Carta a los Reyes Magos
«Le pido a Feijóo que acabe con el aforamiento, esa peculiaridad española que sirve, sobre todo, no para proteger la libertad de los responsables, sino la de los criminales»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Me ha gustado mucho ver a Feijoo convenciéndose a sí mismo de que va a convertirse en presidente del Reino de España. Es posible, pero como les sucede a todos los partidos, incluido el socialista, es muy difícil que alcance una mayoría absoluta. Así que el asunto se ha transformado, de cara a la opinión pública, en si pactará o no pactará con Vox.
Debo confesar que me es perfectamente indiferente. Como si quiere pactar con la Congregación del Santo Prepucio. La urgencia es expulsar del poder a los cien mil hijos de la corrupción, todo lo demás es secundario. Pacte con quien le dé la gana, pero acabe con ese producto de Koldo, Cerdán y Ábalos, porque ya está claro que fueron ellos quienes eligieron al autócrata, y no los españoles.
Ahora bien, si en verdad desea que le vote más gente no estaría mal que ofreciera algo a cambio. De momento se propone para la presidencia diciendo lo que no hará, pero a mí me interesa saber lo que hará, si es que piensa hacer algo. Y sobre eso la verdad es que sabemos muy poco.
Me gustaría hacerle partícipe de mis deseos, de modo que empezaré por uno que me parece a mí que comparto con mucha gente. Seguramente le propondré algún otro deseo si me hace caso, aunque, de verdad, creo que es un sueño suponer que un político español puede escuchar a los de abajo.
Lo que le pido hoy es que acabe con esa peculiaridad española que es el aforamiento. No hay aforados en Alemania o en la Gran Bretaña. Hay unos pocos en Italia y Francia, pero todos pertenecen a las más altas instituciones y no llegan al centenar. En España hay cerca de 18.000 aforados. En realidad, hay 200.000, pero en las instituciones civiles son casi 20.000.
«Amparados y protegidos por esa ley infame, los corruptos hispanos (esto incluye a catalanes y vascos) se frotan las manos»
Se trata de una barbaridad de la que hay que librarse. Seguramente esta invariante castiza se introdujo porque los legisladores conocían el paño y creyeron necesario proteger la independencia de políticos, jueces y demás responsables ante las presiones, chantajes, calumnias, sobornos y amenazas de la sociedad española, que es muy suya y tiene a Caín empleado a tiempo completo.
Bien, se comprende la opinión que tenían los legisladores sobre nuestra sociedad, pero ya se ha visto que el aforamiento español es único, arcaico, caribeño y sirve, sobre todo, no para proteger la libertad de los responsables, sino la de los criminales.
Entiéndase que gracias a la peculiaridad hispana del aforamiento lo que provoca esta inmoralidad es una mucha mayor corrupción que en otros lugares sin aforados. Amparados y protegidos por esa ley infame, los corruptos hispanos (esto incluye a catalanes y vascos) se frotan las manos.
Y lo que es más divertido, en cuanto se ven amenazados corren en busca del paraguas protector como ese personajillo ridículo que al parecer era el jefe de los socialistas extremeños (siempre muy bien elegidos) y bienhechor de la familia de su jefe, el aforado Sánchez. En cuanto se vio descubierto, corrió brincando por encima de las cabezas de sus pobres empleados, como quien cruza un río apoyándose en las piedras, hasta alcanzar el aforo. Espero que sólo le sirva para poner de manifiesto su naturaleza de payaso progresista.