La política de las saunas
«ERC y Junts quieren aprovecharse del corrupto PSOE de Sánchez para implementar en Cataluña, de la mano de Illa, el modelo de corrupción navarro y vasco»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Pedro Sánchez es el presidente de gobierno que ha roto todas las normas políticas del Estado. Es evidente que su relación, desde joven, con lo más sórdido de la sociedad ha conformado su forma de ser. En lo personal entró a formar parte del mundo de Sabiniano. En lo profesional plagió una tesis doctoral que no hizo. En lo político apostó como núcleo duro de su proyecto por Ábalos, Santos Cerdán o Salazar. Después de esos, no es casualidad que el resto del casting tenga el nivel de los Óscar —Puente y López—, Montero o Bolaños. Escoria. Tampoco extraña que alguien así se alíe con los asesinos de sus compañeros. Para Pedro Sánchez todo vale porque no tiene ética, valores ni principios. ¿Qué puede esperarse de quien es capaz de cometer fraude en las primarias y organizar un pucherazo, a sus compañeros, con una urna detrás de una cortina? Desde que Sánchez irrumpió en la política —financiado según diversas fuentes por las saunas de Sabiniano— todas las reglas, normas y pactos han sido dinamitados.
Con Sánchez se ha roto todo, incluido un consenso fundamental del Régimen del 78. Los líderes de la transición contaban que se selló un pacto, no escrito, pero sí respetado, por el que los vascos y catalanes tenían una sobrerrepresentación —a través de la ley electoral— a cambio de que nunca alteraran la voluntad manifestada en las urnas por el pueblo español. Por eso, cuando no se daba la mayoría absoluta, los nacionalistas apoyaban al que ganara, ya fuera el PSOE o el PP. Ellos con cada apoyo aumentaban sus privilegios, pero no alteraban la voluntad democrática manifestada en las urnas. Todo ha terminado con Sánchez. Primero con la moción de censura a Rajoy, un hecho excepcional que supuso el cambio de gobierno. La violación definitiva de aquel pacto se ha consumado con las elecciones generales del año 2023. El pueblo dio la mayoría a la derecha liderada por el Partido Popular. Sin embargo, PNV y Junts —derechas extremas de sus territorios— pactaron que gobernara Pedro Sánchez alterando la voluntad de la soberanía popular. La ruptura del pacto de respeto del resultado deberá tener consecuencias políticas. Como parte de la imprescindible e imperiosa regeneración democrática deberá modificarse la ley electoral. Hay que eliminar la sobrerrepresentación y el privilegio de los traidores nacionalistas para que, por fin, sea verdad el artículo 14 de la Constitución que dice que los españoles somos iguales. Para esa reforma basta con la mayoría absoluta. No hace falta la cualificada.
Con Pedro Sánchez siempre aflora lo peor de la política. En el pleno sobre la corrupción del PSOE de Sánchez, la izquierda y el nacionalismo decidieron suicidarse políticamente. Una sesión histórica porque los partidos de la mayoría de la investidura optaron por mantener en el poder al «beneficiario a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución» abandonando su papel de representantes de la voluntad popular. Todos se posicionaron en contra de otorgar la voz al pueblo a través de las elecciones. El pueblo no debe votar porque saben que no respalda a Pedro Sánchez. Todos, absolutamente todos, PSOE, Sumar, Podemos, PNV, ERC, Junts, BNG, Compromís y los herederos de ETA han elegido dar continuidad a la corrupción económica, política y machirula de Pedro Sánchez.
Es terrible comprobar que Pedro Sánchez ha implantado en la política el modelo de las saunas. Los chaperos del sanchismo prestan sus servicios en el Congreso —mantienen a Sánchez en el poder con ridículos discursos justificatorios— y luego acuden a Moncloa a cobrarlo. El lunes los mamporreros de Cataluña, el PSC y ERC van a cobrar su financiación singular para Cataluña. El martes pasa el acomplejado y timorato lehendakari del PNV, con sus 16 apellidos maketos, a llevarse las transferencias que le faltan. Y el miércoles toca cumplir con Junts en la UE e insistir en la catetada de catalán como lengua oficial.
ERC y Junts quieren aprovecharse del corrupto PSOE de Sánchez para implementar en Cataluña, de la mano de Illa, el modelo de corrupción navarro y vasco. Un modelo sencillo, de fácil implementación y que funciona opacamente bien. Sólo se descubre cuando la corrupción desborda el territorio. El PSOE en Navarra lo practica desde el siglo pasado con protagonistas como Urralburu, Otano o Roldán. Y hoy, con Santos Cerdán y la complicidad de Chivite. El eficaz modelo se basa en la ausencia de separación de poderes en Navarra y Euskadi. El gobierno, la policía foral —o la Ertzaintza— y la hacienda foral dependen del mismo partido.
A Cataluña le falta la hacienda propia. No es una transferencia, es la consolidación del sistema de corrupción. Otorgarles la totalidad de la recaudación de impuestos y la gestión de los mismos es lo que el «beneficiario a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución» está dispuesto a pagar por seguir en la Moncloa. Sanchismo es desigualdad y corrupción.
Pedro Sánchez ha utilizado la democracia para alcanzar el poder y ejercer de tóxico autócrata. Una lamentable forma de entender y hacer política que está arrastrando a todos los que lo mantienen en el poder, incluidos aquellos que lo justifican desde el equipo de opinión sincronizada. Presuntos «progres». Todas y todos, políticos y pseudoperiodistas, se hacen corruptos con él. Todas y todos son machirulos, puteros y puteras en grado de complicidad necesaria. Todos prefieren que siga en la presidencia el «beneficiario a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución» a que el pueblo se exprese democráticamente en las urnas. Lamentable.