Sánchez y los tres cerditos
«El mismo que asegura no saber que sus compañeros más cercanos eran unos puteros, va a enterarse ahora de cuáles son los afiliados que pagan por sexo»

La 'banda del Peugeout'.
Cuando ya pensábamos que no se podían alcanzar mayores cotas de hipocresía ni de cinismo, llega Pedro Sánchez y monta una reunión con mujeres para que lo aplaudan y ellas se prestan a semejante bochorno. La gran concesión que el líder supremo otorgó a sus groupies fue decir que va a expulsar a los militantes que consuman prostitución: el mismo que asegura no saber que sus compañeros más cercanos eran unos puteros, va a enterarse ahora de cuáles son los afiliados que pagan por sexo. Está claro que piensan que somos tontos porque van y nos sueltan que los socialistas son abolicionistas.
La prueba más evidente de que no lo son es que tras gobernar España durante años, no la han abolido y, encima, en un polideportivo municipal de Barcelona, ciudad gobernada por el PSC, luce un enorme mural reivindicando el lenocinio como «derechos sexuales». Pero es que, además, la esposa de Pedro Sánchez ha vivido gran parte de su vida del dinero que daba el próspero negocio familiar de la prostitución. Claro que Ábalos también decía que era feminista porque era socialista y ya hemos visto el repulsivo trato que daba a las mujeres. Aparte de los asquerosos audios, es evidente, viendo el estado en el que se encuentran sus exparejas, el desprecio absoluto que siente hacia el sexo femenino.
También decía Carmen Calvo que el feminismo no es para todas, bonita, y en eso hay que darle la razón: ella sabía de la querencia de Ábalos al amor de compra y venta y se calló. Y es que, como les decía, nos toman por imbéciles. Que nadie sabía nada. El hecho de que Koldo fuera portero de un prostíbulo no les dio ni la más mínima pista y que nuestra compañera Ketty Garat llevara desde 2021 informando desde estas páginas de la vida disoluta de Ábalos, tampoco. Nos quieren hacer creer que cuando Sánchez iba con Koldo, Ábalos y Cerdán en el Peugeot, él les hablaba de Casa de muñecas, ellos pensaban que se trataba de un nuevo burdel y se producía así una delirante conversación en la que el aspirante a presidente ensalzaba las virtudes de Ibsen y ellos daban por hecho que era algún cóctel. Y ya puestos, que su afición a los pucherazos era culinaria.
Y no es que quiera ser prejuiciosa, pero es que no hay que ser muy sagaz para adivinar el tipo de cerdos que son. Hace dos años vi un vídeo que me horrorizó: era un acto del PSOE en el que aparecía Pedro Sánchez en un atril con la ejecutiva de su partido detrás y, entre ellos, una Adriana Lastra con evidentes signos de agobio porque un señor le tenía la mano puesta encima todo el rato, incluso cuando cantaban, puño en alto, La Internacional. Entonces yo no sabía quién era ese hombre de aspecto porcino y escribí un tuit en el que expresaba mi malestar al ver esas imágenes.
En aquel momento, no le puse nombre porque Santos Cerdán antes de las negociaciones con Puigdemont no era muy conocido, entre otras cosas porque le hemos estado pagando un sueldazo como diputado para que haya realizado un total de 65 minutos de intervenciones, una media de 11 minutos por año: es decir, que se levantaba unos 5.000 euros al mes por no hacer absolutamente nada en el Congreso. Al tema del actual sistema político deberíamos darle una vuelta, porque esto también es corrupción y existe en todos los partidos. Volviendo al acoso de Santos Cerdán, si era capaz de ser tan repugnantemente baboso, rodeado de gente y con las cámaras enfocándolo, ¿qué no haría en privado?
«Todos lo sabían y todos lo taparon. Y todas. Mientras se dedican a darnos lecciones de feminismo»
Y si yo fui capaz de apreciarlo en un vídeo que apareció por casualidad ante mis ojos, ¿cómo nos vamos a creer que nadie vio nada? Todos lo sabían y todos lo taparon. Y todas. Mientras se dedican a darnos lecciones de feminismo a las demás y mientras nos sangran a impuestos para pagar los más de 500 millones de euros anuales que nos cuesta el Ministerio de Igualdad, no son capaces de ni de proteger a las mujeres de su partido.
Ana Redondo, la ministra del ramo que no ha encontrado tiempo para condenar la brutal violación en Alcalá de Henares, ¿no tenía nada que alegar a que Paco Salazar fuera nombrado adjunto a la Secretaría de Organización ni a que llevara años siendo uno de los hombres fuerte del partido? Pedro Sánchez, que el viernes montó un gineceo laudatorio a su persona, conocía esas acusaciones desde 2018 y ahí lo tenía, en la ejecutiva del PSOE y trabajando para él en la Moncloa. También se cubrió de gloria Pilar Alegría, que en un solo día definió a Salazar como «un compañero íntegro» y emuló a Ábalos con eso de que «soy feminista porque soy socialista».
Cuando Irene Montero y sus amigas del chiquipark que se montó con nuestros impuestos decían barbaridades sobre los hombres (cuántas veces Rebeca Argudo y yo nos ofrecimos a pasarles nuestra chorboagenda para demostrarles que no todos son así) siempre me preguntaba con qué tipos de especímenes se relacionaban para tener semejante visión y ahora ya tenemos la respuesta: Pablo Iglesias, Monedero, Errejón, Ábalos, Koldo, Santos Cerdán, Paco Salazar… Después de encubrirlos, no deberían atreverse a hablar de feminismo nunca más.
Y vaya por delante que, aunque yo soy feminista, no creo que todo el mundo deba serlo, pero sí que lo mínimo exigible es tratar a las mujeres como personas y no como mercancías o como objetos sexuales para satisfacer su pequeñez. Y es que esta caterva de cerdos son eso: seres minúsculos y ridículos, incapaces de satisfacer su ego si no es abusando de las mujeres. Doy por hecho que en los partidos de derecha también debe de haber seres de esta calaña y ojalá sus nombres salgan a la luz y no volvamos a pagar nunca más ni un euro de nuestros bolsillos a puteros y acosadores sexuales.