Un francotirador llamado Sánchez
«Sánchez se ha cargado a todo aquel que le olía a Cerdán, excepto a sí mismo, que fue quien aupó ‘al bueno de Santos’ hasta el número tres en el escalafón socialista»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Decía el gran Billy Wilder que «algunas personas solo guiñan el ojo para apuntar mejor». Es imposible que se inspirase en Pedro Sánchez al acuñar la célebre frase, pero, aun así, quienes conocen bien al líder socialista, saben que esa definición le sienta como un guante y que encaja en el prototipo de personas a las que se refería el cineasta.
En estos días, Sánchez ha apuntado y volado la cabeza de un buen número de «compañeros» y miembros de la Ejecutiva socialista, por tratar de atajar la riada pestilente que amenaza con llevarse por delante no solo sus opciones de seguir gobernando, sino a la propia marca «PSOE». Sánchez, que no vino a la política a hacer amigos, se ha cargado a todo aquel que le olía a Santos Cerdán, excepto a sí mismo, que fue quien nombró y aupó «al bueno de Santos» hasta el número tres en el escalafón socialista. Es una cuestión de convicciones: el suicidio, tampoco va con él.
Pedro Sánchez busca transmitir ejemplaridad ante una ciudadanía atónita, pero está por ver que fusilar al amanecer (políticamente, no se me malinterprete…) a todo aquel que pudiese tener vínculo alguno con Cerdán, sin permitirle siquiera defenderse sea un ejemplo a seguir. De hecho, hasta el propio Cerdán tendrá, llegado el caso, un juicio justo.
El líder socialista llega al Comité Federal de hoy con un segundo mensaje a navegantes: «¡Mujeres al Poder!». Los nombramientos clave, de portavoz y de secretaria de organización, son dos mujeres. Trata Sánchez de contrarrestar el devastador efecto que han tenido las asquerosas conversaciones de los puteros José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre en el colectivo femenino que, casualmente, entre los votantes del PSOE, es mayoritario.
Según el CIS, que en este caso no predice, sino que analiza el voto ya emitido en urna, más de un 56% del voto recibido por el PSOE en las elecciones generales de 2023 procedía de mujeres. A ese colectivo se dirigió Sánchez durante la celebración en Valencia del 40 Congreso Federal del PSOE, en 2021, prometiendo abolir la prostitución. Pero, tras varios intentos fallidos de sacar adelante una legislación abolicionista en el Congreso, la promesa de Sánchez dormía el sueño de los justos en algún cajón del Congreso de los Diputados, arrinconada y casi olvidada. Casualmente, se ha reavivado en estos días…
«La pregunta que se hace el líder socialista es si logrará convencer a sus votantes con estas ‘ejecuciones’»
Seguramente, las mujeres de la militancia socialista no tienen más remedio que confiar en las buenas intenciones de su líder y, si me apuran, en su «buen tino», para sacar al PSOE de la situación desesperada en la que se encuentra, al haberse destapado el caso Koldo, luego Ábalos y ahora ya caso Cerdán, que sigue chorreando mierda a diario y pequeños testimonios de aquellos «días de vino y rosas» de los lugartenientes del sanchismo, ante la impotencia y la enorme incertidumbre del propio Sánchez.
La pregunta que se hace el líder socialista es si logrará convencer a sus votantes con estas ejecuciones. Y lo que es peor y más inmediato, si todos sus socios parlamentarios mantendrán su apoyo al Ejecutivo mucho más tiempo o si, por el contrario, le dejarán caer por necesidades del guion.
Del mismo modo que él no es de fiar para sus socios, poca confianza puede Sánchez depositar en esos apoyos coyunturales e interesados en cuestiones que ya ni siquiera Sánchez les puede garantizar, perdido como tiene el control sobre esa mayoría de legislatura desde hace tiempo.
«El líder del PSOE sabe que su tiempo y su crédito se acaban, que sus recursos y trucos son limitados»
Pedro Sánchez pasará hoy el examen de su Comité Federal, recibirá algunas críticas y muchos aplausos, sin duda. Que nadie espere mucho más de esa reunión. Pero el líder del PSOE sabe que su tiempo y su crédito se acaban, que sus recursos y trucos son limitados y que seguir en el cargo hasta la segunda mitad de 2026, por lo menos, como se planteaba, es casi un imposible.
Este fin de semana, los socialistas tratan de poner parches y remedios caseros a su achacoso estado de salud, por mucho que Pedro Sánchez arengue a los suyos diciendo que el PSOE goza de una salud de hierro, de la que pueden y deben estar orgullosos y que son más rápidos que Speedy González a la hora de cortar de raíz la corrupción y apartar las manzanas podridas del cesto de la familia del puño y la rosa.
Entre esos remedios Sánchez no ha querido ceder ni la moción de confianza (lógico, puesto que no se fía del apoyo de sus socios), ni la crisis de Gobierno (¡ojo, que es algo que seguramente baraja para la siguiente pantalla de la partida!) Pero está dispuesto a ir dosificando remedios y terapias para distracción del respetable. Puede pegar tiros, cual francotirador descontrolado, a fin de alargar la partida, con la esperanza de que le llegue una buena mano, una pifia del PP, o un pacto con el diablo. Todo sea antes que ver aparecer en grandes letras Game Over.