Sánchez sigue
«El llamado Gobierno progresista es tan solo un conglomerado de intereses, y todos ellos confluyen en el mismo objetivo: que permanezca el chollo»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Ante cualquier crisis, Sánchez se agarra al «yo sigo». Lo utilizó tras los ejercicios espirituales y esa declaración amorosa a su mujer y la vuelve a usar ahora después de salir a la luz las andanzas y problemas judiciales de sus más próximos colaboradores. Él sigue.
Es más, esa permanencia la asume como un deber. Él es el capitán del barco y no puede abandonar la navegación en el momento de mayor peligro. Se considera necesario. Incluso se ve como un referente internacional y un faro de esperanza para todo el progresismo mundial. Nos recuerda a la reserva espiritual de Occidente, tan manoseada por el dictador. Así lo manifestó en el Comité Federal, el que salió aplaudido y vitoreado por sus huestes.
Nadie podía esperar otra cosa. Resultaba impensable que anunciase su renuncia. No solo por su gran ambición, sino porque se encuentra rodeado de problemas judiciales, y en ningún sitio va a estar más seguro que en la presidencia del Gobierno. Tampoco era concebible que se suscitase alguna oposición en el Comité que no fuera la de Page, y ya tuvieron buen cuidado en machacarle en las contestaciones de otros intervinientes, y sin darle siquiera la oportunidad de réplica. El encargado principal de hacer de sicario no podía ser otro que Puente. Paradójicamente fue el primero en echar las culpas a Sánchez cuando perdió la Alcaldía de Valladolid. Se debió, dijo, a la política nacional, la crítica se acabó en cuanto le pusieron en las listas al Congreso.
La única preocupación de Sánchez se centraba en la posible reacción de las feministas del partido, totalmente indignadas por las relaciones sexuales de Ábalos y demás compañeros, pero no porque a muchas de las afectadas se las retribuyese con dinero público o con puestos en la Administración en los que ni siquiera trabajaban, sino por lo degradante que podía ser para las mujeres, eso a pesar de que parecía que en estos casos todas ellas habían aceptado con total libertad.
Después de todo, va tener una cierta razón Ábalos cuando de forma un tanto abrupta afirmó que «en este país es más delito follar que robar”. A este ejército de salvación parece que no le importa demasiado todos los casos de corrupción que están apareciendo mientras no impliquen lo que denominan comportamientos machistas, y mucho menos les exasperan, ya que la han estado protegiendo, la malversación de esa enorme cantidad de recursos públicos empleada en el procés. No les incomodan ni la amnistía, ni los indultos, ni la eliminación del delito de sedición, ni los beneficios concedidos al País Vasco y a Cataluña en detrimento del resto de comunidades, ni siquiera el proyecto de ruptura del sistema fiscal y las consecuencias contra la progresividad y a favor del fraude que conlleva. Solo la prostitución, aunque sea voluntaria.
«La única medida realmente tomada va a ser modificar los estatutos para que los puteros sean expulsados del partido»
Sánchez se ha percatado de ello y por eso el día anterior al Comité Federal se reunió con un grupo de mujeres (solo mujeres) para pacificar el único asunto que podía crearle algunos problemas, y también por ello parece que la única medida realmente tomada va a ser modificar los estatutos para que los puteros sean expulsados del partido. De nuevo, da la impresión de que la única motivación se encuentra en el puritanismo. Es más, en esta ocasión se olvidan del lenguaje inclusivo. Para ser lógicos, deberían hablar también de puteras, incluso de puteres.
Precisamente la igualdad de géneros o de sexos, conduce a situaciones muy complejas a la hora de enjuiciar la prostitución y no digamos cuando se habla de su abolición. Dónde empieza y dónde termina. ¿Cuántos matrimonios de conveniencia o relaciones profesionales podrían ser calificados de prostitución continuada y encubierta, bien del hombre o de la mujer?
Por el mismo motivo, Sánchez en las modificaciones realizadas en la ejecutiva ha pretendido incrementar el número de representantes del género femenino. Concretamente se ha intentado vender el nombramiento de una mujer al frente de la secretaría de Organización. No deja de ser llamativo que, al preguntarles por este cambio a unas cuantas socialistas de renombre, todas señalasen, antes que nada, lo importante que era que fuese mujer la persona que iba a ocupar este puesto. Nada sobre su competencia, conocimientos o historia. Todo ello parece secundario. Lo relevante es que sea mujer.
Esta concordia construida por Sánchez de cara al comité federal se vino abajo en cuanto cundió la noticia de que Paco Salazar, uno de los pocos supervivientes del primitivo sanchismo, iba a ser nombrado adjunto a la Secretaría de Organización. La ofensiva de las milicias feministas, capitaneadas por Lastra, se desató y le acusaron de comportamiento incorrecto y machista, obligando a Sánchez a desistir de la designación. El hecho de que, según dicen, la conducta de Salazar con las mujeres fuese ampliamente conocida desde hacía tiempo y que hasta ahora precisamente nadie hubiese actuado, levanta la sospecha de si detrás del escándalo actual no se encuentra también una batalla cerrada en falso hace tiempo entre dos facciones del sanchismo.
El carácter radicalmente autocrático que rige en el actual partido socialista se encuentra en el mismo hecho de que un Comité Federal enmiende la plana a un congreso, destituyendo a miembros de la ejecutiva que este este último órgano había nombrado seis meses antes en Sevilla. Es más, habría que decir que el comité se ha limitado a aprobar lo que Sánchez ya había decidido y todo el mundo daba por hecho.
«Lo ocurrido en el Comité Federal indica que el PSOE se ha convertido en un partido caudillista, casi en una secta»
En esa metáfora tan tierna del capitán del barco, Sánchez ha cometido una inexactitud: afirmó que lo integrantes del comité le habían elegido a él. Lo que es radicalmente falso. Ha sido él, el que ha designado a todos ellos. Aunque quizá sería más exacto decir que Sánchez eligió a Santos Cerdán, y este a los componentes del comité. Quizás por eso a la hora de escoger a los nuevos miembros de la ejecutiva ha sido tan difícil encontrar a afiliados que no hubiesen tenido nada que ver de una o de otra forma con el anterior secretario de Organización.
Lo ocurrido en el Comité Federal entre otros muchos hechos indica que el PSOE se ha convertido en un partido íntegramente caudillista, casi en una secta. Ello solo ha sido posible, ciertamente, por la existencia de un personaje como Sánchez, carente de todo escrúpulo, pero también por unos procedimientos internos totalmente proclives a ello. Me refiero principalmente a las primarias. Creo que este método de elección ha dejado muy claro sus efectos perversos. Por eso extraña que haya quien continúe defendiéndolo y que por ejemplo haya sido tema de debate en el congreso del PP. Existe una demagogia fácil que pretende presentar la democracia directa como mucho más perfecta que la representativa.
Desde su aparición, hace ya más de 25 años, en múltiples ocasiones he mostrado mi rechazo a las primarias. La primera vez, creo que fue en 1998, en el diario El Mundo, cuando Almunia se equivocó y las convocó en el PSOE. Mi crítica se orienta tanto a si se utilizaba para elegir a los candidatos a los correspondientes comicios, como a si se usaba como procedimiento para designar los líderes de los respectivos partidos políticos. En cuanto respecta a los candidatos, porque las primarias se han acuñado en sistemas electorales presidencialistas, muy distintos del de nuestro país, de corte parlamentario. Se da la inconsistencia de que hablamos de elecciones primarias cuando en nuestro sistema no existen las secundarias.
Tampoco hay ninguna razón, más bien al contrario, para pensar que la elección directa del secretario general de una formación política por todos sus militantes sea preferible o más democrática que la elección a través de los representantes en un congreso previamente elegidos por las bases. Todo depende de dónde se quiera situar la relevancia y la autoridad, si en los órganos colegiados o en los unipersonales. En los partidos de la izquierda era tradición que primasen los órganos colegiados y, por eso, el orden de elección seguía fases sucesivas: militantes, congreso, comité federal, ejecutiva, secretario general. En realidad, este último era tan solo un primus inter pares en la ejecutiva; incluso su denominación de «primer secretario» -que hoy solo subsiste en el PSC- lo indicaba de forma clara. Por el contrario, la elección directa por los militantes otorga tal autoridad al secretario general, que será muy difícil seguir defendiendo que el comité federal es el supremo órgano entre congresos. Es verdad que el personalismo y el caudillismo son males que están muy presentes actualmente en las formaciones políticas, pero la elección directa no puede hacer más que agudizar esos defectos. Es buen ejemplo de ello lo que está ocurriendo con Pedro Sánchez.
«Sánchez es el único secretario general del partido socialista que ha sido elegido mediante primarias»
Pedro Sánchez es el único secretario general del partido socialista que ha sido elegido mediante primarias, y la conclusión está a la vista. Desde el principio acaparó toda la autoridad. Fue él, quien eligió el Comité Federal, en lugar de que fuese este órgano el que le nominase a él, y lógicamente lo hizo a su conveniencia y con gente de su entera confianza. Muy pronto dejó ver que él no responde ante ningún órgano colectivo, sino tan solo frente a las bases, es decir, frente al pueblo, sueño de cualquier dictador.
Por no responder, pretende no responder tampoco ante el Congreso de los Diputados y por eso cree que se puede gobernar aun cuando, año tras año, se carezca de presupuestos y que sea imposible aprobar la mayoría de los proyectos de ley. Eso no impide que Sánchez continúe afirmando que «sigue». Eso sí, a costa de permanecer pagando peajes a los partidos satélites que le rodean y que, tal como demostraron en la sesión parlamentaria del día 9, a pesar de lo dignos que se ponen y los gritos que profieren les importa un bledo la corrupción, con tal de unos proseguir en el Gobierno y otros continuar ordeñando la vaca.
Supongo que la sesión del Congreso del pasado miércoles habrá convencido a los que suspiraban por una moción de censura de que, de celebrarse, se convertiría en una censura, sí, pero no al Gobierno ni a Sánchez, sino a Feijóo y al PP. En el fondo, el llamado Gobierno progresista es tan solo un conglomerado de intereses, y todos ellos confluyen en el mismo objetivo: que permanezca el chollo. Todos se mantienen en el «yo sigo».