The Objective
Francesc de Carreras

¿Obedecer y callar?

«Ya sé que hay un deber de lealtad, pero Felipe González no ha formulado una crítica al partido, sino a sus dirigentes actuales»

Opinión
¿Obedecer y callar?

Ilustración de Alejandra Svriz.

Nada es casual, todo tiene sus causas, sus raíces profundas. También la crítica situación del Gobierno dentro del lamentable panorama de la política española de hoy.

Eso cavilaba tras leer unas declaraciones de Patxi López, portavoz parlamentario del PSOE en el Congreso de los Diputados: «Cuando no quieres que tu líder gane, tienes que plantearte qué haces en ese partido». ¿A quién se refería López? Nada menos que a Felipe González.

El mítico líder socialista había declarado unas horas antes que no volvería a votar al PSOE mientras lo dirijan quienes han aprobado «esa vergüenza», refiriéndose a la ley de amnistía. Ante tan rotunda pero consistente opinión, el portavoz socialista señalaba a González la puerta de salida: «¿Qué haces tú en este partido? ¡Vete!», le venía a decir. En la cabeza de Patxi no cabe la idea de que se pueda discrepar de las decisiones tomadas por su amado líder, sea el que sea: militar en un partido es obedecer y callar. Los partidos concebidos como cuarteles militares son el principal problema de una democracia. ¿Por qué?

Quizás la forma más clara de contestar a este interrogante sea acudir a nuestra Constitución. Su art. 6 comienza diciendo: «Los partidos expresan el pluralismo político, concurren a la formación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política». Y termina imponiéndoles una obligación: «Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos».

Una breve conclusión sobre esta norma constitucional: sin partidos no hay democracia. Y no la hay porque en ese caso se impediría expresar el pluralismo político (uno de los cuatro valores superiores del ordenamiento jurídico, según el art. 1 de la Constitución) y los ciudadanos no podrían participar en cuestiones públicas porque se verían privados de su instrumento fundamental. Por tanto, los partidos son necesarios para que exista una democracia.

«En la cabeza de Patxi no cabe la idea de que se pueda discrepar de las decisiones tomadas por su amado líder, sea el que sea»

Ahora bien, no cualquier tipo de partidos cumple con este requisito. Vayamos al último inciso del citado art. 6 CE: sólo lo cumplen aquellos partidos cuya estructura interna y funcionamiento son democráticos. Y es ahí donde una determinada mentalidad, reflejada en la frase de Patxi López, choca frontalmente con la Constitución: lo importante no es que los partidos sean cauce de participación popular y expresión del pluralismo político, sino que lo importante es ganar las elecciones al precio que sea, incluso impidiendo que los militantes ejerzan su derecho a opinar.  

Ya sé que hay un deber de lealtad, reconocido en la ley de partidos, que puede limitar este derecho a expresarse libremente. Pero Felipe González no ha formulado una crítica al partido, sino a sus dirigentes actuales: mientras ellos sigan en la dirección no votaré al PSOE, si los cambian rectificaré. Se muestra leal al partido, pero desaprueba una decisión de su dirección en un aspecto concreto: la ley de amnistía.

Una ley, por cierto, cuya aprobación, según declaró su negociador Santos Cerdá al juez instructor del Tribunal Supremo el lunes pasado, «era esencial para la investidura de Sánchez», una frase que imagino ha sonrojado y avergonzado a los seis magistrados «progresistas» del Tribunal Constitucional que han sostenido en su reciente sentencia que uno de los motivos de su resolución favorable a la constitucionalidad de la misma era la normalización y reconciliación social en Cataluña cuando en realidad -como reconoce Cerdán- es una simple moneda de cambio para una finalidad que no la justifica: la formación de una mayoría parlamentaria que permita a Pedro Sánchez seguir como presidente del Gobierno. Así se juega con el Derecho, así se lo degrada constantemente.

Luis Cazorla -catedrático, abogado del Estado, letrado de Cortes y actual presidente de la Real Academia de Jurisdicción y Jurisprudencia- ha mostrado en su reciente discurso de ingreso en el Consejo de Estado su «honda preocupación por el rampante desprecio al Derecho que va tomando cuerpo hoy en ciertos sectores de nuestra sociedad y de nuestro Estado» y, entre otras consideraciones, considera que el respeto al Derecho es «la mejor garantía del buen fin de lo que se pretende» y en absoluto es un mero «andamiaje o una apariencia formal que ni alberga valores ni es un instrumento eficaz para su logro».

«Patxi López sólo dice que lo fundamental es sobrevivir en el Gobierno y ganar las próximas elecciones y que para ello hay que obedecer y callar»

Asimismo, más de un centenar de personalidades han suscrito un manifiesto -publicado en TO- en el que han relacionado la corrupción con este desprecio por el Derecho: «Cuando el ejercicio del poder se concibe como un fin en sí mismo, y no como un medio al servicio del bien común y de los intereses generales de la Nación y la ciudadanía, se abren las puertas a políticas y prácticas corruptas como las que ahora se investigan».

La sociedad civil empieza a reaccionar, defiende el Derecho y la moral. Patxi López sólo dice que lo fundamental es sobrevivir en el Gobierno y ganar las próximas elecciones y que para ello hay que obedecer y callar. Este es su concepto de partido como instrumento de participación política. Que lea los textos citados, que repase la Constitución, que aprenda democracia.

Mientras tanto, muchos otros seguiremos siendo desobedientes y nunca callaremos porque, tengamos o no razón, esta es la única manera de practicar y defender la democracia: obedecer callando es la raíz profunda de su degradación.

Publicidad