trajes a medida… todo con el dinero del contribuyente. En realidad, fueron el PSOE y ERC quienes decidieron —en auxilio de los políticos independentistas procesados— lanzar esta medida muy de izquierdas, a tope de progresismo.

Como la idea de Sánchez siempre ha sido el aguante, sea como sea, ha acabado vaciando al PSOE de ideas socialdemócratas. No hay PSOE después de Sánchez. Habrá que rellenarlo de nuevo, en todo caso. Porque no se puede ser de izquierdas, defender la igualdad entre españoles y conceder prebendas a políticos fugados de la justicia. Porque no se puede ser de izquierdas, hablar de la España plural y diversa, y beneficiar siempre a los mismos territorios ricos, porque ellos tienen los votos en el Congreso. Porque no se puede ser de izquierdas, defender la inmigración y luego pactar con la ultraderecha catalana para que la Generalitat sea la que expulse a los inmigrantes que considere. Porque no se puede ser de izquierdas y saber que estás en el poder —al menos durmiendo en La Moncloa— gracias a una coalición de partidos que no tienen ningún interés en un proyecto colectivo que lleve el nombre de España.

Algo que unos cuantos siguen sin entender, después de siete años de era sanchista, es que Pedro Sánchez no es de izquierdas ni de derechas. No es un comunista bolivariano, ni un socialdemócrata europeísta. Tampoco podemos situarlo en el liberalismo centrado ni en el centrismo liberal. No. Pedro Sánchez es de lo que toque. De lo que tenga que tocar para seguir en el poder. Sin más rumbo que la supervivencia. Sin mayor ideología que comer otro día.

Tampoco es que en el lado de la oposición la situación sea mucho mejor, ni las convicciones mucho más fuertes. Con un Vox entregado a ser groupie de un Trump que amenaza a España, y un PP de Feijóo del que aún está por desvelarse qué idea tiene para este país más allá de llegar tras la descomposición del Gobierno progresista.

La situación es dramática, y más aún cuando hay españoles, de Almería o de Orense, que verían con buenos ojos que un independentista como Rufián liderase algo en la izquierda patria. Un Rufián que se preguntaba, hace años, por qué con sus impuestos tenía que pagarles la beca comedor a sus primos de Jaén. Y luego el de derechas es Felipe González, y seguro que acaban sumando a Santos Cerdán, ya preso en Soto del Real. Porque la derecha, niños, es el mal. Habrá que volver a reírse.

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