The Objective
Manuel Pimentel

Inteligencia artificial: mi oficio cambia, ¿y el suyo?

«Estamos a las puertas de la mayor revolución que vieron los tiempos, más transformadora que la del neolítico, la de la imprenta o la Revolución Industrial»

Opinión
Inteligencia artificial: mi oficio cambia, ¿y el suyo?

Ilustración de Alejandra Svriz.

Mientras asistimos a la descomposición de un gobierno mal dirigido por un truhán con descomunal capacidad de estropicio, la vida sigue. Mientras nos preparamos para el veraneo, corto o largo, mar o montaña, la vida sigue, indiferente hacia nuestras pasiones, dolores, sinsabores y alegrías. Hagamos lo que hagamos, la vida fluye por ahí fuera, ajena a nuestras tribulaciones y gozos. La vida continúa y nos arrastra en lo cultural, en lo político, lo económico y lo tecnológico, en un todo entremezclado y torrencial.

La era de la inteligencia artificial (IA) ha comenzado. Ya la tenemos entre nosotros, dando sus primeros pasos. Todavía un bebé, pero que ya nos asombra. Si ya hace lo que hace y sabe lo que sabe con tan corta existencia, ¿qué capacidades tendrá dentro de unos años? Pues apenas alcanzamos a vislumbrarlo. Los algoritmos habrán avanzado, así como el hardware y sus procesadores. Los ordenadores tendrán más memoria, más capacidad, más velocidad, quizás hayamos llegado a la computación cuántica, las redes ya estarán en el 6G, el 7G o el 8G. La red de ordenadores interconectados, terminales varios y centros de datos se habrán multiplicado. Y, encima, los sistemas inteligentes habrán aprendido, tendrán infinitos datos que procesar y lo harán con mayor velocidad y eficacia. Por todo ello, la IA será mil, un millón de veces más poderosa que la que hoy nos admira e inquieta al mismo tiempo. Aviso, pues, a navegantes. La IA que hoy nos asombra nos parecerá tonta dentro de dos o tres años, que a tal velocidad evoluciona la cosa.

Estamos a las puertas de la mayor revolución que vieron los tiempos, más transformadora que la del neolítico y, desde luego, que la de la imprenta o la de Revolución Industrial. Muchas son las cosas que van a cambiar, nuestro cerebro incluido. También, nuestros oficios y trabajos, el suyo y el mío. Que cada cual piense cómo le va a afectar, ninguno quedará exento de transformaciones enormes y profundas. A modo de ejemplo, enumeraremos sucintamente posibles cambios estructurales en mi oficio de editor, traslade usted el escenario al suyo propio.

En el mundo editorial la IA ya afecta al trabajo de correctores, traductores, ilustradores, diseñadores, portadistas o maquetadores, por nombrar algunos de sus oficios más característicos. La IA, mal que bien, ya realiza gran parte de sus funciones. Y, a pesar de dudas, protestas y resabios, no cabe duda que su uso irá a más, a medida que mejore y se perfeccione. No quiere esto decir que esos oficios vayan a desaparecer, sino que tendrán que adaptarse y hacer uso inteligente de la IA como herramienta útil. El profesional pondrá el sello de calidad y originalidad, pero a buen seguro trabajará de manera diferente a la que como hasta ahora lo hizo. Un primer nivel de cambio estructural lo supone, pues, el que experimentarán estos oficios editoriales.

Pero, más allá de los oficios editoriales, la IA afectará de manera sensible al trabajo de escritores y editores. Comencemos por los escritores, que ya hemos dejado de ser los únicos que escribimos libros. Ahora, también lo hace la IA. Son bien conocidos los ejemplos de obras, algunas exitosas incluso, escritas por IA, bajo la batuta de un escritor o un aficionado. La propia Amazon limita a tres obras por día las que un escritor puede subir en sus sistemas de autopublicación. ¿Cuántas obras escritas por IA se ofrecen ya en Kindle, por ejemplo, y nosotros sin enterarnos?

«Leeremos obras que nos gusten sin lograr saber si fue escrita por un humano o un sistema inteligente»

Está claro que la IA puede escribir libros a esta altura de la película. Y en el futuro lo hará más rápido y mejor. De ficción y no ficción. Incluso ya se atreve con la poesía. La opinión mayoritaria considera que un algoritmo jamás comprenderá las sutilezas del alma humana, sus sentimientos y emociones. Se equivoca. Pronto nos conocerán mejor que nosotros mismos lo hacemos. Leeremos obras que nos gusten sin lograr saber si fue escrita por un humano o un sistema inteligente. El famoso test de Turing, vamos. El padre de la actual computación afirmó que un sistema se podría considerar inteligente cuando no supiéramos adivinar quién era el humano y cuál la máquina.

Pues ya lo tenemos aquí, podemos darlo ya por superado. ¿Significa que los escritores humanos no tenemos nada qué hacer? Por supuesto que no. Simplemente, lo que ocurrirá que no será el único talento que seduzca a los lectores, la IA también lo hará. Pero el buen escritor humano encontrará formas y fondos, estilos y contenidos de calidad que seguirán a emocionando a su comunidad lectora. Y la firma personal adquirirá aún mayor valor. Los lectores querrán leer a este o aquel otro escritor, porque le gusta su mirada, su estilo, su enfoque. Pero, también es cierto, algunos se ayudarán de IA para confirmar estructuras, tramas y personajes, o, directamente, la guiarán a base de prompts para conseguir la obra deseada. Ya tenemos la IA escritora aquí y, nos guste o no, con ella habremos de convivir.

Un tema muy importante, todavía no resuelto, es el de la propiedad intelectual de los textos de los que bebe y aprende la IA. Traductores, ilustradores, escritores y editores, por ejemplo, luchamos por proteger nuestros contenidos del insaciable apetito de la IA, que espera agotar todas las fuentes, pero sin retribuir a ninguna. Google realiza algunos tanteos para tratar de cerrar acuerdos con editores, pero lo que ofrece no parece atractivo para nadie. Veremos cómo evoluciona este trascendente asunto.       

El tipo de libro también cambiará. Ya no interesan los diccionarios, por ejemplo, tenemos la definición de todas las palabras a través de la red. También perderá valor el conocimiento, accesible a través de la IA por la red. Sin embargo, se incrementará la demanda de sabiduría. No solo querremos aprender conocimientos, sino su mejor uso aplicado a nuestras vidas y sociedad. Los niveles son diferentes. La IA, por ejemplo, ofrece respuestas lineales, mientras que un buen libro de ensayo escrito por un humano ensayista debe ir a más, al plantear, también, dudas a sus lectores, a los que acompaña a través de argumentos, reflexiones, casos y cifras hasta la solución o tesis propuestas. No solo responde asépticamente a una cuestión, abre puertas a la mente de sus lectores. No solo informa y enseña, sino, sobre todo, comparte mirada y sabiduría. La voz, la inquietud, las prioridades y el estilo personal del escritor y del editor serán sus elementos diferenciadores, lo que les otorgue personalidad frente al gris digital del algoritmo omnisciente.

«¿Podrá un algoritmo convertirse en editor? Pues sí. Por ejemplo, ya se comercializan sistemas que resumen y evalúan manuscritos»

¿Podrá un algoritmo convertirse en editor? Pues sí. Por ejemplo, ya se comercializan sistemas que resumen y evalúan manuscritos. Supongamos una IA editora. Creará una plataforma a la que los escritores subirán sus manuscritos. La IA seleccionará aquellos que les parezcan más adecuados según su orientación y propósito, los corregirá y maquetará. Tras diseñar una buena portada y cubierta, ya tendrá el PDF libro para ser comercializado como ebook, o bien ser impreso en formato papel por el sistema POD, o sea, impresión a demanda. Esto ya está en el mercado, Amazon ya lo tiene. Pero los escritores aún prefieren ser publicados por un sello editor. Por muchas razones –apoyo profesional y humano o prestigio, por ejemplo– pero, sobre todo, por la mejor distribución del libro físico a través de librerías frente a la más limitada del POD. También por la promoción y notoriedad que pueden dar a sus obras. La empresa editorial seguirá existiendo, pero deberá ofrecer valor añadido al actual, ya que muchas de sus funciones y procesos pueden resultar automatizadas. Las librerías, por cierto, llevan un tiempo ampliando su propuesta de valor, para resultar atractivas a una sociedad digital y lectora.

La actividad intelectual del editor también será muy importante. La búsqueda de nuevos temas y talentos, por ejemplo. O la creación de nuevas colecciones y diseños. El buscar voces que pueden responder a las preguntas del mañana. Anticipación, visión, un reto para el editor comprometido. Y la belleza, que también importa. El libro de regalo, el infantil, el ilustrado, seguirá disfrutando de una significativa cuota de mercado, que a la IA le costará cubrir. Es cierto que las imprentas avanzan mucho, pero la actual IA, por ejemplo, solo ofrece a través de POD formatos simples. El gusto estético, la creatividad del editor, la calidad de sus publicaciones también le definirá y diferenciará.

Cosas veremos en el pronto futuro que nos obligarán a evolucionar. Seguiremos siendo necesarios, pero nuestro valor será diferente al de unos pocos años atrás. ¿Bueno, malo? Pero, ¿qué más da eso? El caso es que la IA ya está aquí y con ella habrá que jugar el partido. ¿Preocupados? Más bien inquietos y motivados, siendo conscientes del gran cambio, con sus riesgos y oportunidades. Nacerán unas, morirán otras, se transformarán todas. Cosas del siglo y de la vida que no cesa, indiferente en su fluir. Y nosotros –con la IA, también– ahí estaremos para contarla; tan distintos, pero tan iguales al tiempo.

Y usted y su oficio….

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