Madrid no es el problema de Cataluña
«La solución para los problemas de Cataluña no son más privilegios ni un trato especial, es un cambio de rumbo total en sus políticas. Gasta demasiado y gasta mal»

Ilustración de Alejandra Svriz.
La élite catalana, ya sea política, cultural o empresarial, lleva décadas buscando en Madrid el origen de sus problemas. Ya sea de forma metafórica al referirse al Estado en su conjunto como «Madrid» o de forma literal al acusar a la región de absorber recursos y competir deslealmente. Aunque este tipo de discursos no son extraños y suelen surgir contra las capitales por parte de otras ciudades o regiones, en el caso catalán esta retórica se ha
vuelto especialmente obscena. En realidad, no es otra cosa que la típica estrategia del nacionalismo para evadir sus propios errores que han llevado al otrora motor económico de España a la decadencia económica, social y casi moral. Pero, nada más lejos de la realidad: Madrid no solo no es el problema de Cataluña, sino que puede ser un fiel aliado e, incluso, un ejemplo a seguir.
Desde hace unos años, la degradación catalana ha contrastado con el despegue de Madrid, que ha dejado de ser solo la capital de España para convertirse en una metrópolis con agenda e intereses propios. La paradoja es que ha sido la propia autonomía que durante años reclamaron los nacionalistas para sí la que ha permitido despegar a la Comunidad de Madrid tras la Transición. Es más, durante siglos, incluso durante la etapa del franquismo, Cataluña y País Vasco se vieron beneficiados por diversas políticas que han favorecido sus economías. Pero una vez la descentralización estatal puso fin al privilegio y dio la oportunidad a los ciudadanos de elegir qué modelo querían para sus CCAA, Madrid empezó a brillar por sí misma y otros focos empezaron a apagarse.
Los nacionalistas han creído siempre que para que Cataluña y País Vasco triunfasen tenían que tener un trato privilegiado frente al resto de España, pero, en realidad, han sido sus malas decisiones, una vez han tenido autonomía política para implementarlas, las que han llevado a sendas regiones a una franca decadencia. Es por eso que ahora, desahuciados de la Generalitat pero con mayor influencia política que nunca, ERC y Junts exigen un cupo catalán «a la vasca» (la independencia fiscal) y, al mismo tiempo, que se ate en corto a Madrid. Pero, como denuncian en La factura del cupo catalán Jesús Fernández Villaverde y Francisco de la Torre, las consecuencias de este pacto que Sánchez quiere consumar durante la desatención mediática estival no solo serían nefastas para la unidad nacional, sino que también pondrían en jaque la igualdad entre españoles y la calidad de los servicios públicos de Cataluña y del resto de CCAA.
La solución para los problemas de Cataluña no son más privilegios ni un trato especial, es un cambio de rumbo total en sus políticas. En realidad, el odio de la dirigencia nacionalista y socialista catalana hacia Ayuso no es por rechazo a sus políticas, sino por envidia de estas. Mientras Madrid viraba hacia la senda liberal con Gallardón, Aguirre y Cifuentes, Cataluña se embarcó en la aventura de la construcción nacional y la independencia con el Programa 2000 y el Procés. ¿El resultado? Un gasto mastodóntico y una enorme inseguridad jurídica. Cataluña no está mal financiada, gasta demasiado y gasta mal. Madrid, por supuesto, no es perfecta y tiene que afrontar sus propios retos, pero sin duda los datos muestran una enorme brecha entre ambas regiones que da cuenta de la diferencia de resultados.
Es más, no solo Cataluña se beneficiaría de imitar en algunos aspectos a Madrid (aunque Madrid también puede aprender algunas cosas de Barcelona, sobre todo en cuanto a urbanismo y gestión metropolitana), sino que juntas, ambas regiones podrían crear una sinergia mutuamente positiva y hacer un tándem de enorme potencial para España. Madrid y Cataluña son distintas, pero complementarias. Deben competir, pero no con afán destructivo sino con vocación de superación. Mientras una mira al Atlántico y a América, la otra puede mirar hacia el Mediterráneo y la floreciente Asia. Muy pocos países de Europa pueden salir a jugar en el mundo con dos ciudades globales y dos regiones de tanto peso. Esta es la tesis que defiende en Madrid DF Fernando Caballero.
«El PSC ha comprado todas las tesis del nacionalismo y de la izquierda más decrecentista»
Desgraciadamente, hoy pocos políticos pueden ofrecer este proyecto para Cataluña. El PSC ha comprado todas las tesis del nacionalismo y de la izquierda más decrecentista, mientras en Junts no se atisba la más mínima intención de cambiar su diagnóstico erróneo y su apuesta por el procesismo. Por citar un tercer y último libro, creo que tan solo las líneas expuestas por Alejandro Fernández en su reciente obra A calzón quitao, donde habla de los errores históricos del partido que él lidera en la región levantina y la receta para enmendarlos, puede acercar a Cataluña a este horizonte más próspero para sí misma y para el resto de España. Eliminar gasto público innecesario, rebajar una fiscalidad asfixiante, invertir en proyectos estratégicos, eliminar aranceles lingüísticos, apostar por la colaboración público-privada… Medidas relativamente sencillas de implementar.
Pero no podemos resignarnos a creer que tan solo desde la Generalitat se pueden cambiar los designios de Cataluña. No podemos creer que si los políticos catalanes en el poder renuncian a cambiar el rumbo estamos condenados a que Cataluña continúe en su senda decadente y de paso arrastre por ella al resto de España. Algunos de los problemas más acuciantes de Cataluña son solo el síntoma de lo que espera al conjunto del país: el declive económico, la inseguridad, la inmigración descontrolada… Por eso, cualquier partido que quiera ser alternativa en España debe apostar por abordar los problemas de Cataluña y viceversa. Desde el Gobierno central es desde donde debe empezar una política de afirmación constitucional, pero sobre todo de reforma social y económica para Cataluña y el conjunto de la nación.
En definitiva, el problema de Cataluña no es Madrid, ni España en su conjunto. Desde hace muchos años, el problema de Cataluña son sus gobernantes. Como español yo no puedo dejar de sentir pena porque una tierra tan maravillosa de mi país se haya quedado anclada en una serie de ideologías autodestructivas que lastran sus perspectivas de futuro. Los catalanes merecen algo mejor, y junto a Madrid y otras urbes o comunidades como Valencia pueden ofrecer grandes glorias a España. Cataluña necesita otro gobierno y España necesita otra Cataluña.