The Objective
Carlos Mayoral

Neocensura y Ketty

«Si hoy censuramos a los que no actúan como yo pretendo, mañana me censurarán a mí por no actuar como pretenden otros. Peligroso bucle, como comprenderán»

Opinión
Neocensura y Ketty

Ilustración de Alejandra Svriz.

Contaba Ángel González, extraordinario miembro de la Generación del 50, uno de los grupos poéticos más importantes de la historia de las letras hispánicas, que la censura de Franco, a la cual tuvieron que hacer frente durante décadas, les vino bien. ¿El motivo? Fácil: dicha censura les obligaba a afilar el ingenio, a decir lo que querían decir con la necesaria sutileza lírica. También en aquella época, Berlanga, a quienes todos en la Oficina de Propaganda temían precisamente por su capacidad para burlarse del funcionario de turno, protagonizó una anécdota curiosa: uno de los censores tachó del guion una escena titulada Toma aérea de la Gran Vía. Al ser cuestionado, el tipo fue rotundo: «Éste es capaz de colarnos a un obispo saliendo de la discoteca Pasapoga».

Aunque quizá la más legendaria de estas escenas sobre la censura sea la que se llevó a cabo en la no menos legendaria revista La Codorniz. Los editores y redactores de la publicación, hartos por los constantes secuestros y retenciones en ediciones sucesivas, decidieron publicar el siguiente extracto en la sección de pasatiempos: «Regla de tres: bombín es a bombón como cojín es a X. Nota de la R: nos importa tres X que nos secuestren la edición».

«Ahora las plumas se conforman en torno a un poder único que todo lo vigila»

Tiende esta columna desde hace ya casi diez años a unir la cultura con la actualidad, y en este caso traigo a los autores del siglo XX a decir que las épocas de censura agudizan el ingenio. Vivimos tiempos recios en este sentido. Vemos cómo se aprueban leyes para acallar a los críticos, y aunque nuestro director, Álvaro Nieto, comentaba ayer el sopapo a la reforma por parte de los servicios jurídicos del Congreso, lo que cree este plumilla es que no sólo terminará aprobándose la ley, sino que se recrudecerá con el paso del tiempo.

Además, las propias cabeceras han perdido la libertad de la que un día presumieron. Los casos de Daniel Gascón y Ana Iris Simón demuestran que el supuesto cuarto poder ya no es tal, ahora las plumas se conforman en torno a un poder único que todo lo vigila. Como decía Gascón en la recurrente columna, yo tampoco apruebo las ideas e incluso los métodos de aquellos a los que se pretende censurar; pero si hoy censuramos a los que no actúan como yo pretendo, mañana me censurarán a mí por no actuar como pretenden otros. Peligroso bucle, como comprenderán.

¿La única luz? Precisamente eso que decía Ángel González en el primer párrafo: la censura agudiza el método. Ahí tienen a nuestra Ketty Garat, que desde THE OBJECTIVE ha ido refinando toda una investigación que ahora deja caer frutos maduros del árbol periodístico de manera constante. O, incluso, a los propios Quiles, aquellos a los que quieren acallar, que buscan sus propios espacios ajenos a los que controla el Gobierno. O los casos de Gascón y Ana Iris, quienes llegarán, por un lado o por otro al lector gracias a su talento. El periodismo, como la cultura, encontrará los métodos que ya encontró en tiempos pretéritos para escapar. Disfrutemos, en la medida en que se pueda, de esos nuevos métodos. No queda otra.

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