Yo, sigo
«Sánchez tiene que adoptar esa actitud de inocencia robada porque sus apoyos parlamentarios no le dejarían, de ninguna manera, reconocer la verdad del caso»

Joe Rigoli caracterizado como Felipito Takatún. | RTVE
Los españoles que vivieron la Transición recordarán con facilidad la frasecilla que hizo famoso a Joe Rígoli, un cómico argentino que alcanzó popularidad en TVE con su Felipito Takatún. Su Yo sigo pudo interpretarse como un chascarrillo de regusto antifranquista, pero aquellos eran momentos en que estas lecturas no podían comentarse en público.
Como Pedro Sánchez, por sus pocos años, no ha tenido oportunidad de enfrentarse al franquismo seguramente no ha caído en que su última comparecencia parlamentaria tenía un algo de ese persistente Felipito Takatún, cuya gracia no consistía en la novedad sino, precisamente, en la repetición de su voluntad de permanencia. Sánchez tampoco ha sorprendido a nadie, pero no cesa en hacer crecer su fama de resistente y su empeño en asegurarnos que permanecerá al timón hasta el último día y pase lo que pase. Ya se verá si es capaz de cumplir su amenaza o si tendrá que ceder ante tormentas devastadoras para su imagen y su futuro.
Joe Rígoli no explicaba sus razones para seguir y esa ausencia de motivo tenía su efecto cómico, pero Pedro Sánchez se atreve a justificar su derecho a seguir en Moncloa porque, según su opinión, que ya sabemos puede cambiar con facilidad, las elecciones son cada cuatro años y, sobre todo, porque él es un político limpio y el PSOE que preside un partido honrado.
Que las elecciones sean cada cuatro años quiere decir que no se puede sobrepasar ese período, pero bien sabemos que no han sido pocas las ocasiones en que ha habido que adelantarlas, lo que sucede cuando el presidente del Gobierno ve que no es capaz de aprobar unos presupuestos o que los votos que le dieron la investidura no dan ya más de sí. Que Pedro Sánchez no puede aprobar unos presupuestos es evidente y no puede porque los escaños que no tiene y se le prestan le exigirían tal cantidad de concesiones que incluso un presidente con tendencia a correr casi a ciegas hacia el abismo se lo tendría que pensar.
Que Pedro Sánchez piense ser un político limpio puede producir asombro, pero es una creencia que cabe con facilidad en alguien que, sin duda, tiene una idea excelente sobre sí mismo y sufre porque no ve que las multitudes le vitoreen a todas horas. De cualquier modo, habría que recordarle que la buena fama es un don que no depende de la propia estima sino de las miradas ajenas y las de los electores que no ven en Sánchez un modelo de ejemplaridad. Es posible que muchos piensen que si ellos pudiesen también le buscarían una cátedra a su mujer y una plaza en cualquier conservatorio sin una carga excesiva de trabajo y con la posibilidad de estrenar óperas a un hermano, músico, pero esos mismos saben que esas cosas no pueden hacerse sin que, a la primera de cambio, te llamen chorizo o cosas peores.
«El PSOE hoy no es un partido, es más bien una secta en manos de Sánchez»
Pedro Sánchez admite humildemente que se equivocó con Ábalos y con Cerdán, pero quiere hacernos creer que se ha sorprendido al ver las trampas que hacían y los sablazos que daban estos individuos desde el puesto de poder que Sánchez les había otorgado, con reincidencia, por cierto. El presidente del Gobierno tiene que adoptar esa actitud de inocencia robada porque sus apoyos parlamentarios no le dejarían, de ninguna manera, reconocer la verdad del caso. Ellos se han tragado el sapo de apoyar al PSOE para sacar tajada, bien que lo están haciendo, y no están dispuestos a renunciar al botín porque a Sánchez le entre un ataque súbito de decencia.
La tercera razón, que el PSOE es un partido honrado, es la más débil del argumentario esgrimido. El PSOE hoy no es un partido, no tiene la menor democracia interna, insulta a los discrepantes y los expulsa, es más bien una secta en manos de Sánchez, y de Cerdán hasta hace unos días, que un partido normal. Su actuación política es escandalosa porque no está al servicio del conjunto de los españoles, sino que sólo actúa en beneficio de su señorito.
En esos trabajos el PSOE ha cometido tropelías memorables, pactar la investidura con los secesionistas catalanes, promover una Ley de Amnistía no sólo contraria a la Constitución sino a sus reiteradas promesas electorales, hacer del Congreso una oficina más de la Presidencia del Gobierno, defender con chulería a sus delincuentes hasta el momento mismo en el que se descubre por completo el pastel, atacar a los jueces que se encargan de aplicar las leyes que creen contrarias a sus intereses, financiar las cloacas de Cerdán/Leire que, en alianza con conocidos delincuentes, se han dedicado a tratar de enmerdar a jueces y periodistas en beneficio de la buena fama del partido, etc.
Ahora la defensa del limpio Sánchez y el honrado PSOE se pretende refugiar en que no ha habido financiación ilegal, que se trata sólo de las trastadas de unos desalmados que nada (¡!) tienen que ver con el partido. Se ve que les suena aquello que ellos aprobaron: si la malversación de fondos no se traduce en beneficios personales, sino que se debe a una causa política no debe ser penalizada. Están buscando que las abundantes fechorías hechas con el amparo del Gobierno y del partido pasen a ser consideradas acciones en beneficio de la causa universal de la justicia y el socialismo, falsos delitos que inicuamente les imputa la carcunda retrógrada y la derecha.
«En todo lo que ha salido a la luz no hay pizca de limpieza ni muestras de honradez, sólo hay avaricia, abuso de poder y latrocinio»
Cuando alguien invoca al partido, al PSOE u a otros, para pedir comisiones por la adjudicación de obras públicas hay que sospechar que el comisionista trabaja para su propio interés y que la mención del partido se reduce, casi siempre, a ser una coartada moral que rebaje el nivel de la golfería con un motivo supuestamente noble. La verdad es que hoy por hoy los partidos no necesitan financiación, que nadan en la abundancia con las subvenciones recibidas, de manera que lo que Ábalos, Koldo y Cerdán hayan pedido es poco probable que haya ido a parar a gastos del PSOE dado el afán de progreso personal que ha caracterizado a estos sujetos.
Otra cosa es que se hayan puesto de acuerdo en que el reparto justo de las comisiones obtenidas con múltiples ayudas quede en manos de un altísimo cargo del partido y que a la organización en su conjunto le haya parecido mal que alguno se haya pasado de listo y metido la mano antes de tiempo. Ya se sabe que el que parte y reparte se lleva la mejor parte y parece ser que el de mejores galones no estaba conforme con la equidad del navarro y, al parecer, los dedos se le hicieron huéspedes.
En todo lo que ha salido a la luz no hay pizca de limpieza ni muestras de honradez, sólo hay avaricia, abuso de poder, latrocinio y cierta picardía de poca monta. Es muy notable que Sánchez se atreva a invocar estos motivos para defender que no quiere dejar el sillón, cierto es que sería cruel obligarle a cantar la amarga verdad que le ha hecho perder unos cuantos kilos: no me voy porque no puedo y no puedo porque no me dejan. Él no lo dirá, pero lo sabemos todos y, en especial, los que tratan en vano de alejar de sí y esparcir esta mierda con tan escaso eco.