El PP por fin plantea una alternativa al sanchismo
«Lo extraordinario es la decisión del partido de restituir la dañada democracia española, y no limitarse a heredar el poder de una banda de ladrones»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Se ha cerrado el congreso del Partido Popular con una verdadera aclamación por su líder, Alberto Núñez Feijóo, quien ha recibido más del 99% de los compromisarios. Son cifras casi norcoreanas. Quizás quienes le han hurtado el sí hayan obedecido las órdenes del partido, y se han tenido que envainar su entusiasmo por el líder con tal de evitar un titular tan redondo como el de «reelegido por el 100% del partido». Quizás recordaron el caso de George Washington. En la primera ocasión el colegio electoral le votó por unanimidad, pero en la segunda hubo un elector que no quiso votar a favor, para que el presidente no confundiese la aclamación con arbitrariedad. O quizás es que hubiera compromisarios con verdaderas reservas sobre él. Lo cierto es que, bueno o malo, lo que tiene el Partido Popular por líder es a Alberto Núñez Feijóo, y el comprensible deseo de echar a Pedro Sánchez habrá ayudado a muchos de los presentes a optar por el sí.
Al discurso de Feijóo le precedieron los de los dos presidentes de Gobierno del Partido Popular. Ojo, presidentes del Gobierno, que no de partido, lo cual le ha permitido al PP prescindir de Pablo Casado, y puede que también le haya permitido a Pablo Casado prescindir de participar en el evento. Como el PP es un partido de orden, los dos expresidentes expusieron sus ideas en una sucesión cronológica: primero José María Aznar, segundo Mariano Rajoy.
Los tres compartieron, en su discurso, el mismo análisis del Gobierno de Pedro Sánchez. «El Partido Popular está llamado a protagonizar un cambio de rumbo histórico, porque la deriva de España, hoy por hoy, es de naufragio», dijo con gravedad Aznar. Nos jugamos «la continuidad histórica de la nación» y «el crédito de España». Tenemos un gobierno de golfos asociados a delincuentes. Y los delincuentes escriben la ley, y salen de la cárcel, o evitan entrar en ella.
Para el sanchismo, en suma, «no hay reinserción posible», pues se empecina en la delincuencia. Sánchez ha levantado un muro entre españoles. Por tanto, ese muro no está para defendernos, sino para separarnos.
Mariano Rajoy, siempre parco en ideas, ha dicho que la legislatura «nunca debió arrancar», porque sólo ha sido posible por un pacto entre el PSOE y quienes quieren destruir España. Feijóo, como Aznar, ha sido más espléndido. Acusa al Gobierno de retorcer la Constitución, colonizar las instituciones, reventar todos los consensos, y olvidar que España es una nación; «diversa, pero una nación».
«Aznar reconoció, por vez primera, que en su segundo mandato no hizo nada por regenerar la democracia»
Pero denigrar al adversario forma parte de lo que podemos esperar de cualquier político. Lo extraordinario no es eso, sino la decisión del Partido Popular de convertirse en una verdadera alternativa a Pedro Sánchez; la decisión de restituir la dañada democracia española, y no limitarse a heredar el poder de una banda de ladrones para gestionar lo que reste del sanchismo.
Y, como única respuesta ante tal reto, José María Aznar reconoció, por vez primera, que en su segundo mandato defraudó a sus votantes, y a los españoles en general, cuando no hizo nada por regenerar la democracia, como había prometido. Entendió que su mayoría absoluta le permitía pasar absolutamente del esfuerzo de apuntalar las falibles instituciones españolas, después del asalto al Tribunal Constitucional y otras tropelías cometidas por el Gobierno de Felipe González. Nada dado a este tipo de declaraciones, Mariano Rajoy también pronunció su exomológesis: ningún presidente ha tenido tanto poder como él en las instituciones, y él tampoco movió un dedo por hacer la justicia más independiente o al Estado más robusto frente a las garras del gobierno de turno. Indudablemente, si los dos hubieran cumplido con este mandato democrático, la banda de Sánchez hubiera tenido que hacer un mayor esfuerzo por prosperar.
Alberto Núñez Feijóo no se iba a quedar atrás. Consciente de que las encuestas le favorecen, anunció que él estaba dispuesto a reforzar a nuestra democracia y las instituciones, para que ningún partido, tampoco el suyo, pueda abusar sistemáticamente de ellas. Esa es su principal propuesta para los españoles. Si algún otro partido se quiere sumar a ella, será bienvenido. Eso sí, con ciertas medidas profilácticas. Bildu queda fuera.
«No vale de nada echar a Sánchez para que dentro de unos años vuelva el PSOE, y Zapatero coloque a otro monigote»
No sólo eso. El PSOE que ha amparado a Pedro Sánchez tiene que pasar por un período de limpieza. No basta con que se deshaga de Pedro Sánchez. Tiene que zafarse de la negra mano corruptora de José Luis Rodríguez Zapatero, autor intelectual de toda la trama internacional de corrupción del PSOE. No vale de nada echar a Sánchez para que dentro de unos años vuelva el PSOE, y Zapatero coloque a otro monigote para que ponga el gobierno a su servicio.
Y ¿qué decir del PNV que, según hemos visto recientemente, está implicado totalmente en la trama de Santos Cerdán? Que se limpien y, si quieren, que nos acompañen en esta labor de redemocratización. Es una labor necesaria, porque según Feijóo, España tiene que recibir muy reforzada a un nuevo gobierno socialista. Todo el mundo entiende que, así las cosas, le quedan pocos apoyos posibles a un futuro gobierno popular que no sea el de Vox.
Y fue así, en el 21 Congreso celebrado en Madrid, como el Partido Popular, en una realidad paralela, tuvo la honradez de mirar a los españoles a la cara, decirles que es consciente de la degradación institucional del país, en la que el propio partido ha participado por omisión, y prometer que no excluirán a nadie que pueda sumarse en el esfuerzo de defender a España y a su endeble democracia de sus enemigos internos.